Tantra, el culto de lo femenino 9/11
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El elemento «Fuego» (Tejas). Es la materia en estado «radiante», por ejemplo los rayos del Sol y de las estrellas, pero también el fuego corriente. Sin el elemento Fuego nuestro planeta estaría helado, pues el Sol no podría irradiar su calor hasta nosotros a través de la inmensidad espacial, y hasta ignoraríamos su existencia y la de las estrellas. En realidad el problema no se podría plantear, porque sin la radiación solar que anima toda la vida terrestre no estaríamos aquí para hablar de ello (véase también el capítulo dedicado a Shiva, el bailarín cósmico que danza en el seno del «fuego» universal). El elemento «Éter» (Aksha). Es el elemento alquímico que ha resistido más ante el asalto de la ciencia. En efecto, era axiomático considerar que el vacío universal estaba lleno de una sustancia sumamente tenue sin resistencia alguna a la propagación de ondas y ¿le partículas de alta energía: parecía impensable que algo pudiera propagarse en el vacío. Todo cambió en 1880 porque fracasaron las experiencias de Michel-son, que quería poner en evidencia el éter gracias a la interferencia ultrasensible que había inventado. Luego la física abandonó este último elemento, al menos provisionalmente, porque con timidez, de puntillas prepara un regreso sigiloso... Para el tantra, el elemento Éter, Aksha, es a la vez «nuestro» éter, es decir, la materia en el estado más sutil que pueda concebirse, y algo indefinible científicamente (¿me atreveré a decir que «provisionalmente»?) que yo llamaría, a falta de una denominación mejor, el espacio dinámico. En la concepción habitual, ingenua, el espacio es un gran agujero inerte, en el cual el Buen Dios ha metido el universo. Por supuesto que no es ésta la visión de la ciencia, que sin embargo tampoco está mejor pertrechada, pues ignora totalmente la naturaleza del espacio, así como la del tiempo... Para el tantra, Aksha, el espacio dinámico, es el punto de emergencia permanente de la creación, la frontera imprecisa donde lo manifiesto surge de lo no manifiesto, siempre y en todas partes. Es el soporte onmipresente del universo manifiesto y por eso el maithuna, la unión ritual, lo simboliza, pues es el acto más (pro)creador que existe, la réplica del acto creador cósmico último. Acepto que todo esto es muy esquemático, como tantas otras cosas en este libro de intención panorámica más que académica. Dicho esto, me queda integrar este simbolismo a los cinco makaras. Comencemos por Mudra, el grano. Comiéndolo con respeto, el tántrico sabe que este ingrediente «poco costoso producido por la tierra da vida a las criaturas y está en la base de la vida en los tres reinos». A través de él, el hombre arcaico retorna a la Tierra Madre, en cuyo homenaje se celebraban los ritos orgiásticos de la fertilidad. Comer cereales es unirse a la tierra nutricia, absorber el mundo material con el que estoy en constante intercambio. Comiendo pescado (Matsya), que «nace en el agua, es bello, delicioso, y dispensa el poder de engendrar» --el simbolismo sexual del pez es conocido--, el tántrico se une simbólicamente con el elemento Agua, fuente de toda vida, sin el cual la Tierra sería un astro muerto, y con todas las criaturas que viven en los mares, los lagos y los ríos. Recuerdo (véase «Contemplemos a nuestra Madre, la mar») una frase del comandante Cousteau: «Somos agua de mar organizada». Es literalmente cierto: yo soy un acuario ambulante. Esa es la razón por la cual entre los accesorios rituales se encuentra la ghata (ánfora, símbolo del útero) llena de agua perfumada que representa el líquido amniótico, adornada con tilakas, marcas rituales trazadas con polvo bermellón o pasta de sándalo. En el útero, durante mi desarrollo fetal, he pasado por el estadio «pez», y misteriosamente, en alguna parte, algo de mí lo recuerda. Consumiendo carne (Mamsa) el adepto se une a todo lo que vive en el aire, a toda la vida animal, desde los mamíferos hasta los pájaros. Sobre todo al comer la cabra sacrificada el adepto sabe que, para comer, se ha debido matarla, y con veneración acepta ese sacrificio. Antes de cortarle la cabeza de un solo golpe, lo cual le ahorra sufrimientos, la cabra ha sido largamente «iniciada» y consagrada ritualmente. El gurú le ha murmurado a la oreja el mantra salvador que la hará reencarnarse en una forma más evolucionada. Durante todo ese tiempo, la calma de la
cabra es notable; incluso cuando le fijan la cabeza a la estaca sacrificial, en forma de Y, y la estiran, no se debate, como si comprendiera y aceptara su sacrificio. Sorprendente. La Mrkandeya Purana, XCI, 32, dice: OM, bendito sea el animal con sus cuernos y sus miembros. OM, fija el animal al oscuro pilar que separa la vida de la muerte. OM, ata bien al animal que simboliza en parte al Universo. Justo antes de asestar el golpe fatal: OM, Hrim, Kl, de los dientes terribles devora, traga, corta, mata... ... luego el brillo del metal: la cimitarra se abate. Esto les parece cruel a aquellos que matan... por procuración. En nuestros mataderos no se juega: ¿respetan a los animales antes de matarlos? Plantear la pregunta es ya responder a ella... Para que su sacrificio permanezca presenta en el espíritu, recuerdo que la cabeza de la cabra es colocada sobre una fuente, con una lámpara encendida sobre el cráneo, símbolo de su Sí mismo inmortal y consciente. El vino (Madya) es el elemento Fuego, y el Mahanirvana Tantra (VI, 185-187) precisa: «Con su Shakti sentada a su derecha, el adorador le presentará una hermosa copa (pn ptra) de oro, de plata o de cristal, o una cascara de coco. A su derecha, colocará el plato de carne (Shuddi Ptr). Luego el preceptor inteligente distribuirá o hará distribuir el vino en las copas, la carne en los platos, según el orden de precedencia. Beberá y comerá con sus adeptos, primero el mejor plato de carne, y luego, con el corazón alegre, los tántricos levantarán todos su copa de vino. Después, meditando sobre la kundalin, sede de la conciencia y de la energía en espiral que circula desde la lengua hasta la base del cuerpo, recitarán el mantra principal; por último, autorizándose mutuamente, se llevarán la copa a los labios». Hablemos en primer lugar de la copa, que simboliza el yoni al mismo tiempo que evoca una caja craneana: en la pj la imagen de la muerte debe estar muy presente para dar relieve a sus antídotos, comer y procrear. Antigua y tradicionalmente, el vino se bebía en una verdadera caja craneana, el vino que evoca la sangre, símbolo de vida y, para este uso, era muy buscado un cráneo- de brahmán. Más tarde esos cráneos escasearon y se los sustituyó por una cascara de coco. Sabiendo esto, se ve con otros ojos esta costumbre india todavía en vigor: antes de que el hijo mayor de un hindú de casta alta, sobre todo de un brahmán, encienda la pira funeraria del padre, le rompe el cráneo. Oficialmente, para que el alma pueda abandonar el cuerpo; oficiosamente, para prevenir toda «recuperación» intempestiva... En el Tibet, esos cráneos-copa estaban tapizados interiormente con una capa de plata tallada con motivos rituales: un día vi uno magnífico en la vitrina de un anticuario de Ginebra, pero me eché atrás por el precio. Algunos días más tarde reflexioné y regresé: demasiado tarde, ya lo habían vendido. Pero, en virtud del principio de que de todos los sentimientos desagradables, el
arrepentimiento es el más inútil, no lo tengo... El vino debe atizar el deseo y estimular el fuego de la kundalin, el polo de la especie, en la parte baja de la columna vertebral, en conexión con la lengua. Junto con el acharya, cada Shiva toma la copa con las dos manos y la presenta a su Shakti a la altura de sus labios, fijando su mirada en la suya. Ella lo acepta con las dos manos también, saborea lentamente el primer trago, luego le vuelve a pasar la copa para que él beba a su vez. Shakti y Shiva se irán pasando la copa, y se mirarán siempre a los ojos, todo lo cual engendra un gran deseo de intercambio. Es un momento muy intenso del ritual, pues cada uno sabe que el punto culminante de la pj está cerca. (No olvidemos que es el azar lo que los ha unido esta noche...) Viene entonces la unión ritual (Maithuna): «El último tattwa, oh diosa, procura grandes goces; en el origen de todas las criaturas, sin comienzo ni fin, es la raíz del universo». Releamos esta frase y meditemos: lapidaria, incluye la esencia de la pj. Todo el ritual tiende hacia el maithuna para hacer esta experiencia lo más intensa posible, pero sobre todo espiritual. Cito a Colaabavala: «En el tantra, después de haber despertado la energía sexual, hay que hacerla operar. Para convertirse en energía vital pura, debe abandonar su sitio habitual, los órganos genitales. Así la intimidad física, nacida del contacto sexual, desemboca en una fusión psíquica: nada se hace, por el contrario, para desencadenar el orgasmo por fricciones genitales, sino que todo apunta a crear una corriente poderosa de intercambio espiritual... El orgasmo no es rechazado, pero debe producirse a nivel cerebral y no genital, como sucede en la unión profana... »La disposición de las parejas tántricas no es idéntica en todos los rituales. Así, a veces las Shaktis, acostadas de espaldas, con los brazos y las piernas separadas, dibujan cada una un pentáculo, la estrella flamígera simbólica. La cabeza, la quinta rama del dibujo, está muy frecuentemente orientada hacia el interior del círculo, aunque también se practica la posición inversa». Por último, la chakrapj va acompañada en todo momento y en todo nivel de la magia encantadora de los mantras y de su concreción visual, los yantras, objeto de capítulos especiales. Si bien la chakra pj no es importable a Occidente, los cinco makaras, por el contrario, pueden muy bien integrarse en la práctica occidental.
