Is. 11,1-10. Brotará un renuevo del tronco de Jesé.
Rom. 15,4-9. Acogeos mutuamente como Cristo os acogió.
Mt. 3,1-12. Dad el fruto que pide la conversión.
Reflexión:
El Adviento es, sobre todo, un tiempo de esperanza, un tiempo de preparación que surge en la Iglesia, en un principio como tiempo para preparar la venida gloriosa del Señor, un tiempo que orienta a los cristianos hacia el retorno glorioso del Señor al final de los tiempos. Pero conforme se afianzó la celebración de la fiesta de la Navidad y empezó a cobrar importancia, el Adviento se presentó también como un tiempo para la espera gozosa de la Navidad.
Sobre él se posará el Espíritu del Señor Así, hoy el profeta Isaías, en la primera lectura nos presenta la esperanza de Israel. En un tiempo donde, en Israel, las autoridades civiles y religiosas se enriquecen a costa de los más pobres, el pro feta anuncia la llegada de un descendiente de David que vendrá con la fuerza del Espíritu, que traerá al Juez que cumplirá estrictamente la voluntad de Dios, el juez que «no juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas». Así Isaías anuncia, a la vez, un futuro de justicia y derecho con la venida del Mesías.
Preparad el camino del Señor. Este futuro anunciado por Isaías, se ha ce presente en Jesús de Nazaret, anunciado por Juan Bautista en el desierto, Juan anuncia la llegada del que ya viene a instaurar el auténtico bautismo, no so- lamente un rito de conversión como el de Juan, sino el bautismo en Espíritu Santo y fuego. Para ello Juan está predicando la necesidad de preparar su venida mediante una auténtica conversión pues ya no valen privilegios, «Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras», ahora solo vale la conversión del corazón y desterrar la hipocresía para recibir el Reino de Dios que ya está presente en medio de nosotros. El precursor anuncia el juicio definitivo de Dios y con ello nos dice que es suma mente urgente un cambio para entrar en la salvación.
Iglesia precursora. A la luz de la predicación del Bautista podemos decir que también la Iglesia, hoy, es precursora de Cristo porque la Iglesia tiene que llevar adelante este anuncio del Bautista, señalarlo como ya presente en medio de nosotros; así, cada creyente tiene que ser un precursor, con su vida y con su palabra, del Salvador que está ya cerca de los hombres y es necesario que alguien les anuncie que es así. Porque solo Jesús da sentido pleno a la vida humana. No somos bautistas sino jesusistas.
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