Romina Velázquez -
Miranda era una rata que vivía en la ciudad en una hermosa cueva en el subsuelo de un edificio de departamentos. Sin embargo, cada día se sentía peor, porque los vecinos la perseguían con tramperas, y el portero hablaba ya de poner veneno. Ante esta situación, después de pensarlo durante tres días, nuestra rata decidió mudarse a la selva.
Juntó sus pocas cosas en una mochila, miró con tristeza su cueva, se secó alguna lagrimita, y caminó hasta la estación para colarse en un tren.
Al rato, y por si acaso, le preguntó a un pasajero si el tren llegaba a la selva.
-¡No! ¡Que ocurrencia! ¿Dónde se vio un tren que llegue a la selva ?
Así que se bajó, y se largó a caminar y caminar hasta encontrar la espesura. Pero...Miranda no sabía que en la selva también tenía peligros. Eso lo descubrió una mañana, cuando aún no había terminado de adaptarse a su nuevo hogar.
Al asomar sus bigotes desde la cueva que habia cavado, ¡se encontró entre las patazas de un gran león! Miranda tembló, pensando que la fiera abriría su boca para tragarla.
Pero, ante su gran sorpresa, alcanzó a escuchar que el león decía...
-¡Linda ratita extranjera, bienvenida a la selva! Seguro que vienes de la ciudad. Ese no es un buen lugar para los animales, según dice mi primo que vive en el circo.
Y dicho esto, le dio un beso en cada oreja, le sonrió, y se fue. Miranda lo miró alejarse con sus pequeños ojos dilatados por el susto.
-Que buen león-pensó._¿podré serle útil algún día? ¡Soy tan pequeña y tan débil!
Pasó el tiempo. Una tarde en que Miranda se aventuraban por nuevos rincones y hacia nuevos amigos, escuchó unos rugidos conmovedores que venían de la zona del helecho gigante.
Se acercó para espiar...¡era el león atrapado dentro de una red de cazador! Sin pensarlo dos veces, Miranda corrió hasta donde el pobre animal pateaba en vano y, dando un salto, comenzó a roer velozmente la cuerda de la gruesa red.
Sus dientes filosos trabajaban sin parar, segura de que el cazador podría llegar en cualquier momento. Y no cesó de taladrar la cuerda, hasta que la vio desflecarse y abrirse en un boquete por donde pudo salir, nervioso y a empujones, el agradecido león.
¡Que bien se sintió Miranda! Ella, tan pequeña y débil, había logrado serle útil al león...
Moraleja: siempre habrá oportunidad si deseas ayudar.
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