6 El dominio Sexual Orgasmo en masculino
Si hemos de creer a los sexólogos y a los psicólogos, la mayoría de las mujeres ignoran el orgasmo, o bien la literatura sexológica hace del orgasmo «a toda costa» un problema diciendo que un contacto sin orgasmo es un fracaso. Si bien el tantra ignora la obsesión del orgasmo obligatorio, propuesto como ideal a la pareja «moderna», sin embargo el problema del orgasmo femenino existe. Rajneesh, referencia tántrica dudosa, ha escrito sin embargo en su Book of Secrets, vol. I, p. 397: «Por eso las mujeres están enfadadas e irritadas y así seguirán. Ninguna meditación puede aportarles la paz; ninguna filosofía, ni religión, ni ética, puede hacerles sentir cómodas con los hombres con quienes conviven. Ellas viven frustradas, porque el tantra, como la ciencia moderna, afirma que si la mujer no es verdaderamente colmada por el orgasmo, creará problemas en la familia. Esta privación mantendrá su irritabilidad y siempre estará de humor querellante.
»Si su mujer es gruñona, debe usted reconsiderar la situación, pues la causa puede que no esté simplemente en ella, puede estar en usted. Cuando las mujeres no llegan al orgasmo, se vuelven anti-sexo y no están disponibles para la sexualidad, ¿Por qué habrían de estar dispuestas si jamás experimentan la felicidad profunda? "Después" tienen la sensación de haber sido utilizadas. »La casi totalidad de las mujeres no alcanzan jamás ese punto culminante, esa convulsión del cuerpo durante la cual cada fibra de su ser vibra, cada célula se hace viviente. Y no lo alcanzan a causa de la actitud antisexual de la sociedad. Su mente se vuelve contestataria y la mujer así reprimida se vuelve frígida». Para completar el cuadro cito esta frase terrible, tomada del informe Hite: «Sí, las mujeres deben con frecuencia aprender a gozar a pesar de sus compañeros, y no gracias a ellos» (pág. 275). En general se admite que el problema del orgasmo existe, pero sólo en la mujer: el hombre eyacula, por tanto tiene un orgasmo. Ese «por tanto» está de más. La eyaculación es una cosa y el orgasmo otra totalmente distinta. Si bien algunos sexólogos modernos lo saben, el público lo ignora y el hombre «normal» desorbita los ojos cuando le dicen que al menos el 90 % de los hombres desconoce el orgasmo. Como la eyaculación y los pocos segundos que la preceden son el punto culminante de su experiencia sexual, el hombre está convencido de que el orgasmo masculino es eso. Al contrario, el tantra sabe desde hace milenios que es precisamente la eyaculación lo que aparta al hombre del orgasmo verdadero, del éxtasis sexual que lleva a los niveles de conciencia superiores, cósmicos. La eyaculación para en seco la experiencia, tanto para él como para ella. Digámoslo claramente: si el 90 % de las mujeres no experimentan el orgasmo es porque el 85 % de los hombres son eyaculadores precoces... Definición: un eyaculador precoz es un hombre incapaz de retrasar la eyaculación al menos hasta que su mujer esté colmada, después de uno o varios orgasmos. El solo hecho de retrasar la eyaculación no implica sin embargo que llegue al verdadero orgasmo, aunque su experiencia sexual sea intensa y satisfactoria, pero ya es un progreso. La eyaculación corta en seco la ascensión hacia el orgasmo masculino y mata el deseo, ese magnetismo encantado que, en la pareja, debería ser una música ambiental permanente, incluso fuera de los contactos sexuales concretos. Con la destumescencia del lingam, ese magnetismo y el hechizo de la unión Shiva-Shakti se desvanecen: la pareja se separa para reencontrarse en la vulgaridad de lo cotidiano, lo que es más que lamentable. El tantra promete al hombre una potencia sexual ilimitada, erecciones tan prolongadas como su compañera y él mismo lo deseen, la capacidad de tener dos o tres contactos sexuales diarios --¡o más, según el tao--, sin cesar jamás de desear a su Shakti. Este programa lo seduce... al igual que a su compañera, pero ante el precio --renunciar a la eyaculación-- la sonrisa se borra y la cara se alarga. En efecto, el guión clásico (besos, caricias más o menos sabias, penetración, vaivén, eyaculación y destumescencia) nos parece natural, intocable e ineluctable, y el reflejo eyaculatorio venido del fondo de las edades es tenaz. El impulso sexual se arraiga en la irresistible pulsión de la especie, que quiere sobrevivir, por tanto procrear, por tanto eyacular. Este comportamiento, implantado en nuestros genes, se ve reforzado por nuestra educación. Para el tantra, salvo evidentemente cuando se trata de procrear, la eyaculación es superflua. Sin embargo, se comprenden las reticencias del varón a quien se le propone dejar ese condicionamiento y evitar la eyaculación, proclamada aguafiestas. Ahora bien, desde el punto de vista de la vida en pareja, incluso sin apuntar a la espiritualización del sexo buscada por el tantra, el asunto vale la pena. El tao, que es una especie de tantra chino, comparte ese punto de vista: Jolang Chang en su Tao de l'Art d'aimer escribe: «Los antiguos taoístas enseñaban que el orgasmo masculino y la eyaculación no era una única y misma cosa. Eyaculaciones más espaciadas no significaban en ningún caso que un hombre fuese
sexualmente disminuido ni que experimentase menos placer físico. Es por costumbre que se llama a la eyaculación «punto culminante del placer». Y es una costumbre nefasta. »Me preguntan con frecuencia qué placer puede experimentar si sólo eyaculo una vez de cada cien. En general respondo esto: «No cambiaría ciertamente el placer intenso que yo experimento por el vuestro. Los doce años durante los cuales me dediqué a ese placer vinculado al instante de la eyaculación son para mí largos años perdidos». Si mi interlocutor es un hombre, no puede poner en duda mi sinceridad; me verá apacible, feliz, con buena salud y siempre con ganas de hacer el amor. Si se trata de una mujer, y si ella lamenta --por mí-- al comienzo de nuestras relaciones mi actitud, pronto mi ardor le disipa la menor duda en cuanto a la intensidad del placer que siento con ella. Le bastarán unas pocas horas para comprobar que experimenta una forma de amar totalmente nueva, y se dará probablemente cuenta de que nunca los contactos amorosos le habían procurado tanto goce. De hecho, muchas mujeres han tenido la generosidad de reconocer que habían ignorado hasta entonces que el acto sexual podía aportarles un placer tan profundo» (pág. 29). «Así, durante doce años me contenté con eyacular, o con masturbarme dentro de una vagina (pues así veo las cosas hoy) [...] Ahora puedo decir que el acto sexual sin eyaculación representa también la eliminación de una tensión, pero sin explosión. Es un placer que se traduce por un apaciguamiento y no por violencia, una fusión voluptuosa, sensual, y prolongada en algo más amplio y más trascendente que uno mismo. Es un sentimiento de comunión en un todo, no una separación; de unión estrecha y de participación, y no un espasmo individual y solitario que excluye a la pareja. No hay palabras para describirlo» (pp. 31-32). Sin embargo, antes de abordar la práctica, precisemos que de ningún modo se trata de una renuncia, total y definitiva a la eyaculación. Esto se hace por etapas progresivas. El razonamiento siguiente ha persuadido a buen número de parejas a intentar una prueba leal. En primer lugar, el potencial sexual masculino es muy variable, y va de un contacto por semana (¿el domingo por la mañana a las 8.15?) a contactos cotidianos, pero es forzosamente limitado. La mujer, por el contrario, tiene un potencial sexual ilimitado. Segundo: en el hombre, si hay deseo, la fisiología no limita ni el número ni la duración de las erecciones. No eyacular preserva el esperma y conserva el deseo, mantiene el poder de erección intacto y permite contactos sexuales ilimitados por su número y su duración. O