Reflexión:
Comenzamos la reflexión de La Liturgia del día de hoy, poniéndonos en El Nombre del Padre, etc.
Queridos hermanos y hermanas:
Para que el hombre logre el arrepentimiento de sus ofensas contra Dios, debe conocer lo que es la caridad. Ésta, en efecto, es una virtud relativa a la teología, es la virtud del amor que Dios da al hombre para que conozca y se incline a lo que es bueno según su propia libertad. Si bien es cierto, el hombre en el inicio «repentino» de su conversión, como lo experimentó San Pablo, puede lograr experimentar una apertura espontánea e inmensa de su arrepentimiento, es decir, experimenta un cambio brusco de su realidad, porque ha reconocido que ha ofendido a Dios, y cuando ello ocurre, es porque tiene la humildad suficiente para hacerlo; ya que sin la humildad, el reconocimiento aunque reconocido interiormente, el hombre por soberbia no lo da a reconocer públicamente. Pero es, pues, en la humildad que el hombre ya manifiesta la caridad: Que es El Amor.
La humildad, en efecto, es el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. Por tanto, quien obra con humildad, obra sabiendo cuál es su limitación y cuál es su debilidad, y en consecuencia reconoce que hay un ser superior, primero un hombre mejor que él, y luego al Ser Superior a todo hombre que Es Dios. Y es que cuando existe este reconocimiento, se está implicando que el hombre está sujeto a Dios Todopoderoso, y en la manifestación de ese respeto, ya está amando a Dios.
Por tanto, el hombre que actúa con humildad, está amando a Dios, pero primero supo lo que Es El Verdadero Amor: Dios, Quién le insertó al hombre en su corazón El Amor y luego el hombre doble las rodillas porque con humildad reconoció sus limitaciones y debilidades que ofendieron a Dios. El hombre ha sido develado, y desnudada el alma y el pecado, el hombre, en efecto ve mejor lo que Es El Amor, por ello dice el Apóstol: Rom5, 5: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado…
Y prueba máxima del Amor de Dios por nosotros es que tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito: Jn. 3,16 y Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo Jn. 13, 1.
San Agustín: centra la caridad en la base de su doctrina espiritual y moral. «Caridad incipiente, es justicia y santidad incipiente, caridad proficiente es Santidad Creciente».
JPII: Se puede afirmar que, en cierto sentido, el amor es el ADN de los hijos de Dios; es «la vocación santa» con que hemos sido llamados «en virtud de su propósito y de la gracia (la del Amor) que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús, y que se ha manifestado (El Amor) ahora con la aparición de nuestro Salvador, Jesucristo» (2 Tm 1, 9-10).
Dios nos ha manifestado El Amor, porque no existía nada, era la nada absoluta y ¿por qué creó Dios el mundo? Para que en él habitara el hombre. Y ¿por qué creó al hombre si Dios Es Todopoderoso y no necesita de nadie para seguir existiendo? Dios creó al hombre para compartir Su gloria, es decir, Su valor real y también Su Espíritu Santo en donde está depositada La Gloria de Dios. Ese Espíritu es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo que Dios adquirió para Sí, para alabanza de Su gloria. Ef. 1, 14.
Ya que con El Espíritu Santo, el hombre, en efecto, recibe todos los dones y virtudes necesarios, y en ellos se manifiesta parte de La Gloria Total de Dios, pues, comportándonos en consecuencia a los dones y virtudes que Dios nos da, en efecto, nos asemejamos a Dios, en La Gloria de Dios, porque los cristianos también han sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido: Ef. 1, 13.
Así, pues, aun cuando Dios no necesitaba a nada ni a nadie, Dios por Su Amor comparte lo que tiene creando al hombre, pues, no haciéndolo no tendría caridad en el compartir. Pero como Dios no actúa así, sino, que por el contrario, Él Mismo nos ha enseñado a compartir, compartiendo Su Gloria creándonos a cada uno de nosotros y un lugar donde podamos subsistir. Este es el inicio del Amor.
