1485, Innsbruck, Austria. 48 mujeres y 2 hombres son acusados de embrujar a amantes adúlteros usando hechizos y elixires para causarles enfermedades o muerte, o sea, de practicar magia negra o brujería. Un enviado de La Inquisición toma el mando del juicio y acosa a la mujer con más cargos a base de preguntas acerca de sus prácticas sexuales bajo posesión demoníaca, insistiendo en que el adulterio es la vía de entrada y signo inequívoco del demonio.
Un abogado enviado por el obispo local se enfrenta al inquisidor acusándolo de tener una conducta indecorosa e ilícita y exige que se anule la acusación, lo que hace que el inquisidor acabe abandonando la ciudad con el rabo entre las piernas.
Aquí se gesta el germen de la venganza de Institoris, que es como era conocido el inquisidor Heinrich Kramer, coprotagonista de este documental.
Desde esa derrota y hasta el año de su publicación, 1487, Institoris, sitiado en el Tirol, empieza a escribir el libro que nos trae aquí, libro que mezcla experiencias de su vida en la caza de brujas con todo aquello que llegue a sus manos y que sirva para demostrar que las brujas existen, que son malas y que hay que erradicarlas: nigromancia y adivinación, hechizos para enfermedades mortales, rapto y sacrificio de bebés, invocación de desastres naturales, canibalismo y vampirismo, brujas que vuelan por los aires para reunirse con sus amantes demoniacos y asistir a ceremonias de magia negra o aquelarres.
El libro en cuestión, principal protagonista más que coprotagonista, es el Malleus Maleficarum, El Martillo de la Brujas, que con sus 256 páginas escritas en latín, un total de copias que se calcula en 30.000 y durante los siglos XVI y XVII, sirvió como guía suprema a verdaderos anormales descerebrados para saber reconocer a las brujas y en el poco noble arte de juzgarlas, torturarlas y matarlas. Toda una joya de la literatura…
Institoris supo aprovechar tanto la reciente aparición de la imprenta como el creciente caos en la iglesia católica que acabaría, entre otras cosas, en la reforma protestante y, con una tirada inicial de 150 copias y cientos de ellas vendidas a universidades, librerías, clérigos y otras personalidades influyentes, el libro se acabó convirtiendo en un best seller de la época, por bastante tiempo y al que por desgracia se le dio un uso práctico e intensivo.
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