sea: todo contacto sexual sin eyaculación es una «ganancia erótica neta» para la pareja. Cuanto más economiza el hombre sus «municiones» eyaculatorias, más se incrementan su potencial de deseo y su potencia sexual, hasta llegar al nivel femenino, y este equilibrio es un factor de armonía para la pareja. Entonces, ¿por qué no intentarlo? Por supuesto, sé que volamos a ras del suelo, en el nivel del «simple» goce sexual, pero antes de querer superarlo hay que alcanzarlo. En la experiencia ordinaria, los últimos segundos antes del único movimiento «de más» que desencadena el espasmo eyaculatorio constituyen la zona de máxima felicidad masculina. Luego sobreviene el espasmo que termina con todo, para decepción de la pareja. Ahora bien, el breve goce eyaculatorio es ya menor que el del punto límite. La solución tántrica es de una gran sencillez: prolongar la franja última, la más intensa y la más interesante, y para eso, inhibir el espasmo. El arte supremo, para un Shiva tántrico, consiste en permanecer indefinidamente en el punto límite, el que da acceso al «paraíso sexual cerebral» y el verdadero orgasmo masculino. La experiencia de la pareja ya no está limitada ni es interrumpida por el desfallecimiento del varón. El tantra ofrece esta experiencia a todas las parejas, pues no se trata de una acrobacia sexual. Esto permite pasar de lo puramente genital a lo sexual, y luego a lo espiritual. En el punto límite, el Shiva principiante debe todavía inmovilizarse --al igual que Shakti-- para
evitar la eyaculación, pues esta franja es tan delgada como el «filo de la navaja». Sólo un tántrico experimentado, después de una larga práctica, puede seguir totalmente activo en el punto límite, sin eyacular. Pero ¡ay! hasta en la India son pocos. Sin embargo, todo hombre puede, con muy poca práctica y la complicidad de su Shakti, permanecer cada vez más tiempo en equilibrio en el «filo de la navaja». En el punto límite, su inmovilidad del comienzo pronto es relativa: progresivamente se hacen posibles unos movimientos suaves que se harán cada vez más amplios sin llegar al espasmo. Es cuestión de estar relajados, de respiración, de interiorización, pero también de práctica, y por eso remito al lector a los capítulos sobre el control de la eyaculación.
La erección, sus secretos, sus problemas
La supervivencia de la humanidad depende... ¡de la erección! Si el pene quedara blando, el óvulo esperaría en vano al gameto masculino fecundante. Así, desde Adán, nos guste o no la idea, nuestra vida depende de un pene erecto... Esta preciosa erección, de la que el hombre no se preocupa salvo cuando lo abandona, parece tan simple y trivial como inflar un globo. Ahora bien, en el hombre --¡y en el mono!-- la «hidráulica» de la erección es sumamente compleja. Para otros mamíferos, la naturaleza con frecuencia ha escogido la sencillez y la seguridad. El hueso peneano, con que ha provisto a determinados machos, es una garantía contra los azares de la erección: ¡dureza asegurada! Inconveniente: un hueso se quiebra, un pene erecto jamás. El macho de la nutria (¿por qué no decir «el» nutria?) es un amante tan fogoso que se lo rompe varias veces en la vida. Pero ese hueso se repara solo. El hueso del minipene «del» ardilla es puntiagudo como un clavo. El campeón es «el» ballena: dos metros. «El» morsa, ochenta centímetros «solamente». El perro, el oso y el lobo también tienen hueso peneano. Paradoja: el hombre, que con frecuencia preferiría que le corten un miembro antes que el miembro, ignora absolutamente su estructura. En cuanto a la erección, sólo recientemente se ha elucidado el mecanismo en toda su complejidad. A propósito, ¿por qué la literatura de vulgarización sexual, tan prolija respecto del aparato genital femenino, es tan poco locuaz respecto del masculino? ¿Se cree que no tiene misterios porque se lo puede examinar y tocar sin problemas? Ignorar la estructura de la verga es un lujo que sólo puede permitirse el que no tiene ningún problema de erección ni la ambición de dominar la eyaculación: el tántrico debe saber como funciona «eso». Cuando escribo tántrico pienso también en la yoguin: ¿Cómo podría colaborar inteligentemente en el proceso si ignora las reglas del juego? Sin estudiar muy detalladamente la fisiología del lingam, tengamos al menos una visión esquemática pero correcta. Muchos hombres ignoran que su miembro se parece a una colchoneta inflable formada por tres rollos separados. Pero, mientras en la colchoneta están dispuestos uno junto al otro, en el lingam están agrupados en haces. El cilindro central, el «cuerpo esponjoso», atravesado por la uretra, tiene un papel esencial en la eyaculación. Se termina en el glande, la parte más sensible del pene. El cuerpo esponjoso está flanqueado por dos cilindros inflables, los cuerpos cavernosos responsables de la erección. En el bulbo la raíz del pene se apoya sobre una base huesosa, justo delante del ano, sin lo cual la verga endurecida se balancearía blandamente. ¡Además el pene tiene músculos! Los músculos que envuelven su base son potentes (véase el capítulo dedicado al control de la eyaculación) y sus contracciones espasmódicas son las que producen la demasiado breve voluptuosidad de la eyaculación. Envolvamos todo en un manguito de piel elástico, coriáceo, ¡y tenemos el pene! Expuesto, bien visible, parece tan vulnerable y frágil, y sin embargo resiste las peores crueldades y raramente resulta herido. Como nadie querrá comprobarlo en la práctica, se habrá de creer en la palabra del cirujano que nos dice que incluso con un cuchillo se lo secciona con dificultad: esquiva
la hoja como una anguila. Si ha sido amputado en parte, se vuelve a poner en su lugar, se dan algunos puntos de sutura en la piel, luego se deja que el caballero se repare solo, ¡y lo hace muy bien! Tres cilindros inflables, luego músculos, y todo en una envoltura de piel: ¡no es tan complicado! ¿Y la erección? En apariencia, tampoco es muy compleja: se inflan los cilindros y ya está, el órgano queda levantado, listo para la acción. ¡Simple! Pero la naturaleza se divierte en complicarlo todo, hasta que, a fuerza de complicarlo, todo vuelve a ser simple. En efecto, la hidráulica eréctil implica millones (!) de válvulas para regular el aflujo y la presión de la sangre en la verga. La orquestación nerviosa de este fenómeno es una maravilla de programación que ningún sistema de riego construido por el hombre alcanzará jamás. A propósito de presión sanguínea, podría creerse que en el estado fláccido la presión sanguínea es igual a la del resto del cuerpo y que la erección proviene de un exceso de presión local, como en un neumático inflado. ¡En absoluto! Sólo durante la erección la presión en la verga iguala a la del cuerpo. ¿Detalle? Tal vez, pero por haberlo ignorado, todos los que han creído curar la impotencia estrangulando la raíz del pene con anillos, por ejemplo, para retener la sangre, resultaron decepcionados: el pene se infla poco, se pone azul, incluso negro, pero queda lastimosamente blando. En reposo, la entrada de sangre en el pene está frenada, pero para levantarlo, esos millones de válvulas deben abrirse al máximo. Muy importante: puesto que la erección viene de una distensión de las válvulas que regulan el aflujo de sangre al lingam, el estrés y las tensiones nerviosas --el temor al fracaso, por ejemplo-- la inhibirán. Sólo la relajación permite el aflujo de sangre que endurece la verga, y por ello debe subsistir durante toda la erección. Los impotentes, o los supuestamente impotentes (felizmente la inmensa mayoría), son todos más o menos ansiosos. Para curarse, deben relajarse y practicar la respiración lenta, profunda. Pero provocar la erección es una cosa, y conservarla otra, porque eso depende de una doble regulación que lo complica todo. Para el neumático basta una válvula: