10-10-2025 Una parábola extraña - 10 Minutos con Jesús

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes.

Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, interceded por mí". Hay textos del evangelio que suenan hoy en día un poco extraños, quizá porque recogen modos de pensar, de ver el mundo, que en la época del Señor estaban más vivos y que a nosotros ahora pues, bueno, no nos resultan tan significativos.

En el evangelio de hoy veremos cómo Jesús está expulsando un demonio que era mudo y cuando el mudo empieza a hablar y la gente se queda mirada, pues algunos empiezan a decir que expulsa a los demonios por Belcebul, el príncipe de los demonios. Y Jesús les contesta haciéndoles ver que no tiene ningún sentido que el demonio expulse demonios, que el demonio ponga en jaque su propia obra. No tiene sentido que el demonio se dedique a liberar a los que tiene sometidos y a anunciar una vida distinta de la que él propone. Y a continuación utiliza una metáfora, una imagen, una parábola un poco singular.

Cuando uno que es fuerte y está bien armado custodia su palacio, sus bienes están seguros. Pero si llega otro más fuerte y le vence, le quita las armas en las que confiaba y reparte su botín. El que no está conmigo está contra mí y el que no recoge conmigo desparrama. Cuando el espíritu impuro ha salido de un hombre vaga por lugares áridos en busca de descanso. Pero al no encontrarlo dice me volveré a mi casa de donde salí y al llegar la encuentra bien barrida y en orden.

Entonces va, toma a otros siete espíritus peores que él y entrando se instalan allí, con lo que la situación última de aquel hombre resulta peor que la primera. Es un poco curioso, ¿verdad? La primera parte pues se entiende, claro, el que es más fuerte pues expulsa al que es más débil y por eso les está explicando que si él expulsa a los demonios es precisamente por él la fuerza del espíritu de Dios. Vamos, que más claro no se puede decir.

Sin embargo, ¿y esta segunda parte? Ese espíritu impuro que ha salido de un hombre dice y va por zonas desiertas hasta que en un momento piensa, oye pues vuelvo a ver cómo está la casa que dejé, a ver cómo está esa persona de la que me expulsaron, y vuelve y la encuentra bien barrida y en orden.

Y entonces llama a otros siete espíritus peores que él y entrando se instalan allí. ¿Esto qué nos quiere decir? Creo que nos quiere decir que nuestro corazón siempre va a estar lleno de algo.

A veces pues lo tiene tomado el demonio con sus tentaciones, con los lazos que nos que nos atan en forma de miedos, en forma de desesperanza, en forma de tristeza, en forma de vanidad, en forma de soberbia, en mil formas. Pero el Señor nos dice una vez que Dios te libere de eso, una vez que descubras la salvación que viene de Dios, tu casa ya no es simplemente para que la tengas tú, sino que es para que abras tu corazón al mismo Dios. Y con eso estaba dirigiéndose quizá no tanto a esos que dudaban de él, sino a aquellos otros que recibían su salvación. Porque todos tenemos la experiencia de que rezamos muy fuerte cuando necesitamos algo y cuando lo logramos a veces ni siquiera nos acordamos de dar gracias a Dios.

Y en cambio la relación con Dios no es algo que se cultive sólo cuando estamos mal, cuando estamos necesitados, sino especialmente cuando estamos bien porque el Señor nos ha salvado. Cuando estamos bien porque el Señor nos ha salvado, la tentación es la de vivir ya como si no necesitáramos a Dios, como si Dios no existiera. Y en cambio la invitación de Dios es a que le abramos las puertas de nuestro corazón y a que vivamos