La escucha de los "Episodios Nacionales" enerva el espíritu de todo buen español ante la traición borbónica, sucesiva entre padre e hijo, que habilitó la imposición -ante la ineptitud, pusilanimidad y egoísmo de ambos- de una Monarquía foránea ilegal que, a la postre, demostró ser igual de ilegítima que la restaurada. Y digo esto ante la inmediata abrogación por "El Deseado" de la Constitución de Cádiz y los ideales del pueblo que se había desangrado por su culpa durante seis durísimos años.
Con tal origen, todo el siglo XIX iría de mal en peor, y el XX sería justo correlato; y no cabe decir aquí que a "a tal pueblo, tal rey"; en absoluto. Mediante su cortedad de miras, siempre ignorante, vengativa y despótica; mediante la cooptación de voluntades y apoyos a cambio del mantenimiento o creación de nuevos privilegios, dividiendo al que había sido un pueblo solidariamente unido frente "al francés"; mediante su ingratitud frente a la sangre vertida, Fernando VII hubo de pasar a la historia como el "Rey felón", el gran traidor, "el peor de nuestro monarcas" y ese lastre, representado en el adecuado término de "borboneo", es el pecado imperdonable que transmitió y pervive en sus sucesores. Esta es la tragedia de nuestra segunda gran gesta nacional, de nuestra gesta nacional moderna. ¡Cuánta diferencia con el orgullo que siente el pueblo ruso al recordar su victoria en la "Guerra Patriótica" de 1812 contra la "Grande Armée"!
Mientras, los españoles criollos (como Bolívar o San Martín, quien había combatido incluso en Baylén) tomaron las riendas de las colonias para llevarlas, con la descarada ayuda de los ingleses, cayendo en la trampa de iniciar una contienda emancipadora, falsamente revolucionaria, frente a una Madre Patria ocupada en su supervivencia. Pecado original de todo un subcontinente que les condenó frente a la Historia. Dos siglos después se ven claramente sus consecuencias.
Nuestro presente, ibérico y americano, se vincula, pues, no con un momento, una coyuntura histórica, a dos siglos vista, sino con el propósito de unos y otros, propósito que hoy, y por mucho tiempo -ese es mi creer- explica "el sentido existencial, en el plano aristotélico, de nuestras cosas".
Dicho todo ello, y dado que ayer un querido suscriptor de este canal, me dijo que con el audio anterior descubrió la figura de "El Empecinado", aporto ahora esta conferencia con el título "El mito de la guerrilla: 'El Empecinado' y el cura Merino", dada por el Prof. Antonio Moliner, en la Fundación Juan March en 2006.
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