cuando se alcanza la sobrepresión, se encierra el aire. Pero imaginemos un neumático con dos válvulas: una que permite la entrada de aire comprimido, mientras que la otra lo deja escapar. La presión constante dependerá del juego preciso de las dos válvulas; en caso contrario el neumático se desinflaría o bien se sobreinflaría. Esta regulación sumamente precisa es asegurada por la Inteligencia superior del cuerpo por medio de millones de válvulas, y sin que se entere el feliz propietario del pene levantado. En el neumático, es normal que el aire permanezca dentro durante varios meses, pero en el lingam, y sobre todo durante la erección, la sangre arterial nutricia debe entrar en todos los meandros de la esponja peneana, mientras que la sangre venosa, cargada de desechos, debe ser evacuada. Así, cuando se alcanza la presión deseada, conservar la erección exige un equilibrio exacto entre el volumen que entra en el miembro y el que sale. En el maithuna tántrico La unión tántrica requiere dos condiciones, aparentemente contradictorias: ·Por una parte, una erección potente y prolongada a voluntad, lo que supone una fuerte estimulación erótica. ·por otra parte, evitar que esa misma intensidad haga eyacular. Para aprender a conciliar estas dos condiciones, recordemos que el juego sexual depende de tres grupos nerviosos muy distintos: ·uno mantiene la relación sensorio-motriz entre el sexo y el cerebro, es decir, la mente, nuestro principal órgano sexual;
·otro,
el parasimpático, provoca y mantiene la erección; el simpático es el responsable de la eyaculación.
·finalmente,
Antes de las conclusiones tántricas distinguimos: a) las erecciones nocturnas (o matinales, comprobadas al despertar), de origen puramente reflejo, o sea, sin excitación erótica ni siquiera onírica. b) las erecciones de origen erótico: por la noche, un sueño sexual; de día, una situación sensual concreta o imaginada, con o sin estimulación directa del lingam. Las erecciones del tipo a), muy apreciadas por las viejas parejas en que el marido no está en forma, interesan también a los falsos impotentes que, equivocados en la mayoría de los casos, atribuyen su baja forma a algún oscuro defecto fisiológico. Ahora bien, salvo rarísimas excepciones, cada noche, cada hombre, incluso los supuestamente «impotentes», tienen al menos cinco erecciones en «plena forma», de media hora cada una, ¡y esto ocurre prácticamente desde la cuna hasta la tumba! Investigadores alemanes, citados por el doctor Sherman J. Silber en The Male, han observado a numerosos hombres dormidos y han establecido que su pene (el de los durmientes, no el de los doctores), se levantaba durante 25 minutos cada 84 minutos (sic) y siempre durante una fase REM (Rapid Eye Movement), por tanto durante un sueño. Si entonces se despierta al sujeto, éste recuerda muy bien el sueño; se sabe así que estas erecciones nocturnas no tienen relación con el contenido del sueño, que muy frecuentemente no es erótico. Así, si hacemos el cálculo aritmético, a los 75 años cada pene habrá levantado las sábanas en la cama durante unas 33.000 horas, es decir, 4 años, 4 meses y 4 semanas, sin contar los años bisiestos... Sabiendo que la erección depende del sistema parasimpático, el mismo que hace más lentos los latidos del corazón y la respiración, dilata los vasos, etc. (mientras que la eyaculación depende del sistema simpático), se ve que la impotencia y la eyaculación precoz tienen un punto en común: la sobreexcitación del simpático debida a la ansiedad. Veamos una situación clásica. El hombre encuentra una nueva pareja muy deseable. Piensa, con aprensión: «Siempre que esté en forma...». Temer un fracaso humillante sobreexcita el sistema simpático; resultado: su corazón se emociona y su respiración se hace más corta y rápida, lo cual inhibe la acción del sistema parasimpático, que debería asegurar la erección. Entonces, «a pesar» de todos los esfuerzos del seductor confuso, ¡no conseguirá que el pene se levante! ¡O bien, al contrario, sobreexcitado, eyaculará incluso antes de la penetración! La mujer experimentada puede salvar la situación calmando el juego, tranquilizando, relajando a su compañero humillado y despechado. Una vez apaciguado el sistema simpático, especialmente mediante una respiración abdominal lenta y profunda, el parasimpático tomará el relevo, y con las compuertas de la erección abrirá las puertas del paraíso sensual. Si no, ¡lástima!, un fracaso, al menos por esta noche. Al igual que este fallo accidental, sin consecuencias, la mayoría de las impotencias son de origen psíquico, y cuando la ansiedad se hace crónica, cada fallo agrava el círculo vicioso. Pasemos ahora a la eyaculación. Precoz o no, depende del sistema simpático, que, en el punto límite, advierte a las glándulas seminales situadas justo detrás de la próstata que se preparen para expulsar el esperma acumulado durante la excitación sexual. Un movimiento más (de más, dirían los tántricos) y el sistema simpático hará que se contraigan fuertemente los músculos de la base del pene, desencadenando así la eyaculación, proceso irreversible que nada puede detener y que es otra maravilla de sincronización nerviosa. Conclusión tántrica: para corregir la impotencia, hay que apaciguar el sistema simpático; para controlar la erección, así como para impedir la eyaculación, precoz o no, hay que estimular el parasimpático. ¿Cómo hacerlo en la práctica? Para activar el sistema parasimpático hay que controlar la
respiración, ser consciente de ella, respirar lentamente, profundamente, «en el vientre». La espiración será a su vez un suspiro lento, confidencial, que mantenga un ambiente relajado. Este régimen respiratorio se establece desde el principio y se mantiene durante todo el contacto. Shiva se observa, permanece calmado, sereno, no deja que su motor sexual se embale. Su recompensa: una erección inoxidable, una eyaculación retardada, una Shakti colmada. Para evitar eyacular, véanse las técnicas descritas en el capítulo correspondiente. Además, siempre para evitar que el sistema simpático tome la delantera, es fundamental que los movimientos coitales del hombre sean armoniosos, que sigan el ritmo de su compañera, como danzando; es necesario que él conserve el cuerpo elástico y distendido. Nada de movimientos de sacudida, o peor aún, semihistéricos. Sonreír también: ¿por qué hacer muecas o crisparse en la unión, incluso la ordinaria? Por último, lejos de perder su eficacia con la edad, el Shiva tántrico gana, al contrario, en potencia y en duración: economizar el esperma alimenta el deseo. El Shiva tántrico ignora la erosión progresiva de la potencia sexual que inquieta al no tántrico ya a los cuarenta años, cuando comprueba que sus erecciones relámpago de los verdes años pertenecen al pasado. El varón joven compensa sus eyaculaciones rápidas «empezando» otra vez. A esa edad, el tiempo de espera entre dos contactos, con frecuencia sólo es de unos minutos; más tarde serán necesarias algunas horas. Pero, en compensación, los años aportan, incluso al no tántrico, una madurez sexual que lo convierte en un compañero apreciado. La erección relámpago del pasado, ¿es tan deseable? El amante de cabellos grises, que tarda en conseguir la erección, la conserva por el contrario mucho más tiempo, incluso sin técnica tántrica específica. Más de una joven, llena de ardor y de deseo, lo preferirá al joven gallito sobreexcitado y torpe que ha terminado... antes de haber comenzado. Volvamos un instante a esta erosión de la sexualidad que se instala insidiosamente con la edad. ¿La causa? El despilfarro desconsiderado de esperma, que produce fatalmente, con el correr del tiempo, una mengua del deseo. Al contrario, eyacular escasamente preserva la virilidad. Las eyaculaciones demasiado frecuentes del hombre común abrevian sus «orgasmos» y hacen que