Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
En ninguna lengua ha faltado nunca una literatura crítica con la situación política y social del pueblo que la habla. La literatura, como actividad humana, no puede ni debe ignorar ni alejarse de las circunstancias sociales y económicas que afectan a la colectividad a la que pertenece el escritor o la escritura. Y dentro de las letras y las humanidades, el género más sensible a la denuncia de la injusticia social y la desigualdad, es la poesía. De esta manera, a través de la historia literaria, también en castellano, se ha desplegado y extendido una poesía de la conciencia, una poesía crítica que como nota característica muestra la consideración de la dimensión social y política como núcleo de la naturaleza humana, que nos muestra la actitud ética y moral de una persona, el poeta o la poetisa, comprometida con las cosas más graves y severas que suceden con sus congéneres en el momento histórico en que está viviendo.
“La poesía es un arma cargada de futuro”, ya lo decía Gabriel Celaya, otro poeta vasco, de los más destacados representantes de la que se denominó “poesía comprometida” o “poesía social”. Y al igual que él, Silvia Delgado Fuentes, se preocupa por escribir sobre lo que preocupa, angustia o amenaza al pueblo, a las personas, en cada momento, cumpliendo además con lo único que hay que exigirle, puesto que hablamos de un arte, el poético, y es que lo hace con acierto literario, lo mismo que cuando otros poetas, otras poetisas, se expresan escribiendo sobre lo que les alegra, emociona o insufla esperanza. Hoy hemos tenido la suerte de disfrutar de la compañía de una mujer poeta que escribe con un irrenunciable compromiso ético con la verdad y con la justicia social.
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