La conversión de Nabucodonosor
“Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades”, Daniel 4:34.
En el libro de Daniel, capítulo 4, encontramos una de las conversiones más sobresalientes del Antiguo Testamento. Se trata de Nabucodonosor, rey de Babilonia.
En esta conversión sobresalen varios aspectos que pueden ser de enseñanza para nosotros:
• Se trataba del rey que en ese momento gobernaba sobre el imperio más grande y poderoso de la época: el babilonio (Daniel 4:4). Se hizo famoso por su monumental actividad constructora en Babilonia, como los Jardines Colgantes de Babilonia que fueron considerados en su época una de las siete maravillas del mundo antiguo.
• Nabucodonosor no era de la casa de Israel, sino, de hecho, de un pueblo extranjero (lo que entonces se llamaba ‘gentil’). De hecho, era enemigo de Israel porque había invadido a Judá y a Jerusalén. Esto nos demuestra que Dios no limita su alcance salvador, sino que Él, en su voluntad, puede decidir salvar aún al más impensable.
• Dios, por medio de Daniel, le advirtió lo que le iba a ocurrir: “Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad”, Daniel 4:27. Aquí vemos que Dios, en su misericordia, oportunamente nos advierte de lo que nos puede suceder si no nos arrepentimos. Ahora lo hace por medio de su Espíritu y su Palabra.
• Doce meses después de la advertencia, el rey se seguía jactando de lo que había hecho en Babilonia: “habló el rey y dijo: ¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?”, Daniel 4:30. Tristemente, no todos aprenden por el sabio consejo de Dios (Proverbios 12:15).
• Su soberbia y vanagloria le llevó a ser castigado tan severamente por Dios que le fue quitada la razón y su reino (Daniel 4:31-32). El rey hubiera evitado esa humillación de Dios si se hubiera humillado por sí mismo.
• Habitó entre las bestias del campo por siete años (Daniel 4:33): “comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves.”.
• Por la misericordia de Dios, el rey no fue consumido, sino que Dios lo preservó por siete años viviendo a la intemperie, junto a las bestias del campo. Eso fue un hecho portentoso de Dios. ¿Quién puede sobrevivir viviendo siete años en el campo como si fuera un animal? En el trato de Dios, fue necesario llevar a Nabucodonosor a perderlo todo, perder hasta la razón; de otra forma no se habría dado cuenta de necesitaba depender de Dios.
• La razón le fue devuelta en Daniel 4:34: “Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades”. Esto sólo lo puede hacer Dios por medio de su Espíritu Santo. Nadie puede volver en sí, si no le fuere dado del cielo. Nadie puede decidir por sí mismo buscar a Dios si no es Dios quien le busca primero.
• Cuando volvió en sí, el rey Nabucodonosor bendijo a Dios, no lo maldijo, no le reclamó, ni lo culpó por hacerlo pasar siete años en la locura, ni por haberle quitado toda su gloria terrenal (vers.34). Eso demuestra la trasformación que ocurrió en el interior del rey. Al final al rey le fue devuelto todo lo que había perdido y aún más grandeza (vers.36).
Una vida regenerada por Dios y convertida a Dios entiende, por el Espíritu, que lo que le aproximo a Dios (en este caso la locura y perderlo todo), es bueno. Y, por ello, lo engrandece y glorifica al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y Él puede humillar a los que andan con soberbia (Daniel 4:37).
¡Bendiciones!
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