1,52 mts de santa y medio metro de dinamita (NUEVA)

Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, libranos Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí. Con vuestra licencia soberano Señor sacramentado, espero Señor que lo hayas pasado bien esta noche, escuchando tantas confidencias de tantas personas distintas, tantas hijas tuyas.

Y ahora temprano comenzamos este rato de oración para previo a poner fin a este rato de vela. Y celebramos precisamente hoy la memoria de Santa Teresa de Calcuta. Una memoria libre. Podemos elegir si celebrar su misa o no, pero lo vamos a hacer. Fue una santa de nuestro siglo, canonizada en el año 2016 y en el 2025 se inscribió su memoria libre en el calendario romano universal, para que pudiera ser celebrada su fiesta pues este día 5 de septiembre.

A mí siempre, Señor, me ha llamado la atención esta mujercita arrugada, como si hubiera absorbido el sufrimiento de miles y miles de personas.

Y a la vez esa mujer que tenía una mirada risueña, llena de alegría, parecía increíble que tanta fuerza moral, tanta energía vital, tanto amor a los demás, tanta santidad, que hubiera en un cuerpecito como el suyo, 1,52 metros de pura dinamita, porque era 1,52 metros de santidad. Y nosotros, pensaba, en este primer punto de meditación, Señor, no hemos de juzgar por las apariencias, ni a los demás ni a nosotros, porque tú ves el fondo del corazón y ahí ves la santidad.

Y la santidad es más potente, más valiosa que el oro, que los medios de comunicación, que la inteligencia, que la simpatía incluso, por supuesto que el dinero y que el poder. La santidad, ¿no? Una mujer pequeñita pero que hizo una cosa increíble. Y eso a pesar de tener tantos años de sequedad interior, lo sabemos bien.

Quizás hemos leído ese libro, Vense mi luz, donde se cuenta pues casi toda su vida, ¿no? Terriblemente sufriendo, terriblemente, por esa aparente ausencia de Dios, que sabemos que no era ausencia, claro, sino que era una presencia silenciosa. Pues Señor, que yo no me preocupe por mis miserias o por mis limitaciones, mejor dicho, que confíe en ti, en tu poder, en tu misericordia, en la fuerza de tu verdad y de tu amor, ahora que comienza el curso, ¿no? A la hora de hacer apostolado, de tratar de acercar las almas a Dios, pues nosotros confiamos en nuestro Señor Jesucristo crucificado, en la fuerza de su amor y en la verdad de sus palabras. Y ahí está nuestro apoyo. En el aleluya de la misa de hoy, de esta santa, se dice, te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Y lo aplica, naturalmente, a la madre Teresa de Calcuta.

Pues también nosotros, Señor, querríamos adquirir esa sabiduría de los pequeños de la tierra, ¿no? Escondida al mundo, la sabiduría de la cruz, la sabiduría del grano de mostaza que nace pequeño pero se hace un árbol frondoso, la sabiduría del grano de trigo que se entrega y muere para dar mucho fruto, la sabiduría, en definitiva, de pensar constantemente en los demás y de hacer lo que podemos con paz y con alegría de sabernos en tus manos.

Amén.