“ El hombre blanco es muy listo. Ha metido un cuchillo en las cosas que nos mantenían unidos y nos hemos derrumbado.”
Chinua Achebe nació en 1.930 en el pueblo de Ogidi, en el sureste de Nigeria, hijo de padres protestantes. De niño hablaba igbo en casa e inglés en la escuela. Se graduó en el Colegio Universitario de Ibadán en 1.952, y en los doce años siguientes escribió las tres novelas que serían el fundamento de su obra: “Todo se desmorona” de 1.958, “Me alegraría de otra muerte” de 1.960 y “La flecha del dios” de 1.964. En 1.961 se casó con Christie Chinwe Okoli, con quién tuvo cuatro hijos. Empezó una carrera en la radio, que acabó con el estallido de la guerra de Biafra. Impartió clases en Estados Unidos y en Nigeria, y escribió relatos, poesía, ensayo y literatura infantil. En 1.990, un accidente de coche lo redujo a una silla de ruedas para el resto de su vida. En 1.992 obtuvo una plaza de profesor en el Bard College de Nueva York, y en 2009 se trasladó a la Brown University, en Rhode Island. En el año 2007 recibió el premio Man Booker Internacional de ficción. Murió en 2013, a los 82 años.
“Todo se desmorona”, de Chinua Achebe, fue una de las primeras novelas en ofrecer un modo de expresión a los autores indígenas de Nigeria, y fue el catalizador de una de la formación de un deslumbrante canon literario. Esta narración multidimensional sobre una tribu ficticia y su catastrófico contacto con los colonizadores británicos a finales del siglo XIX se ha convertido desde entonces en la novela africana más leída en el mundo, con más de doce millones de ejemplares vendidos en cincuenta idiomas. La historia contada en esta resuena en todas las culturas tradicionales del mundo desgarradas por una invasión. El título de la novela está tomado de un poema de Yeats, “El segundo advenimiento”, escrito a raíz de la I Guerra. Las apocalípticas imágenes de Yeats sobre un mundo sumido en la anarquía y la llegada de un ambiguo mesías presagian en la novela el de los colonizadores cristianos blancos que invaden y destrozan las culturas tribales.
Al principio de la obra aprendemos ; tal vez por ello no resulte sorprendente que algunos lugareños de Umuofia sean seducidos por los himnos y los relatos bíblicos de los colonizadores. Achebe seduce al lector de un modo similar, atrayéndolo hacia una novela clásica con una trama fascinante y un héroe trágico, todo ello enriquecido con los mitos y la tradición oral de la cultura nigeriana. Cuando Achebe publicó “Todo de desmorona”, Nigeria se hallaba en un estado de inestabilidad política que condujo a su independencia en 1.960. Escribió esta novela en parte como una respuesta a la representación de África en los libros que estudió en la universidad. Achebe apuntaba que la novela ambientada en Nigeria “Míster Johnson” de 1.939, del autor anglo irlandés Joyce Cary, era celebrada como un fino ejemplo de escritura sobre África, pero los nigerianos veían en ella una corriente subterránea de desagrado y burla. Asimismo mantenía que la horripilante descripción de los nativos en “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad de 1.899, tipificaba el racismo endémico mostrado por los escritores europeos en la literatura sobre África. La respuesta fue escribir una elaborada historia, llena de matices, sobre el derrumbamiento de una sociedad tradicional: una rica comunidad del pueblo igbo. En lugar de las indistinguibles hordas salvajes de Conrad, Achebe puebla su aldea de Umuofia con vibrantes personajes que saltan de la página. Situada en el sur de la Nigeria precolonial en la década de 1.890, la obra retrata una sociedad civilizada con una rica tradición cultural, comercial, religiosa y legal. Las atenciones y ceremonias sociales del pueblo (como la de repartir y compartir la nuez de cola), el regateo del precio de la novia y la importancia de la castidad y la obediencia de la mujer en esta sociedad patriarcal no estarían fuera de lugar en una novela europea de la época. En Umuofia la vida gira en torno a las estaciones: los aldeanos plantan, cuidan y recolectan los cultivos del ñame, observan la y disfrutan de festejos en los que no faltan el vino de palma, las competiciones de lucha, el relato de cuentos y las canciones.
El protagonista, Okonkwo, es un famoso guerrero, esposo irascible de tres mujeres y orgulloso propietario de una gran finca. No habiendo recibido herencia de su frívolo, cobarde y endeudado padre, a quién se esfuerza por parecerse lo menos posible, Okonkwo trabaja los campos como aparcero para hacerse rico, y acumula ñame y cauri, que significa prosperidad. Su segunda esposa, Ekwefi, es una belleza que dejó a su primer marido llevada por su pasión por Okonkwo; su única hija, Ezinma, es una fogosa chica con tal entendimiento de su padre y de las sutilezas de la vida de poblado que Okonkwo concluye más de una vez que debería haber nacido varón. En la cultura igbo, los deseos de los dioses son transmitidos por los egwugwu, ancianos de la tribu enmascarados que representan a los espíritus ancestrales del clan, e implican brutales actos sacrificiales: esta será la grieta por la que se quebrará su cultura. Aunque >, se dice en la obra, eran pocos los que acataban tan sumisamente como Okonkwo la sanguinaria voluntad de los dioses. Su ideología guerrera había empezado a apartarlo de aquellos que ya se hacían preguntas aún antes de la llegada del hombre blanco. Ekwefi decide proteger a su hija de los dioses y Obierika, amigo de Okomkwo, duda sobre la práctica de abandonar a los gemelos al nacer, pero
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