Siento que se desborda el rojo en mis adentros,
el fuego de mi ira, las olas de mi sangre,
y las dunas de tu piel.
Se inflama la mañana allá en la lejanía,
la luna ya se duerme,
vienen las golondrinas haciéndose gigantes,
con esa algarabía, en tromba por los tejados.
Siento que entro en la luz como en la bruma,
lamiendo la espuma que retoza en tu arena,
siento que doy la espalda a la lluvia
para sentir su mano helada,
como un reclamo atrayendo los sentidos.
Siento ser el latido del ser que se embadurna
en los rayos dorados que el sol desgarra en arañazos,
dándole los reflejos a los espejos de las aguas,
y robándole a las nubes los latidos del cielo.
Deseo ser la luz que intenta alumbrar
tu difusa penumbra, sombra que se esconde
en el aura de toda tu sideral belleza,
No quiero soltarme de tu mano,
cortando la cabeza de una vez por todas
a toda esa tarima que soporta el dolor,
ese dolor de antaño, serpiente venenosa,
lapa cual ventosa con su voz apagada.
Ya se están despertando las palabras durmientes
y aquellos incipientes besos que nacieron robados
en el estertor naciente de un pecho enamorado,
que surgió del engaño, por la falta de amor.
Y también el deseo, aquella alondra
cantando en las mañanas,
con las sábanas tocando la alfombra
donde ciegamente nos amamos,
entre sonidos y anhelos casi agónicos.
Siniestro fue romper sin querer destruir
mis pensamientos y mis emociones,
respirando escalones y bajando de los cielos
al tocar las palabras disipadas al viento,
recogiendo gemidos, contrayendo los sueños,
y recostando en el aire el sopor del silencio.
Las puertas se han cerrado,
el reducto a tu inicio se ha llenado de auroras,
ya voy descalzo siempre llevando en la derrota
lágrimas congeladas, guardadas a la fuerza
en mis ojos delirantes,
mis sienes tienen sal o espuma de encajes,
me solté el atalaje para poder por fin
descender a la vida,
y allí por fin soñé,
¡recomiéndome el alma!
Chema Muñoz©
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