05x30 Los límites del true crime

Hola, aquí comienza El Señor de los Crímenes.

¿Qué tal estás? Espero que muy bien. Muchas gracias por acudir a tu cita semanal con El Señor de los Crímenes. Hoy me vas a permitir que relajemos un poco el tono y traigamos hasta este pequeño programa todas esas cuestiones complejas que se están dirimiendo en los platos de televisión, como si fueran cuestiones muy sencillas que tienen que ver con los true crime y los crímenes reales. Tú ya me conoces, ya sabes que yo soy un firme defensor de la información. Creo que de verdad la crónica negra y todo lo que tiene que ver con ella es fundamental para nuestra vida.

Pienso además que hay una intención muy fuerte para que no se hable nunca de la información de sucesos porque perjudica al poder y además creo que es vital para los ciudadanos porque la única manera de protegernos de los malvados que nos rodean es conocerlos. También hay que decir que este concepto del mal nos lo han ido arrebatando. Empezó aquello con Rousseau diciendo que el ser humano es bueno por naturaleza, que esto se lo sacó de la manga. Sí, sí, venimos todos muy buenos y resulta que es la sociedad la que nos corrompe. Pero claro, no era criminólogo ni experto en delitos.

Cuando uno se pone a ver que en una familia donde hay cinco niños que nacen en unas condiciones tristes, en un ambiente difícil, y resulta que sólo uno se convierte en un asesino en serie, en un malvado, en un violador, pues ahí hay muchas cuestiones que hay que contestar. Y luego no podemos olvidarnos de que hay auténticos canallas que nacen en unos ambientes estupendos, que tienen todas las posibilidades y aún así son seres despreciables que cometen crímenes espeluznantes o son capaces de hacerles cosas terribles a las mujeres. Es decir, aquí hay una serie de cosas. Por supuesto, ya sabes que la primera pregunta que se hace todo criminólogo y toda persona interesada en esto es si el asesino nace o se hace.

Ya sabemos que es una pregunta muy difícil de contestar y se ha llegado un poco a la conclusión de que puede ser una mezcla de ambas cosas. Hay personas que nacen con una predisposición genética a la violencia, pero es mucho más determinante lo que hacen después con esa predisposición y ahí influye el entorno de una manera bastante importante. Lógicamente, si tus padres te quieren, te dan las herramientas y te enseñan a vivir en sociedad, pues es muy difícil que tú acabes siendo alguien pernicioso para los demás. Pero lo fundamental, y esto es lo que te roban a ti y a mí, es la elección.

Las personas eligen todo el rato y son responsables de sus actos. Si deciden matar será porque les va bien, pero como están todo el día diciéndonos que no existen los extremos, que no hay nadie malo malo, que todos los malos tienen algo bueno, que tampoco hay nadie bueno bueno, que todo es como una escala de grises y entonces pues tenemos que entender que los asesinos, incluso los más crueles, pues lo que han hecho es cometer un error o varios.

Pobrecito aquel que ha violado a 50 mujeres, ¿cómo iba él a detenerse si es que la sociedad es terrible? Bueno, con estas bobadas pues al final se nos hace una idea que es completamente errónea y que cualquiera que haya estado cerca de un asesino o de un violador en serie o de alguien realmente malo puede saber con total certeza que es una falsedad, pero como la sociedad en general, por suerte, no tiene que estar cerca de estas criaturas, pues tiende a pensar que bueno, hay un espacio para la compasión y para la empatía con el asesino y lo que tenemos que hacer es lo que hace realmente la sociedad cuando aparece un criminal y es socorrerlo, ir a abrazarlo, ponerle 27 psicólogos, 18 trabajadores sociales, todos allí colaborando para que esa persona pueda volver a la sociedad.

Bueno, o por lo menos eso es lo deseable, luego los medios son los que son y ni hay tantas personas para atender al asesino ni mucho menos para rehabilitarlo, pero la idea es esa, ¿no? En fin, esta persona, pobrecita, que en este momento de su vida, pues por las circunstancias, se ha visto empujada a matar, a violar.