Ludmila Marozzini - La mula vanidosa - Había una vez una mula que, sabiendo su origen, siempre hablaba de su madre, la yegua, para demostrar una ascendencia más honorable que la que le venía de su padre, un humilde burro.
-Mi madre- decía vanidosa, era la yegua de Marcia, una amazona de circo, que la crió desde potrilla. Y así, mi mami aprendió volteretas y brincos para encantar al público.
-Los domingos y feriados, seguía diciendo,todo el pueblo asistirá a mirar el espectáculo de Marcia y mi mamá, que estaba bellísima cubierta de cintas y cascabeles...
De su padre, el borrico del molino del pueblo, jamás hablaba. Le parecía aburrido e insignificante contar su vida como burro de noria.
-¿Papá? Ahhh, si. Vive en el molino- decía. Y no agregaba nada más. En cambio, se pasaba el día vanagloriandose de su origen materno.
Soñaba y creía que había heredado todo el talento de la yegua. Así, todo trabajo que le ofrecían le parecía inferior a lo que esperaba y creía merecer.
Pero los años pasaron. Cada vez recibía menos ofertas, y solo se ocupaba en trabajos cortos que, según ella, eran indignos de su origen artístico.
Confundida por esta creencia, nuestra vanidosa mula vio pasar el tiempo sin especializarse en nada. Y ya nadie en el pueblo le ofreció ningún trabajo, ni odioso ni a su gusto... Entonces si que se llenó de angustia: ¿como pasaría su vejez?
Ya estaba por desesperar, cuando una mañana llegó hasta su establo el molino.
Este se había enterado de que la hija de su fiel y trabajador burro estaba atravesando momentos sumamentes difíciles.
Entonces, lo invito a vivir en el molino junto a su olvidado padre.
Arrepentida, la mula tuvo que agradecer al sencillo borrico, a quien no había querido ni nombrar en su orgullosa juventud, tan equivocada.
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