¿Cómo se está usando el territorio nacional? ¿Quiénes lo están usando? ¿A quiénes benefician los usos actuales, en el campo y en las ciudades?
Desde hace siglos, se ha buscado formas de ordenar el espacio, en particular, de aplicar a las ciudades esquemas que permitieran el desarrollo eficiente de las actividades y lograr una mejor convivencia ciudadana.
Ciudades como París, Barcelona, Washington, aplicaron sendas “reformas urbanas” – entendidas exclusivamente como ordenamiento físico – que cambiaron drásticamente la estructura de las mismas y se tornaron referentes para otras ciudades en todo el mundo. Ni hablar de las utopías que, a lo largo de la historia, han pensado y diseñado “la ciudad ideal”, como lugar en donde habrían regido la plena armonía entre las personas y el perfecto equilibrio con la naturaleza.
De las ciudades, se pasó al ámbito más general del territorio, es decir, a definir criterios y aplicar regulaciones para organizar las formas de uso y ocupación del suelo, de modo a cautelar para el corto, mediano y largo plazo el interés general de la sociedad, atendiendo a consideraciones de carácter ambiental, social y económico.
¿Qué se busca con ello? Que el futuro no sorprenda a los ocupantes de determinados lugares en situaciones críticas o de riesgo ni que formas indebidas de utilización del territorio acarreen daños a particulares ni al país, en general. Para el efecto, se recurre a expertos de diferentes disciplinas, como la planificación, la geografía, la ecología, las técnicas administrativas y los aspectos jurídicos y normativos. A este proceso se denomina ordenación del territorio, mediante el cual se permite o se prohíbe determinados usos y actividades en áreas y lugares específicos.
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