06-10-2026 Nacidos para el cielo - 10 Minutos con Jesús

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José, mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, interceded por mí.

Hace unas horas, antes de grabar este audio, he celebrado lo que se llama así como un mente, una misa de gloria. Una profesora del cole en el que trabajo, como Capellán, pues se quedó embarazada, pero a los pocos meses recibió la dura noticia de que el bebé crecía con algunas malformaciones y que tenía pues no sé qué síntoma o qué enfermedad, una cosa rara, algo incompatible con la vida. Y por desgracia, la primera opción que le ofrecieron los médicos era abortar.

Pero ella y su marido decidieron seguir adelante con el embarazo hasta que llegase a su fin natural. Y decidieron llamar a su bebé Milagros. Milagros que es un nombre un poco de abuela, con perdón si te llamas Milagros y no eres abuela, pero como me decía la madre, siempre está Mila, que suena más juvenil. Y realmente hacía falta un milagro para que Mila saliese adelante. Y esta vez no hubo milagro, o por lo menos no hubo el milagro que esperábamos.

El corazón de Mila dejó de latir y nació la pequeña Mila ya sin vida el 29 de septiembre, con cinco meses y medio de embarazo, el día de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.

Y yo no puedo ni imaginarme ese dolor. Y he tenido mis dudas sobre si grabar este audio contando toda esta historia. Pero Jesús, luego he pensado que mi intención no es grabar un audio, es hablar contigo, compartir también contigo mi dolor, mi perplejidad y también mi paz, mi esperanza, no solo la mía, sino la de esta familia, que sabe descubrirte también en estas circunstancias.

Y nos gustaría, Señor, descubrir cómo también en las situaciones más difíciles eres capaz de transmitir eso, paz, esperanza. Y me parece que la historia de Mila pues también puede ayudar a otros padres que estén atravesando o que hayan atravesado una situación parecida.

Al morir en el seno materno pues Mila lógicamente no pudo recibir el bautismo, que es el camino ordinario para recibir la vida de la gracia. Pero, como explica el catecismo de la Iglesia Católica, en cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven, y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir, dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo.

Y por eso, en la oración colecta de las exequias, te rezamos, Señor, oh Dios, lleno de piedad, que penetras los corazones, y eres su mejor consuelo. Tú conoces la fe de estos padres, hazles sentir que su hija, a la que lloran porque ha dejado esta vida, está en manos de tu divina misericordia. Y yo estoy firmemente convencido, Jesús, de que igual que perdonaste los pecados del paralítico viendo la fe de ellos, viendo la fe de sus amigos, pues también, de forma misteriosa, has hecho nacer a Mila, a la vida de la gracia, viendo la fe de sus padres y de sus familiares.

Y ante un dolor tan grande, es difícil encontrar palabras, palabras de consuelo que a veces, con la mejor de las intenciones, pueden ser palabras que hieran. Pero creo que pueden ayudar las palabras que pronunció el Papa León el pasado 15 de septiembre, día de la Virgen de los Dolores, en la Vigilia de la Consolación.