su chorro de esperma se vuelva parco y débil, mientras que a los 20 años, al aire libre, hubiera podido salpicar a medio metro. ¡Ahora, inmediatamente después de haber eyaculado, el resultado es la flaccidez acelerada! Para evitarlo no hay cien soluciones. El remedio no es recortar la actividad sexual, sino economizar el esperma. En efecto, la naturaleza no ha previsto esta prodigalidad espermática. Por supuesto, el hombre como animal sexual es una excepción y no es posible compararlo con los otros mamíferos. Comprobamos, sin embargo, que los animales salvajes sólo se acoplan durante la breve estación de los amores, prevista por la naturaleza en el momento más favorable para la supervivencia de los pequeños que nacerán. Fuera de los períodos de celo, los machos pasan meses sin copular ni eyacular, mientras que el hombre común eyacula varias veces por semana, a veces incluso todos los días. Es demasiado, y esto explica el decaimiento progresivo del tono sexual. El tantra y el tao afirman que el despilfarro de esperma drena la vitalidad y causa la senilidad prematura. La retención seminal, por el contrario, permite una vida sexual muy rica, hasta varios contactos por día, y preserva además la asombrosa juventud biológica de sus adeptos. Por otra parte, basta con que el hombre que «está perdiendo velocidad» evite eyacular durante una semana o dos para que experimente una mejoría espectacular de su tono sexual. A veces se objeta que los testículos producen espermatozoides continuamente, cualquiera que sea el número de las eyaculaciones. Es verdad. Sin embargo, cuando éstas son muy frecuentes, contienen muchos menos espermatozoides, y sobre todo se encuentran en el esperma muchos gametos inmaduros, signo de que los testículos, sometidos a una producción anormal, están agotados. Por lo demás, el sólido empirismo milenario del tantra y del tao demuestra el interés, desde todo punto de vista, de eyacular lo menos frecuentemente posible.
Por último, para tranquilizar a todo el mundo, sepamos que la retención seminal, incluso total, carece de riesgos, pues el cuerpo siempre encuentra el medio de evacuar un eventual exceso de esperma, si es necesario durante un sueño erótico. Es lo que hace algún tiempo se llamaba una «polución nocturna»...
Esta ilustración muestra los potentes músculos que rodean la base del pene y que pueden, como cualquier otro músculo, ser fortalecidos por el ejercicio. Son ellos los que permiten el «.lenguaje secreto-» del tantra, donde las contracciones rítmicas del yoni y del lingam se responden mutuamente en la inmovilidad. Por otra parte, como la musculatura pélvica y genital de la mujer y la del hombre son, anatómicamente, muy semejantes, los ejercicios de práctica del control vaginal, descritos en el capítulo «Fortalecer la musculatura del yoni», se aplican también a los adeptos varones, que deberán consultarlo.
Como estos nombres lo indican, la estructura muscular y ligamentosa de la región genital es idéntica en los dos sexos, lo cual hace que los diversos ejercicios de control muscular y de eficacia
genital conciernan tanto al hombre como a la mujer.
La erección, pilar del Tantra
La potencia y la duración de las erecciones son la medida de la virilidad: el hombre sin erección es declarado impotente, cualquiera que sea su perímetro torácico y el tamaño de sus bíceps. En cuanto al aguante, el tantra califica de eyaculador precoz a todo hombre incapaz de contenerse al menos hasta el éxtasis de su compañera. Si un hombre sabe controlarse será proclamado viril, pero sin más, porque el tantra requiere el dominio total de la eyaculación, que detiene abruptamente la experiencia tántrica poniendo a cero las baterías sexuales masculinas. Eso impide a Shiva acceder al orgasmo total de tipo femenino y deja a Shakti en la estacada. Ahora bien, la práctica de determinados ejercicios asegura erecciones mucho más potentes que en el no iniciado, incluso el normalmente viril, y además, el lingam puede estar erecto durante horas sin debilitarse. Así, la potencia sexual masculina ya no está limitada, y lejos de agotar la energía física o psíquica del varón, la erección las exalta. La erección es, pues, el pilar que soporta toda experiencia sexual masculina y femenina, profana o tántrica: ni el impotente ni el eyaculador precoz pueden pretender transmutar la unión sexual en experiencia espiritual. Felizmente, ambas cosas tienen remedio y los ejercicios descritos en este capítulo gratificarán al adepto con un potencial eréctil ilimitado, eliminando tanto la impotencia como la eyaculación precoz. Como hemos visto, la erección es una maravilla de ingeniería biológica. Pero, cuando el hombre tiene otras preocupaciones que el éxtasis y, más aún, cuando la erección no viene... Antes de ver los ejercicios prácticos anunciados y para comprenderlos mejor, dediquemos dos minutos a resumir lo esencial de la fisiología de la erección, descrita detalladamente en las páginas precedentes. Recordemos: durante la excitación sexual, los nervios genitales relajan las válvulas en los tejidos esponjosos del cuerpo cavernoso, permitiendo así el aflujo de sangre: el pene flácido levanta la cabeza. ¡Debemos retener que la erección comienza por una relajación. Incluso sin excitación erótica, factores puramente fisiológicos pueden producirla: es el caso clásico de la erección matinal debido a la vejiga llena. Sin embargo, la mayoría de las erecciones provienen de una estimulación cerebral, y por tanto dependen del psiquismo. Conclusión: la casi totalidad de las impotencias tienen una causa psíquica y no fisiológica, aunque los excesos sexuales con eyaculaciones frecuentes pueden acarrear una impotencia pasajera; un ayuno sexual más o menos prolongado normaliza la situación. En el hombre que no eyacula, o lo hace pocas veces, los contactos sexuales frecuentes no afectan a su potencia sexual ni su vitalidad, sino todo lo contrario. Cuando el lingam se levanta porque está lleno de sangre, ésta es retenida en el órgano por la contracción de los músculos compresores y eyaculadores, que mantienen así la erección. Después de la eyaculación esos músculos se relajan, la sangre corre y el lingam se ablanda. Y ahora hablemos de músculos, ¡porque el lingam tiene músculos! Los músculos bulboesponjosos acercan el pene endurecido al cuerpo tirando de él hacia adelante y hacia arriba. Cuanto más potentes sean, más enérgicamente se levantará el lingam, pero también, hecho capital, como lo envuelven por la base, contribuyen a retener la sangre en el órgano, lo cual mantiene la erección. El tantra quiere fortalecer estos tres tipos de músculos erectores: el compresor de la uretra, los transversos del perineo y los bulboesponjosos, y sugiero echar una ojeada a las ilustraciones. En cuanto a los músculos, no hay ni milagro, ni misterio: el (¡único!) medio infalible para fortalecerlos es el ejercicio. Y los contactos sexuales tántricos frecuentes y prolongados los tonifican notablemente, hasta sin ejercicios especiales. Este hecho, por sí solo, explica por qué en el tántrico los años, lejos de debilitar su vigor sexual
