001 - La pluma mágica de Gwendy (Richard Chizmar)

La pluma mágica de wendy uno el jueves dieciséis de diciembre de mil novecientos noventa y nueve wendy peterson se despierta antes que el sol se viste en capas para el frío y sale a correr alguna vez ella camino concierto acogerá gracias a una herida en el pie derecho pero seis meses de fisioterapia y plantilla ortopédicas en sus zapatillas new balance favorita se ocuparon de ese problemita ahora ella correa al menos dos o tres veces por semana preferiblemente al amanecer mientras la ciudad recién comienza a abrir sus ojos han ocurrido muchas cosas en los quince años desde que bendice hubo graduado en la universidad brown y se mudó les de su pueblo natal de casi el rock pero hay tiempo para contar esa historia por ahora continuemos mientras ella realiza su recorrido luego de estirar sus piernas en los escalones de cemento de su casa alquilada wendy corre por la novena avenida sus pies pisando a un ritmo estable sobre el camino con sal hasta que llega a la avenida pensilvania gira a la izquierda y cruza el monumento naval y la galería nacional de arte incluso en pleno invierno los museos están bien iluminados los caminos de grava y asfalto bien limpios nuestros impuestos en acción una vez que wendy llega al mol acelera un cambio sintiendo la ligereza de sus pies y las fuerza en sus piernas su coleta asoma desde la capucha golpeando contra la espalda de su sudadera con cada paso que da cruza por el estanque reflectante extrañando a las familias de patos y aves que hacen de él su hogar durante los meses cálidos del verano hacia la sombra del obelisco del monumento a washington se mantiene en la senda iluminada dando un rodeo a la famosa estructura y en cara por el este hacia el capitolio los museos smithsonian no se alinean aquí a ambos lados del molde y ella recuerda la primera vez que visito washington desde en aquel verano ella tenía diez años y junto a sus padres pasó tres largos y sudorosa días explorando la ciudad desde el amanecer hasta el crepúsculo al final de cada día caían rendidos en las camas del hotel y ordenaban servicio a la habitación un lujo inaudito para la familia peterson porque estaban demasiado exhaustos para ducharse y aventurarse a salir a cenar en la última mañana su padre sorprendió a la familia con boletos para uno de los tours en carros a pedales por la ciudad los tres apretó bajaron al fondo del pequeño carruaje tomando helados y riendo mientras el guía pedaleaba alrededor del modelo ni en un millón de años soñó wendy que un día viviría en la capital del país si alguien le hubiese planteado la posibilidad incluso dieciocho meses antes su respuesta habría sido un rotundo no la vida es curiosa piensa cortando por un camino de grava en dirección a la novena avenida llena de sorpresas y no todas buenas dejando atrás el molde wendy llena sus pulmones de aire helado y acelera para la corrida final las calles ahora están vivas huyendo de trabajado eres tempranero indigentes emergiendo de sus cajas de cartón y los ronroneo si rellenos de los camiones de basura haciendo sus rondas buen día vista a las luces multicolores de navidad que cuelgan de su ventana y se lanza a correr con velocidad su vecina de enfrente levanta una mano y la saluda más gwen digno la ve ni la oye sus piernas reflexionan con una gracia fluida y fuerza pero su mente está muy lejos en está fría mañana de diciembre dos incluso con el cabello húmedo y apenas un toque de maquillaje en el rostro wendy es hermosa despierta varias miradas de admiración sin mencionar algunas abiertamente envidiosa mientras amanece en la esquina del atestado ascensor si su vieja amiga o l i c e n aún viviera incluso después de todos estos años wendy piensa en ella casi todos los días le diría que luce como un millón de dólares y algo mas y estaría en lo cierto vestida con unos sencillos pantalones grises blusa de seda blanca zapatos de tacón bajo lo que su madre llama zapatos sensibles wendy luce diez años más joven que los treinta y siete que tiene ella discutir y vigo rosa mente con quien le dijera eso pero sus protestas serían en vano era la simple verdad el ascensor suena a su campana y las puertas se abren en el tercer piso buen dos más se deslizan hacia afuera y se unen al pequeño grupo de empleados que esperan en fila frente al puesto de seguridad acordonado un robusto guardia con una placa y arma en el costado se encuentra la entrada escaneando las etiquetas de identificación una joven mujer guardia está ubicada a unos pasos detrás de él observan una pantalla a medida que los empleados pasan entre los postes verticales de un detector de metales cuando llega el turno de buen día al frente de la fila ella extrae una identificación laminada de su cartera de cuero y se la entrega al guardia buen día congresista peterson viaje