Te conjuro de parte de Dios vivo, que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios Bendito.
Jesús proclamó la gran verdad, que habría de costarle la vida.
Tú lo has dicho.
Sí, yo soy
Pero os digo que, dentro de poco, veréis al Hijo del Hombre, sentado a la diestra de la majestad de Dios, venir sobre las nubes del cielo.
Jesús, sin quejarse, sufría las burlas, los golpes y las horribles blasfemias.
Tan pronto como se hizo de día;
Los ancianos, los príncipes de los sacerdotes y los escribas, con todo el Sanedrín.
Le hicieron compadecer de nuevo, para legalizar la sentencia de muerte, que no era válida, porque el Sanedrín no tenía mayoría y porque por la noche no se podía emitir sentencia.
La sesión fue brevísima, no se trataba más que confirmar su sentencia de muerte.
Y principalmente, la acusación que le había arrancado Caifás, al preguntarle si era Hijo de Dios.
La pregunta y respuesta fue la misma.
Proclamado como inocente por el juez, compareció Jesús ante el pueblo.
Con el manto de color púrpura sobre sus espaldas
Con la corona de espinas en la cabeza.
Todo cubierto de sangre y cardenales.
Seguro del efecto, apeló pilatos al sentimiento de humanidad de los judíos.
Y les dijo:
ECCE, HOMO.
He aquí, al hombre
Los príncipes de Israel cometieron un sacrilegio más, y renegando de la gloriosa historia del pueblo de Dios
Respondieron:
No tenemos otro rey que el cesar.
Después de haberlo intentado todo y de reconocer una vez más, su inocencia, dictó contra Él, la inicua sentencia de muerte
Con las palabras:
“Ibis in crucem”
¡IRÁS A LA CRUZ!
La sentencia fue cumplida inmediatamente, porque acercándose el medio día, faltaban poco más de seis horas para la puesta de sol, antes de la cual el crucificado debía recibir sepultura, para no profanar el gran sábado de Pascua, que comenzaba al ocaso del sol.
Comentarios
Misericordia señor... Misericordia.
La sentencia fue cumplida inmediatamente, porque acercándose el medio día, faltaban poco más de seis horas para la puesta de sol, antes de la cual el crucificado debía recibir sepultura, para no profanar el gran sábado de Pascua, que comenzaba al ocaso del sol.
“Ibis in crucem” ¡IRÁS A LA CRUZ!
Con las palabras:
Después de haberlo intentado todo y de reconocer una vez más, su inocencia, dictó contra Él, la inicua sentencia de muerte.
No tenemos otro rey que el cesar.
Respondieron:
Los príncipes de Israel cometieron un sacrilegio más, y renegando de la gloriosa historia del pueblo de Dios.
¿Debería crucificar a vuestro rey?, dijo con sorna.
¡He aquí vuestro rey!