--¡y su vigor a secas--, lo aumentan; su virilidad permanece intacta incluso a una edad avanzada, y debe su asombroso estado juvenil especialmente a las hormonas secretadas por sus gónadas. Otro resultado, inesperado e increíble: el desarrollo del lingam. Desde que el hombre es hombre, en todas las latitudes, se las ingenia para inventar todo tipo de chismes para aumentar el tamaño de su miembro viril, la mayoría decididamente ineficaces o, como mucho, de efecto pasajero. Entre estos últimos citemos un aparato controvertido, basado en el principio de la ventosa, compuesto de un cilindro donde se introduce el pene, y una pera de caucho que hace una vacío de aire relativo, lo que atrae la sangre al órgano, cuyos capilares se dilatan más de lo habitual. El miembro se alarga y se hincha más allá de su tamaño normal, pero lamentablemente este beneficio no permanece. En la controversia se encuentran de un lado los vendedores de estos aparatos, cuyo uso no es anodino, que aseguran que, perseverando, el efecto se hace perdurable, y por otro lado la fisiología, que sostiene que el pene no puede superar el tamaño adquirido en la edad adulta. ¿A quién creer? Acepto la opinión del fisiólogo sobre la inmutabilidad del tamaño del pene, con una corrección, sin embargo.. En efecto, incluso con una erección intensa, la brevedad de los contactos sexuales ordinarios no deja el tiempo necesario a los capilares del pene para que alcancen su distensión fisiológica máxima. El aparato citado los dilata mecánicamente, con el riesgo de superar los límites y provocar lesiones. Por el contrario, las erecciones fuertes, prolongadas y frecuentes hacen más elásticos los capilares y los abren, gracias a lo cual el lingam adquiere su verdadero tamaño. Conclusión: ¡en la mayoría de los hombres el pene en erección permanece por debajo del tamaño real posible! Los tántricos obtienen el resultado máximo sin succión mecánica externa, sólo por la presión interna y fisiológica de la sangre en los capilares, y por tanto sin peligro. Ningún método procura un desarrollo real y duradero salvo fortalecer por medio del ejercicio los músculos que envuelven la base del lingam. Pero volvamos un instante al tamaño del pene. Hay textos tántricos que citan longitudes de 25 a 30 cm, ¡para asustar... o hacer soñar a las Shaktis! El fisiólogo, levantando los hombros, dirá que la norma para un pene en erección es de 15 a 18 cm y que 30 cm es jactancia. ¿Entonces los tántricos son «superdotados» o mentirosos? Ninguna de las dos cosas: ¡basta con definir dónde comienza el lingam! Mientras que nosotros lo medimos a partir del pubis, los tántricos parten de su raíz (el muladhara chakra, el chakra-raíz), en el bulbo perineal, justo delante del ano. ¿Distinción fútil? No. Durante la unión sexual, tomar conciencia del lingam en toda su longitud, desde su raíz hasta el extremo del glande, cambia muchas cosas, créame: ¡compruébelo en su próximo contacto! Los ejercicios Objetivos: a) tomar conciencia del complejo muscular genital en su conjunto, b) fortalecerlo, c) aislar y contraer separadamente estos músculos. Comparando los músculos genitales de ambos sexos, se ve que a pesar de las apariencias son muy semejantes; de hecho, son homólogos: ¡están los mismos músculos con los mismos nombres! Por tanto es normal y lógico aconsejar prácticamente lo mismos ejercicios tanto a Shiva como a Chakti. Mula Bandha La práctica de base es mula bandha. Como los músculos del ano (esfínter externo e interno, más el elevador del ano) son solidarios, gracias a mula bandha, durante las contracciones se ve que se traspasa la zona anal y se implican todos los músculos del lingam: ¡hasta se siente mover el cóccix! En semierección puede verse el efecto de esta contracción: los elevadores levantan el lingam tirando de él. En erección completa, es parecido pero menos visible. Gracias a esos músculos el lingam puede responder a las contracciones rítmicas del yoni, y ese «lenguaje secreto» aporta a la pareja sensaciones voluptuosas nuevas que intensifican la erección sin riesgo de eyaculación intempestiva. Muía bandha se practica en cualquier parte, en cualquier momento, en cualquier posición:
sentado, acostado, de pie, incluso en shirssana, es decir, cabeza abajo. Muchos yoguis aprovechan su sesión de asnas cotidiana para practicar mula bandha. Al comienzo, y lo mismo pasa en la mujer, todo el complejo muscular reacciona en bloque. Luego, mediante la interiorización y la práctica perseverante, se logra --objetivo importante-- disociar los músculos del lingam de los del ano y el recto. Se aislará y se contraerá separadamente cada uno de esos músculos, luego se los relajará a voluntad. Aquí, la práctica del Shiva difiere de la de Shakti, porque ésta no tiene que inhibir ninguna eyaculación: se conforma con desarrollar y controlar su musculatura vaginal. Shiva debe practicar los mismos ejercicios que los destinados al control vaginal (lo remito al capítulo correspondiente) incluido el hoola hoop, pues también el hombre necesita una pelvis muy móvil. Shiva, pues, debe ser capaz de distender esos mismo músculos con rapidez y afondo. En efecto, si uno se observa durante una eyaculación, uno siente que el espasmo se propaga a los músculos eyaculadores, lo cual ayuda a situarlos. Uno de los procedimientos para inhibir la eyaculación consiste en relajar inmediatamente estos músculos cuando se acerca el punto límite. Práctica: Hay que efectuar primero los ejercicios destinados a fortalecer y aislar los músculos del ano, del perineo y del pene (descritos en las pp. 292 y ss.); luego habrá que aprender a relajarlos en todas las posiciones: sentado, de pie, acostado o en una asna yó-guica. Para ello hay que dirigir el pensamiento calmado y distendido hacia la zona genital; después, respirando lenta y profundamente, relajar a fondo los esfínteres y el elevador del ano, luego el transverso del perineo y por último los isquiocavernosos y el bulbo. Hay que darse todo el tiempo necesario para relajarse completamente. Más tarde, hay que ejercitarse en distender los músculos cada vez más rápido para poder, en el maithuna, relajarlos casi instantáneamente cuando se acerca el punto límite y así evitar una eyaculación importuna. Existe otro procedimiento para controlar la musculatura del ano y del pene. Es muy sencillo: se puede aprender, en el cuarto de baño, a disociar las dos operaciones, es decir, no orinar al mismo tiempo que se evacúan las heces. Al comienzo es difícil, pero pronto se logra con facilidad. Esto hace tomar conciencia de los músculos que regulan la uretra y los que rigen la eyaculación, en parte comunes, para llegar luego a controlarlos. Estos procedimientos están al alcance de todos y toman poco tiempo, puesto que pueden practicarse en los ratos libres, con toda discreción, incluso en público. Otro ejercicio de control He aquí un procedimiento suplementario para inhibir la eyaculación. El capítulo dedicado a los músculos del escroto describe especialmente el dartos y el cremáster, nuestro suspensor natural. Estos músculos son poco conocidos: la mayoría de los hombres ve sus testículos como simples sacos de piel. Ahora bien, el cremáster --del griego kremastêr, suspensor-- envuelve los testículos, pero su función supera de lejos el papel de soporte que la etimología le adjudica. En efecto, al contraerse, levanta los testículos y los acerca al cuerpo, especialmente para calentarlos, contribuyendo así a su termorregulación, capital para la espermatogénesis, por tanto para la supervivencia de la especie. Cuando se acerca el punto límite, lleva los testículos hacia arriba, los pega al lingam y pone así los conductos espermáticos en posición de eyaculación. ¡En cierto sentido «arma» al lingam como una pistola lista para disparar! Estos músculos trabajan generalmente sin intervención consciente; pero no es difícil percibirlos y controlarlos. El proceso es clásico: primero hay que interiorizarlos; luego, cuando están bien situados, se puede alternativamente contraerlos y relajarlos. Se aprovecharán los momentos libres del día (ante un semáforo en rojo, por ejemplo) para pensar en esta zona, y poco a poco se descubrirán en ella sensaciones; luego se imaginará esos músculos
