00-Italo Calvino...
El cuento fantástico es uno de los productos más característicos de la narrativa del siglo XIX y, para nosotros, uno de los más significativos, pues es el que más nos dice sobre la interioridad del individuo y de la simbología colectiva. Para nuestra sensibilidad de hoy, el elemento sobrenatural en el centro de estas historias aparece siempre cargado de sentido, como la rebelión de lo inconsciente, de lo reprimido, de lo olvidado, de lo alejado de nuestra atención racional. En esto se ve la modernidad de lo fantástico, la razón de su triunfal retorno en nuestra época. Notamos que lo fantástico dice cosas que nos tocan de cerca, aunque estemos menos dispuestos que los lectores del siglo pasado a dejarnos sorprender por apariciones y fantasmagorías, o nos inclinemos a gustarlas de otro modo, como elementos del colorido de la época.
El cuento fantástico nace entre los siglos XVIII y XIX sobre el mismo terreno que la especulación filosófica: su tema es la relación entre la realidad del mundo que habitamos y conocemos a través de la percepción, y la realidad del mundo del pensamiento que habita en nosotros y nos dirige. El problema de la realidad de lo que se ve -caras extraordinarias que tal vez son alucinaciones proyectadas por nuestra mente; cosas corrientes que tal vez esconden bajo la apariencia más banal una segunda naturaleza inquietante, misteriosa, terrible- es la esencia de la literatura fantástica, cuyos mejores efectos residen en la oscilación de niveles de realidad inconciliables.
1-HISTORIA DEL ENDEMONIADO...
Jan Potocki...
(Histoire du démoniaque Pacheco, 1805)...
Lo macabro, lo espectral, lo demoníaco, lo vampiresco, lo erótico y lo perverso: todos los ingredientes (ocultos o manifestos) del romanticismo visionario se encuentran en ese libro extraordinario que es el Manuscrit trouvé à Saragosse publicado en francés por el conde polaco Jan Potocki (1761-1815). Misterioso por su origen y fortuna tanto como por su contenido, este libro desapareció durante más de un siglo (era, por otra parte, demasiado escandaloso para poder circular impunemente) y sólo en 1958 volvió a publicarse como en la edición original, mérito que hay que atribuir a Robert Callois, gran connaisseur de lo fantástico de cualquier época y país.
Preludio ideal al siglo de Hoffmann y de Poe, Potocki no podía faltar al comienzo de nuestra antología: pero como se trata de un libro en el que los cuentos están insertados unos en otros, un poco como en Las mil y una noches, formando una novela larga donde es difícil desligar una historia de otra, estamos obligados a hacer, precisamente al comienzo, una excepción a la regla que el resto de nuestra antología pretende respetar, y así damos aquí un capítulo del libro por separado, mientras que nuestra norma será la de ofrecer cuentos completos e independientes.
Estamos poco después del comienzo de la novela (Jornada segunda). Alpbonse van Worden, oficial del ejército napoleónico, se encuentra en España, ve un patíbulo con dos ahorcados (los dos hermanos de Zoto), luego encuentra a dos bellísimas hermanas árabes que le cuentan su historia, repleta de un erotismo perturbador. Alphonse hace el amor con ambas, pero por la noche tiene extrañas visiones, y al alba se encuentra abrazado a los cadáveres de los dos ahorcados.
Este tema del abrazo con dos hermanas (y a veces con su madre) se repite en el libro varias veces, en las historias de varios personajes, y siempre aquel que se creía un amante afortunadísimo se encuentra por la mañana bajo el patíbulo, entre los cadáveres y los buitres. Un encantamiento ligado a la constelación de Géminis es la clave de la novela.
En los inicios del nuevo género literario, Potocki sabe con exactitud por dónde encaminarse: lo fantástico es exploración de la zona oscura donde se mezclan las pasiones más desenfrenadas del deseo y los terrores de la culpa; es evocación de fantasmas que cambian de forma como en los sueños, ambigüedad y perversión.
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