Luego, Dios habiendo creado al hombre y sabiendo que el hombre caería producto del pecado, nos entregó a Su Hijo Único, en donde vemos nuevamente la donación por Caridad, es decir, por Amor a nosotros, para que tengamos Vida Eterna. Y esta Vida Eterna, es lograda con la misma eternidad que Es Dios; pues, Siendo El Hijo también Dios, Es El Único que encarnándose podía darnos La Vida Eterna. Él, en efecto, nos enseñó explícitamente lo que Es El Amor, donándose en el claustro del cuerpo de un hombre; que aunque Siendo Dios, no hay quien lo contenga; pero por ése mismo misterio de Dios que todo lo puede, habitó donde el entendimiento humano no puede comprender, pues, justamente es un misterio pero comprensible en cuanto Dios todo lo puede.
Por tanto, El Amor también es donación: Dios donó el mundo, donó Su Espíritu Santo para crearlo y crear al hombre también, y donó a Su Hijo Único, Jesucristo nuestro Señor. Nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo Ef. 1, 3. Es decir, que en Cristo se manifiesta no solo la donación con Su venida primera y en La Cruz redentora, sino, que por medio de esa cruz, el hombre logra parte de todos los bienes que en El Cielo serán plenitud.
Por ello es que el hombre en su arrepentimiento, en su inicio y permanente estado de conversión, va logrando su santidad, pues, ya conoce mejor lo que Es El Amor; pues, desde el principio de su conversión, el hombre grita lo que nos dice el Salmista hoy: Llegue a tu presencia el gemido del cautivo: / con tu brazo poderoso, / salva a los condenados a muerte. Es tiempo de conversión, de claridad, de humildad y de Amor que Dios ha manifestado al hombre que por su libre voluntad abraza.
La caridad sabe perdonar, por ello el Apóstol nos dice: «La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta» (1 Co 13, 4-7).
La caridad, hace que el hombre logre la paz y con ella tiene paciencia para volcarse al servicio de su hermano, pues, perdonándolo, le sirve del Amor, le da el servicio manifiesto para que el hermano se nutra de ese mismo Amor. El hombre que perdona no es egoísta y perdonando se ofrece y no se guarda nada. Todo lo excusa, pues excusando disculpa una omisión, la omisión del Amor que el otro hermano le profirió. Todo lo soporta, porque soportando, el hombre lleno de fortaleza, de temple, de paz perdona esperando que su antagonista cambie por el ejemplo que él mismo le da con su donación de falta de venganza. Esto es el perdón en El Amor.
(San Basilio Magno, Regulae fusius tractatae prol. 3). «O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda [...] y entonces estamos en la disposición de hijos»
Apartarse del mal, es buscar el perdón, pues, buscas el bien, buscas a Dios en donde encuentras el perdón de tus miserias, sometido a la obediencia, como esclavo de Cristo, esclavo del Amor, te haces al Amor por tu libre voluntad. Buscas perdón y perdonas, pues, en tanto des se te dará, ello busca La Divina Justicia que sabe equiparar todo cuando ha hecho el hombre, por ello querido hermano, es necesario el perdón y la reconciliación con Dios y con tu hermano «no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo». Lc. 12, 58-59.
Benedicto XVI, 25 sept, 2005. Caridad no significa ante todo el acto o el sentimiento benéfico, sino el don espiritual, el amor de Dios que el Espíritu Santo infunde en el corazón humano y que lleva a entregarse a su vez al mismo Dios y al prójimo.
I Juan 3,16: En esto hemos conocido lo que es amor: en que Él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Por tanto, si esto es cuanto nos ha pedido El Divino Redentor, es porque por virtud a la santa obediencia, el hombre debe hacer todo cuanto Dios le pide, porque obedeciendo cumplimos, y cumpliendo aquilatamos en el corazón El Amor que Dios nos da. Así, pues, perdonando damos de nosotros; es decir, nos donamos en Amor, negándonos a nuestras miserias que pudiendo ser venganzas y egoísmos, lo suplimos por perdón y entrega del Amor de Dios que está en nuestro corazón.