contrayéndose o distendiéndose. Al comienzo pasará poca cosa, pero pronto aparecerán las señales alentadoras. ¡Con un poco de práctica se pueden levantar o bajar los testículos a voluntad! Y hasta si, por falta de tiempo, uno no se ejercita, nada impide utilizar está técnica de control en el maithuna. Apliquemos esto a la meditación entre dos, y especialmente a la Vía Abrupta, en la cual Shiva flirtea permanentemente con el punto de no retorno, y los testículos permanecen mucho tiempo en posición «armada» para la eyaculación. En caso de peligro de eyaculación, mediante las técnicas de control respiratorio y muscular indicadas hay que interiorizar los testículos y relajar el cremáster: una vez que los testículos dejan, aunque sea ligeramente, la posición de eyaculación, ésta se hace mucho más improbable. Al comienzo sólo se puede hacer esto inmóvil, pero con un poco de práctica resulta posible incluso durante el vaivén rítmico. Este procedimiento, muy eficaz, es totalmente desconocido. Una observación. Al comienzo de la práctica del tantra, después de un maithuna de una o dos horas sin eyaculación, es normal que los testículos queden congestionados, pesados y casi dolorosos durante una hora, por ejemplo. Es un poco desagradable, nada más, y debido especialmente al hecho de que los músculos de los testículos pueden también fatigarse, incluso... tener agujetas: ¡inesperado pero verdadero! Si no están prevenidos, los hombres piensan en una anomalía y se inquietan. Tranquilícense es anodino al 100 %, e incluso un signo de progreso en la buena vía. Es un derecho de entrada que hay que pagar. Pronto los músculos se fortalecen y la congestión se atenúa y luego desaparece; es cosa de algunos días. Pero si molesta, el remedio es simple: basta con lavarse los testículos con agua moderadamente caliente. ¡Las bolsas y la vida! Además de la potencia de las erecciones y de su duración, otro indicio caracteriza la vitalidad masculina: el aspecto y el porte del escroto; con una mirada a las bolsas se sabe. Si la piel es lisa y floja, si los testículos están hinchados y cuelgan como sacos laxos, no hay duda: el sujeto es débil o senil, o las dos cosas. Por el contrario, si la piel es rugosa como una corteza de árbol, si los testículos están bien pegados a la base del lingam, el propietario de tales atributos es joven, robusto y viril, cualquiera que sea su edad. ¿Conoce el lector el dartos? Nada que ver con el quinto mosquetero. Este músculo viril es poco conocido. En efecto, incluso en un hombre joven y robusto, las bolsas pueden estar relajadas a causa del calor ambiental. Ahora bien, el dartos, músculo muy delgado situado justo bajo la piel de los testículos es, en gran parte, responsable del porte y el estado de estos atributos tan esenciales para el hombre: la Iglesia no otorga el sacerdocio a los eunucos. Si hace demasiado calor, el dartos se relaja y las bolsas bajan. Nuestros testículos, señores, se conservan mejor al fresco, incluso al frío. No se confunda el lector por el tono jocoso de este texto; esto es algo muy serio. ¿Pero entonces por qué estos órganos vitales están colocados en una posición tan vulnerable, fuera del vientre, expuestos a los choques y a la intemperie, en lugar de estar guardados bien calentitos y seguros en el interior del cuerpo? Se trata de una simple cuestión de temperatura: no funcionan bien y la espermatogénesis no se realiza correctamente si no están a una temperatura inferior en 3°C a la del cuerpo, que lleva su refinamiento hasta enfriar previamente la sangre que riega los testículos. Conclusión --y no bromeo--: el nombre, más que la mujer, debería usar faldas, como los escoceses y los soldados griegos: esas son vestimentas masculinas racionales y no los tejanos ceñidos. En efecto, si bien los testículos deben estar bien envueltos por el dartos, no hay que comprimirlos con vestimentas demasiado estrechas. ¿Me pregunta el lector si yo me paseo en kilt (falda escocesa)? No, tampoco en mi casa, pero si esa moda llegara al continente, la adoptaría sin dudarlo. En el fondo, ¿quién nos impediría lanzarla? Hay cosas más extravagantes.
La termorregulación del escroto es un fenómeno complejo sobre el cual no haré más comentarios. Veamos más bien la práctica. A falta del kilt, o del antiguo calzón de cuero bávaro que terminaba a medio muslo y dejaba pasar generosamente las corrientes de aire --nunca lavado, pasado de padre a hijo--, hay que encontrar el medio de tonificar el dartos y los otros músculos de los testículos. Entonces, el estricto mínimo cotidiano sería el lavado del escroto) con agua tan fría como sea posible, precedida de una fricción con guante de crin: esta piel no es ni sensible ni frágil. (Respecto de sus efectos benéficos, véase mi obra Perfecciono mi yoga8, pp. 58 y sig.). La ducha de mano en la bañera basta y no dudemos de ponerla a presión. El baño de asiento también es eficaz, por ejemplo en el bidet lleno de agua fría, que contrae el dartos y encoge los testículos; las bolsas, bien firmes, se acercan al cuerpo. Cuando hace demasiado frío el cremáster se encarga de llevar los testículos bien cerca del cuerpo para calentarlos. Viva, pues, el frío, que estimula la producción hormonal de las gónadas, fundamental para la salud y el aspecto juvenil del cuerpo.
El control de la eyaculación
En el Tíbet se contaba una extraña historia sobre el quinto dalai-lama, que murió hacia el 1680 y que se había diferenciado de sus predecesores por ser libertino, juerguista y mujeriego notorio. Hasta una época reciente los cantos de amor que compuso eran populares entre el pueblo tibetano. En Lhassa, algunas casas --lugares de citas galantes con una u otra amante-- estaban marcadas con un misterioso signo rojo y eran objeto de una veneración furtiva, señal de que el pueblo no lo desaprobaba. Cuenta la historia que un día, en la terraza más alta de su palacio, el célebre Pótala, el dalai-lama estaba recibiendo los reproches de sus consejeros, que criticaban sus costumbres sexuales. Les dijo: «Es verdad, tengo mujeres, pero los que me critican también las tienen. Además, para mí la unión sexual no es lo mismo que para vosotros». Y para ilustrar sus palabras, desde el borde de la terraza, como el Manneken-Pis9, orinó por encima del parapeto. El chorro de orina cayó en cascada de terraza en terraza hasta el pie del palacio y luego, milagrosamente, el dalai-lama la reaspiró y la hizo entrar por donde había salido! Triunfante, dijo a sus detractores, asombrados: «Cuando hayáis hecho otro tanto, sabréis también que mi sexualidad es muy diferente a la del vulgo». Este cuento, anticipación del gag clásico del cine mudo donde se pasa el film al revés para volver a colocar al nadador sobre el trampolín, caracteriza la mentalidad de los tántricos. En efecto, su aspecto fabuloso, increíble, oculta al no iniciado el verdadero sentido, que es describir una práctica tántrica secreta. La afirmación «Para mí la unión sexual no es lo mismo que para vosotros» significa que el hombre común --aunque sea consejero del dalai-lama-- se acopla por placer, para obedecer a la pulsión primaria que trata de perpetuar la especie, mientras que el tántrico trasciende la unión sexual y la traslada al plano cósmico. ¿Y en qué nos concierne esta abracadabrante historia del pipí-que-sube? ¿Qué procedimiento secreto, común a los tántricos tibetanos y a los indios, oculta? Veamos. El budismo tántrico y el taoísmo exigen el control absoluto de la eyaculación, que en principio no debería suceder jamás, mientras que los maestros indios la aceptan a veces. Sabemos que la retención del esperma permite al hombre prolongar indefinidamente el acto, intensificarlo hasta el paroxismo, para llegar así al verdadero orgasmo y acceder a niveles de conciencia superiores, que la eyaculación impide. Esta proeza requiere un control génito-urinario absoluto, especialmente de los esfínteres. Para lograrlo, un procedimiento muy bueno consiste precisamente en orinar por «escalones» sucesivos, más que en un solo chorro, como todo el mundo.
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Publicada por Ediciones Urano. «El niño que orina», famosa estatua de Bruselas...
