Voz: Manuel López Castileja
Música: Antidotum Tarantulae_Atrium Musicae_Madrid
Helo, helo, por dó viene
el moro por la calzada,
caballero a la jineta
encima una yegua baya;
borceguíes marroquíes
y espuela de oro calzada;
una adarga ante los pechos
y en su mano una azagaya.
Mirando estaba a Valencia,
cómo está tan bien cercada:
-¡Oh, Valencia, oh Valencia,
de mal fuego seas quemada!
Primero fuiste de moros
que de cristianos ganada.
Si la lanza no me miente,
a moros serás tornada;
aquel perro de aquel Cid
prenderélo por la barba,
su mujer, doña Jimena,
será de mí cautivada,
su hija, Urraca Hernando,
será mi enamorada,
después de yo harto de ella
la entregaré a mi compaña.
El buen Cid no está tan lejos,
que todo bien lo escuchaba.
-Venid vos acá, mi hija,
mi hija doña Urraca;
dejad las ropas continas
y vestid ropas de pascua.
Aquel moro hi-de-perro
detenédmelo en palabras,
mientras yo ensillo a Babieca
y me ciño la mi espada.
La doncella, muy hermosa,
se paró a una ventana;
el moro, desque la vido,
de esta suerte le hablara:
-Alá te guarde, señora,
mi señora doña Urraca.
-Así haga a vos, señor,
buena sea vuestra llegada.
Siete años ha, rey, siete,
que soy vuestra enamorada.
-Otros tanto ha, señora,
que os tengo dentro en mi alma.
Ellos estando en aquesto
el buen Cid que asomaba.
-Adiós, adiós, mi señora,
la mi linda enamorada,
que del caballo Babieca
yo bien oigo la patada.
Do la yegua pone el pie,
Babieca pone la pata.
Allí hablara el caballo,
bien oiréis lo que hablaba:
-¡Reventar debía la madre
que a su hijo no esperaba!
Siete vueltas la rodea
alrededor de una jara;
la yegua, que era ligera,
muy adelante pasaba
hasta llegar cabe un río
adonde una barca estaba.
El moro, desque la vido,
con ella bien se holgaba,
grandes gritos da al barquero
que le allegase la barca;
el barquero es diligente,
túvosela aparejada,
embarcó muy presto en ella,
que no se detuvo nada.
Estando el moro embarcado,
el buen Cid que llegó al agua,
y por ver al moro en salvo,
de tristeza reventaba;
mas con la furia que tiene,
una lanza le arrojaba,
y dijo: -Recoged, mi yerno,
arrecogedme esa lanza,
que quizás tiempo vendrá
que os será bien demandada.
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