Poniendo todo lo anterior en práctica nos ponemos a tiro con aquello que dice: «Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad.» I Juan 3,17-18. Es, pues, necesario que el hombre construya la civilización del Amor para lograr una sociedad más justa, pues amando y perdonando logramos atraer a la paz tan necesaria en el mundo actual, pues así nos manda El Divino Maestro: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial. -Mateo 5,43-48. Cf. Lc 6, 28.
BXVI. Deus Caritas Est: 10. El amor apasionado de Dios por su pueblo, por el hombre, es a la vez un amor que perdona. Un amor tan grande que pone a Dios contra Sí Mismo, su amor contra su justicia. El cristiano ve perfilarse ya en esto, veladamente, el misterio de la Cruz: Dios ama tanto al hombre que, haciéndose hombre Él Mismo, lo acompaña incluso en la muerte y, de este modo, reconcilia la justicia y el amor.
El hombre encuentra en Dios el modelo perfecto del perdón, porque habiendo amado Dios al hombre creándolo y volviéndolo soberano de todo lo creado, además le dio a Su Hijo Único, y con esta muestra suprema de Amor, Dios Mismo no puede hacer tanto para que el hombre muera por tan poco, aunque ese poco por ser considerado por el hombre por más que todo lo que Dios le dio, merece ciertamente todo el peso de La Ley de La Justicia Divina, a no ser que por el arrepentimiento perfecto del hombre y La Misericordia de Dios, el perdón sea otorgado por El Amor y aplaque La Justicia Divina.
Por tanto, si Dios te ha perdonado, ¿por qué no vas a perdonar tú? ¿Es, pues, justo que Dios te perdone y que no perdones? Entonces ¿por qué rezas diciendo: Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden? Si tu rostro manifiesta la hipocresía, habrás sido perdonado antes pero no después cuando comparezcas ante El Justo Juez el día que dejes este mundo.
Reconciliatio et Penitentia. JPII 9: La unidad debe ser el resultado de una verdadera conversión de todos, del perdón recíproco, del diálogo teológico y de las relaciones fraternas, de la oración, de la plena docilidad a la acción del Espíritu Santo, que es también Espíritu de reconciliación.
Si anhelamos y necesitamos de una Iglesia Unida, es necesario el perdón de todos entre todos, para que a la vez seamos perdonados también, y es que todos estando propensos al pecado, luego pediremos perdón. Por tanto, no hay quien diga que no necesita ni necesitará perdón, pero no es esa consecuencia lógica la que nos debe obligar primero a perdonar, porque actuando así y poniendo primero nuestra conveniencia, estamos actuando por mero interés propio, es decir, somos egoístas pensando en que Dios me perdonará, pero no ha primado el perdón por Amor a Dios y a mi hermano, solo por amor a uno mismo, lo que lo califica de egoísta. Ese perdón, es, pues, necesario que sea adherido al Amor de Dios, para que el perdón sea sincero tal como nos pide el Divino Maestro en El Sagrado Evangelio de hoy: dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros. Si tu medida fue sin perdón no habrá perdón, si tu falta de perdón fue colmada en odio, venganza e ira, Él también la usará contigo. Sé justo y practica el perdón en El Amor y se usará igualmente contigo.
Que Dios nos bendiga queridos hermanos y hermanas, y que fructifique sobreabundantemente la liturgia de hoy en nuestras vidas.
Los dejo con el mensaje de la importancia de comulgar todos los días o cuanto menos los domingos y fiestas de guardar:
El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre,
tiene Vida Eterna, y Yo lo resucitaré el último día.
Dice el Señor (Jn. 6,54)
En el nombre del Padre, etc…
Comentarios