¿Cómo? Es fácil, siempre que se respeten las reglas. Se suelta un poco de orina durante uno o dos segundos, luego se para, se retiene durante unos segundos (cinco, más o menos), luego se deja salir otro chorrito parsimonioso, y así hasta que la vejiga esté vacía. Durante la retención, uno imagina que reabsorbe la orina en la vejiga, haciendo un enérgico mula bandha, es decir, contrayendo fuerte y simultáneamente los dos esfínteres así como el músculo elevador del ano, lo cual produce una sensación particular, difícil de describir, con frecuencia acompañada de estremecimientos a lo largo del espinazo. En suma, basta con intensificar lo que se hace espontáneamente cuando no se puede satisfacer una necesidad imperiosa de orinar. En cuanto al número de chorros, variará de una micción a otra; en principio se trata de intercalar un máximo de «escalones», en general de cinco a diez. Practicada regularmente (como una simple costumbre), esta técnica, al alcance de todos, facilita mucho el control de la eyaculación. Cuando el lector vuelva a ver el Manneken-Pis, piense en el quinto dalai-lama... Ejercicio Hasta aquí hemos puesto el acento en la contracción de estos músculos, cuya acción se puede verificar fácilmente: al contraerlos voluntariamente durante una erección, el lingam se mueve y se acerca al cuerpo. Estos músculos sirven también para el «lenguaje secreto»: gracias a ellos el lingam insertado en el yoni puede responder a las contracciones vaginales. Sin embargo, para controlar la eyaculación y hay que pensar en distenderlos voluntariamente cuando se acerca el punto límite. Para ejercitarse, preferentemente durante una erección, hay que contraer al máximo estos músculos con un mula bandha lo más apretado posible, hasta que eventualmente un temblor recorra el espinazo. Luego --y aquí está lo esencial del ejercicio-- hay que distenderlos: inmediatamente disminuye la tensión en el lingam, que se aleja un poco del cuerpo. Después hay que volver a contraerlos durante algunos segundos y distenderlos seguidamente, insistiendo sobre todo en la distensión. Acentuando la fase de distensión y prolongándola, la erección se debilita y termina incluso por desaparecer. Este procedimiento puede ser utilizado ya en el próximo contacto sexual. Al principio, este control, que se adquiere fácilmente, se hace permaneciendo inmóvil; luego esta relajación muscular se hará incluso durante los movimientos coitales. Es muy eficaz para alejarse de la zona límite, y evitar así la eyaculación. Si Shiva observa sus propios comportamientos reflejos cuando se acerca la eyaculación, además de la alteración del ritmo y de la amplitud de la respiración, observará una fuerte tensión en los músculos de las nalgas, del vientre, de la parte inferior de la espalda y del lingam. Si se deja ir, como es lo usual, se desencadenará el irreprimible reflejo eyaculatorio, en el que participan todos esos músculos. Entonces, para retrasar o impedir la eyaculación, hay que controlar, cuando se acerca el punto límite, la respiración, como ya se ha indicado, y --sin inmovilizarse necesariamente-- hay que pensar en todos esos músculos y relajarlos. Gracias a esa relajación, sus movimientos se vuelven más flexibles, más armoniosos, y su ritmo resulta más agradable para Shakti. Pero es la relajación de los músculos del lingam lo que más ayuda a dominarse: la erección se debilita un poco y, después de abandonar la zona «peligrosa», la experiencia puede continuar. Con la práctica, el tántrico podrá dejar libre curso a Shakti hasta su éxtasis último, evitando acercarse demasiado al punto límite, sobre todo al comienzo. Identificándose con ella, participará en su goce, y su propia felicidad superará de lejos el demasiado breve placer eyaculatorio. Este estadio ya es muy superior a lo que experimenta el hombre corriente, aunque todavía no constituye el acmé absoluto.
Del placer a la felicidad Bhagwan Shree Rajneesh, personaje discutido (y discutible), ha escrito: «Cuando hay angustia, la eyaculación se produce rápido. Pero cuando no la hay, la eyaculación puede postergarse durante horas, incluso varios días, pues no es necesaria. Cuando el amor es profundo, los amantes pueden fortalecerse el uno al otro. Entonces la eyaculación cesa completamente y ellos pueden así unirse durante años sin ninguna eyaculación, sin ningún despilfarro de energía. Se relajan el uno en el otro. Los cuerpos se encuentran y se destienden. Tarde o temprano, el sexo dejará de estar basado en la excitación, como ahora; se convertirá en una distensión, en un profundo "soltar la presa". »Pero eso sólo puede producirse si el lector se abandona a la energía vital que hay en él, a la potencia de la Vida. Sólo entonces podrá entregarse a su amante o a su amada. El tantra afirma que eso sucede; nos enseña, además, cómo realizarlo» (The Book of Secrets, p. 398). Aquí Rajneesh tiene razón: la ansiedad y las tensiones son los principales obstáculos en el campo de la sexualidad en general, pues frecuentemente se encuentran en el origen de la impotencia y de la eyaculación precoz. Además, es cierto que la ansiedad impide el control de la eyaculación, pero eso no basta. Ciertamente, en la Vía del Valle, la inmovilidad asociada a la simple ausencia de ansiedad permite inhibir la eyaculación, pero no en la Vía Abrupta (el equivalente del «filo de la navaja»). En este caso hay que recurrir a procedimientos tántricos apropiados: el hecho de que existan y de que se enseñen demuestra su necesidad. Antes de abordar este tema, leamos a S. B. Dasgupta, en su obra Introduction to Tan trie Buddhism (p. 142): «Según los adeptos del Vajra-yna y del Sahaja-yna, el placer que procura la eyaculación es muy inferior, en intensidad y en cualidad, a la felicidad que se alcanza controlando (el esperma), deteniendo su flujo descendente, gracias a los sutiles procedimientos yóguicos, e imprimiéndole un movimiento ascendente que lo hace refluir hacia el loto situado en el cerebro para fijarlo allí. La felicidad obtenida por esta inmovilización del esperma se llama Mahsukha». (Etimología: maha = grande, sukha = felicidad.) ¿Qué hay en realidad detrás de este texto un poco sibilino? Veámoslo más de cerca. Para comprender este método tántrico, hay que recordar que, según la fisiología sutil yóguica y tántrica, la energía vital global se diversifica en cinco vayus principales, es decir, especializaciones de la energía vital que regula las diversas funciones orgánicas. Desde el punto de vista del control de la eyaculación nos limitaremos a las dos principales, prna vayu y apna vayu. La primera se encarga de absorber energía y materia, mientras que la segunda es la energía excretora. En suma, en el conjunto vital del cuerpo, si prna vayu se ocupa de las «entradas», apna vayu es responsable de las «salidas», y la salud es el resultado de su estricto equilibrio. Una falta de prna vayu significa una falta de vitalidad, pero si apna vayu no evacua todo lo que debe salir del cuerpo, y especialmente de los desechos del metabolismo, el cuerpo se ensucia y la salud se ve amenazada. Es ella, la energía de excreción, la que evacúa las heces, la orina, el sudor, las reglas, etc. Además apaña rige el parto y la eyaculación, puesto que el esperma sale del cuerpo. Por último, apna actúa hacia abajo, hacia las diversas puertas de «salida». (Para más detalles consultar mi libro Prnayma, págs. 247 y sigs.) La táctica tántrica sutil para inhibir la eyaculación es lógica. Consiste en invertir el curso de la energía excretora, la que lleva a la eyaculación. Esto aclara el texto sibilino de Dasgupta: «Hay que detener el flujo hacia abajo, hacia la salida (apna), luego dirigirlo hacia lo alto, hacia el cerebro». No es evidentemente el esperma lo que «sube al cerebro», sino la energía sutil (apna) que controla la eyaculación. De ahí la importancia de vajrot y del procedimiento yóguico camuflado en la anécdota del dalailama reaspirando su orina, gracias a lo cual en la meditación tántrica entre dos, incluso en el «filo de la navaja», el adepto inhibe indefinidamente la eyaculación. Esto nos permite a los hombres añadir un arma antieyaculación suplementaria a nuestra panoplia.
En efecto, hay una omisión importante y premeditada en la enumeración de las funciones de excreción; me refiero a la espiración. La espiración también es competencia de apaña: las toxinas gaseosas espiradas son tan nocivas como la orina, por ejemplo. Ahora bien, ese hecho capital no ha escapado a los yoguis: la respiración es la única función doble, porque depende de prna vayu durante la inspiración y de apna vayu durante la espiración. Luminoso: para actuar sobre apna, por tanto sobre la eyacul
espiritualidad tantra el culto femenino 911
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