http://elproyectomatriz.wordpress.com/2012/07/30/alain-bombard-la-odisea-de-un-naufrago-voluntario/
http://elproyectomatriz.wordpress.com/2012/07/30/alain-bombard-la-odisea-de-un-naufrago-voluntario-parte-2/
“En las adversidades sale a la luz la virtud.”
ARISTÓFANES
La odisea del naufragio voluntario de Alain Bombard es una más de las muchas historias verídicas de náufragos que han logrado sobrevivir gracias a la utilizaron del agua de mar como hidratante y nutriente, actuando en contra de las creencias y dogmas existentes y predominantes, como buenos herejes. Afortunadamente la situación empieza a revertir de manera exponencial gracias al intercambio desinteresado y empático de conocimiento, y gracias a la sabiduría popular comunitaria no dogmática, ni academicista, ni dependiente de financiación alguna.
El uso del agua de mar como hidratante y nutriente comenzó en 1904, época en la que el sabio francés René Quinton publicó su obra “El Agua de Mar. Medio Interno Orgánico”.
Para la época, René Quinton fomentó el uso del agua de mar isotónica rebajando la concentración salina original del agua de mar de 35 gramos a 9 gramos por litro, logrando así la proporción salina de nuestro líquido corporal, la misma que cuando se originó la vida en el medio marino. Pero, aparentemente, Quinton no divulgó tanto los usos del agua de mar hipertónica de mayor concentración, es decir, tal como actualmente se encuentra en los océanos (35 gramos por litro).
Aunque resulte paradójico, fueron los escritores Alain Bombard, con su “Náufrago Voluntario” (1.952), y Gabriel García Márquez (Premio Nobel de Literatura en 1.982), con su “Relato de un Náufrago” (1955), los que dieron testimonios históricos contemporáneos del uso exitoso del agua de mar hipertónica como hidratante y nutriente. Dos náufragos, uno voluntario, Bombard, y otro forzoso, Velasco, fueron los héroes que instintivamente salvaron sus vidas por beber el agua de mar “cruda”. Contra todos los prejuicios y tabúes que, todavía, casi 60 años después siguen vigentes, se demostró el poder nutritivo e hidratante del agua hipertónica de cualquier océano. Llama la atención que ni Gabo, ni Bombard, se diesen cuenta de lo que escribían, aunque aportaron testimonios irrefutables de las maravillas del agua de mar como agua potable –imposible la vida sin agua– pero sin que apreciasen la esencia de sus poderes nutritivos y, menos, preventivos y curativos. Les faltaba conocer la imprescindible aportación de René Quinton.
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Comentarios
exelente