Bueno, este era un cuento debido hace tiempo. Ahí va, no quiero decir más, porque ya está todo dicho.
"Rosana era una destacada periodista que después de unos exitosos primeros años de trabajo en un célebre periódico nacional, fue enviada a Ámsterdam como agregada en la embajada de España. Dicho puesto fue abandonado rápidamente para dedicarse de lleno al periodismo que era su verdadera vocación.
Cautivada por el ritmo y la vida de la ciudad decidió quedarse en Ámsterdam.
El trabajo en los últimos meses había sido agotador. La feria anual del libro, el festival internacional de fotografía y el Holland Festival la habían dejado al borde del estrés. Por suerte el director del diario ya le había autorizado esas merecidas vacaciones.
Madrid era ya un hecho consumado y esos anhelados cinco días de descanso en la capital española la dejarían como nueva.
Nada de horarios ni de noticias. ¡Libertad!
Llego el día. Rosana se encontró en el aeropuerto con Fátima, vieja amiga de la infancia y compañera de la facultad, se sentaron un la confitería, bebieron un café y hablaron de todo mientras esperaban la hora de embarque.
Después de bromear sobre la suerte de haber viajado en clase preferente gracias a que sobraban asientos en la cabina el avión aterrizaba en Barajas.
Ni a ella, ni a Fátima les enloquecía el mar, sin embargo la noche madrileña era para ellas como un sedante.
Los primeros cuatro días habían transcurrido tan rápidamente, entre paseos y compras, que no podía creer que mañana por la tarde ya deberían retornar a la rutina, allá en Ámsterdam.
Decididas a aprovechar esa última noche se arreglaron, se vistieron elegantes y después de unas llamadas telefónicas salieron hacia la Puerta de Sol.
Estaban disfrutando de unas copas con unos amigos, cuando los bellos ojos de Rosana centellaron ante la presencia de aquel atractivo joven, que no dejaba de contemplarla.
Disimuló no haberse dado cuenta y continúo hablando con los de su mesa.
Para Marcos, joven escritor, esa bella morena prometía ser un nuevo descubrimiento, ó tal vez, por que no, un hallazgo interesante para el personaje de su última novela en la que estaba trabajando para llenar otra vez las librerías.
Sea lo que sea, para él ya todo estaba decidido.
Un par de rojos claveles, comprados a un vendedor ambulante, y un mensaje escrito sobre una blanca servilleta de papel, lo presentaron en la mesa de Rosana.
Minutos después ambos reían sin descanso, mientras que vasos vacíos de cerveza se apiñaban sobre la mesa del bar.
Pasada la media noche Rosana se disculpó y le dijo a Marcos que debía volver temprano debido a que a la mañana siguiente volvería a la capital holandesa. Él, muy cortésmente se ofreció a acompañarla y aprovechando la templada noche se fueron caminando hasta el hotel."
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