A veces creemos que se trata de aprender, y quizá la asignatura pendiente es desaprender para recuperar lo más simple que somos, lo más ESENCIAL. Los niños nos sirven de espejo, de recuerdo claro de lo que somos en lo más puro de nosotros. Hemos necesitado institucionalizar, racionalizar y parametrizar acciones que de forma natural ya haríamos sin esfuerzo. Respirar, saltar, correr, bailar, escuchar, preguntar, hacer volteretas… son cosas que los niños hacen sin pensarlo dos veces, como parte de su naturaleza. Pero nosotros estamos tan “evolucionados” o “culturizados” que necesitamos de estructuras para recuperar ese lado más sencillo. En África nadie da clases de baile, ni hace yoga, ni se apunta en su agenda “quiero aprender a escuchar más”. No salen por la mañana a correr ni necesitan apuntarse al gimnasio. ¿Pero es el precio que pagamos por ser civilizados?
Cada vez se está haciendo más para incorporar en nuestros día a día esos “viejos hábitos”, quizá porque nos estemos dando cuenta de que por mucho que nos sintamos muy avanzados en muchas cosas, a lo mejor nos estábamos olvidando de otras muy importantes.
“El colegio poco me enseñó… si es por esos libros nunca aprendo a coger el cielo con las manos, a reír y a llorar lo que te canto; a coser mi alma rota; a perder el miedo a quedar como un idiota; y a empezar la casa por el tejado; a poder dormir cuando tú no estás a mi lado…” Fito y los Fitipaldis
No se trata de negar nuestra cultura ni de alejarnos de nuestra realidad actual, sino de ser conscientes de que dentro de nosotros hay un niño que está diseñado para saltar, doblarse, correr y cantar; para ser inocente, para ser curioso, para querer y ser querido; para disfrutar de las cosas más sencillas, como un simple palo (como dice el anuncio).
“El niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender.” Montaigne
Aprendamos de los niños; de “esos locos bajitos”, como decía Serrat (citando a Gila)… y recuperemos el niño que todos tenemos dentro, aquél que ya sabe, sin grandes teorías ni mucho dinero, ser feliz y ser maravilloso.
“El tiempo es un niño que juega como un niño. Yo soy uno, pero contrapuesto a mí mismo, soy joven y viejo al mismo tiempo.” Jung
Pero no recuperemos al niño demonizando al adulto, negando nuestra parte crecida, nuestro aprendizaje y nuestra memoria. Parte de nuestro diseño originario es también la libertad; nuestra capacidad de trascender y trascendernos… Usémosla para, como decía Goethe, “reconquistar lo que nos ha sido dado”. Encontremos la armonía entre la maravilla con la que nacimos, y la belleza de nuestra libertad.
-
-
ARTÍCULOS RELACIONADOS:
Coaching educativo, preparando a los adultos del futuro
La importancia de dar ejemplo
-
¡ESCRIBE TU CORREO Y RECIBE TODAS LAS NOVEDADES CADA SEMANA!
[contact-form-7]
-
PODCAST EL POZO DE TALES “Ya estamos diseñados para ser maravillosos”, con Marcel Higuera Brunner como invitado especial:
Comentarios
muchas gracias por el comentario, Karina!
Excelente