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06-02-2025 Sin porsiacasos - 10 Minutos con Jesús

06-02-2025 Sin porsiacasos - 10 Minutos con Jesús

2/6/2025 · 09:33
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Description of 06-02-2025 Sin porsiacasos - 10 Minutos con Jesús

** Ponte en presencia de Dios. Trata de hablar con Él.
** 10 minutos son 10 minutos aunque te puedas distraer. Llega hasta el final.
** Sé constante. El Espíritu Santo actúa “a fuego lento” y requiere constancia.

Audios de 10 minutos que te ayudan a rezar.
Un pasaje del Evangelio, una idea, una anécdota y un sacerdote que te habla y habla al Señor invitándote a compartir tu intimidad con Dios.
Busca tu momento, piensa que estás con Él y dale al play.

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Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes,
te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer
con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi padre y Señor,
ángel de mi guarda, intercede por mí. Recuerdo las primeras veces que salí un
tiempo de casa, para hacer una convivencia con el colegio o un camino de Santiago,
aunque realmente no llegué a terminarlo porque me lesioné, para pasar unos días de vacaciones con
unos amigos. Se quedan grabados esos momentos porque uno empieza a despegarse de seguridades
para lanzarse un poco a la aventura, separarte de tus padres, dejar la comodidad de tu casa,
no conocer el lugar al que vas, no saber si las personas con las que estarás te costarán,
serán difíciles de trato o por el contrario será sencillo convivir con ellas. Nunca olvidaré el
momento en el que hacíamos la maleta, ahí metíamos muchas cosas necesarias, imprescindibles, que
tenían que estar sí o sí y luego otras que eran por si acaso. Por si acaso te manchas la ropa
porque llueve, otra muda de repuesto. Por si acaso te dure la cabeza, unos paracetamoles. Por si acaso
hace mucho frío, una camiseta térmica. Por si acaso te pone en poco desayuno, unas galletitas.
Cuando ibas sumando esos por si acasos, te dabas cuenta de que gracias a ellos la maleta pesaba
un montón. Pero como no querías ir inseguro, no fuera a pasar algo, mejor cargar con tantos
trastos que arriesgarte a tener que pedirlos o a no tenerlos. Cuando leemos el evangelio de hoy,
puede chocarnos tu actitud Jesús hacia los apóstoles. Los pobres estarían un poco muertos
de miedo, con ilusión pero con respeto. Les ibas a dejar solos un tiempo, como si les dijeras, ala,
que os habéis hecho mayores, salid un poco de casa, despegaos un poco de vuestras seguridades,
a moverse por el mundo. Y ellos que estaban tan seguros a tu lado, viendo cómo siempre vencías
las dificultades, cómo arreglabas las enfermedades de las gentes con milagros, cómo tenías el consejo
oportuno que consolaba a aquella persona que se te acercaba, cómo conseguías enfocar problemas
que parecían sin solución. Sentir que iban a despegarse de tu presencia física para tener
que predicar el evangelio en un pueblo, en una aldea, les llenaría de dudas y temores. A ver si
nos acogen o no nos acogen, a ver si se molestan, a ver si nos van a mirar mal en este sitio, a ver
si nos ponen problemas. Sería lógico pensar que tú Jesús, como los buenos padres, llenaría sus
maletas para que no se sintiesen inseguros, para protegerles, para los por si acasos, no fuera a ser
que llegado el momento no tuviesen aquello que necesitaban. Sucede al revés. Imagino la escena,
todos mirándote para que les dieses las últimas instrucciones. Estarían tomando apuntes mentalmente
para que no se les escapase nada de lo que decías. Así cuando no te tuviesen a su lado, sabrían cómo
actuar porque recordarían esos consejos que les habías dado. Me imagino la cara de los apóstoles
cuando escucharon estas palabras. No llevéis pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja.
Llevad sandalias, pero no una túnica de repuesto. Caramba, no es que no llevasen paracetamoles o
camiseta térmica o el enchufe del teléfono móvil, que de eso no había en esa época. Es que ni
siquiera les permitías llevarse lo esencial, lo necesario, lo imprescindible. O sea, que dices
que nos quieres y nos sueltas por ahí sin las cosas básicas. Imagino que se darían codazos,
se mirarían unos a otros, gesticularían, algo murmurarían. ¿Has oído lo que ha dicho? ¿Que
no llevemos eso? ¿Que dejemos lo otro? ¿Y qué vamos a hacer? Esa propuesta tuya para que se
desprendiesen de las cosas materiales y llenasen el corazón de una confianza ciega en ti les dejó
patirifusos. Quedaos en la casa donde entréis hasta que os vayáis de aquel sitio. ¿Y si nos
llaman caraduras? ¿Y si se ríen de nosotros? ¿Y si nos echan a patadas? ¿Al marcharos sacudíos el
polvo de los pies en testimonio contra ellos? Pues a ver si se van a creer que les estamos
echando una maldición y nos persiguen. No me los imagino yo muy convencidos, pero tú Jesús querías
transmitirles que para ser auténticamente apóstoles tuyos tenían que desprenderse del
polvo que se nos pega, de la costra que se nos adhiere al corazón de tanto apego a lo material.
Imagino que cuando se marcharon, cuando empezaron a visitar otros lugares,

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