12-06-2025 Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote - 10 Minutos con Jesús

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes.

Te adoro con profunda reverencia.

Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.

Madre mía inmaculada, San José, mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, interceded por mí. Celebramos hoy tu fiesta, Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote.

Tú, Jesús, en la cruz, devuelves a Dios, Padre, toda la creación redimida.

Eso es el sacerdocio.

Un puente entre Dios y los hombres que lleva a los hombres a Dios y a Dios a los hombres.

Hacia arriba lleva nuestros sacrificios, oraciones, nuestro amor, y hacia abajo trae del cielo la gracia, la misericordia, el amor de Dios y a ti mismo, Jesús, en persona.

Tú, Jesús, eres el sacerdote.

Pero nos has dejado un sacerdocio visible en la tierra, a través de tus obispos y sacerdotes y diáconos, porque tu iglesia todavía necesita ese sacerdocio activo.

Y tú, Jesús, has querido instituir los sacramentos como te ha dado el Señor.

Por ejemplo, podrías haber decidido perdonar nuestros pecados escribiéndolos en un papel y quemándolo.

O mandándolo al Vaticano, a la oficina de penitencias.

O reciclando el papel en la papelera de papeles y cartones.

O enterrándolo.

Al fin y al cabo eres tú, Jesús, quien decide cómo perdonar a quienes te ofenden.

Tú decides cómo salvar a las almas.

Cómo hacerles llegar tu gracia.

Tú decides, Jesús, cómo te haces presente en la tierra.

Tú decides quién te representa.

Porque nadie tiene derecho a ser elegido.

Nadie tiene derecho a ser sacerdote.

Como nadie tiene derecho a ser mi amigo, ¿no? Mira, oiga, yo es que tengo muchos méritos. Póngame en la mesa.

Pues mira, no, ¿sabes? Puedes tener todos los méritos del mundo, que yo elijo quienes son mis amigos.

O al contrario.

Puedes ser como el cura Andaluz, que no tiene ningún mérito.

Y está en mi lista de amigos.

Tú no tienes derecho a ser mi amigo.

Yo no tengo derecho a ser sacerdote.

Tenemos derecho a responder libremente si queremos o no queremos.

Bueno, pues tú, Jesús, has elegido tus sacerdotes.

Como explicaba el santo cura de Ars.

Id a confesaros con la Santísima Virgen o con un ángel.

¿Os absorberán? ¿Podrán consagrar el cuerpo y la sangre de nuestro Señor? ¿No? La Virgen no puede hacer descender a su Hijo Divino en el pan.

La Virgen no puede hacer descender a su Hijo Divino en el pan.

La Virgen no puede hacer descender a su Hijo Divino en el pan.

Y aunque hubiera doscientos ángeles, no te podrían dar la absolución.

Pero un simple sacerdote puede decir, yo te absuelvo de tus pecados y quedas perdonado.

Bueno, el santo cura de Ars, como recuerdas, sufrió las secuelas de la persecución religiosa en la Revolución Francesa.

De hecho, él hizo su primera comunión en un granero.

Durante una misa clandestina, porque estaban prohibidas las misas.

Y por eso decía, dejad una parroquia veinte años sin sacerdote y se pondrán a adorar a las bestias.

Bueno pues, esto el enemigo lo sabe.

Y en cualquier persecución, en cualquier revolución contra la Iglesia, siempre se va a por los obispos y sacerdotes.

Porque sin ellos no hay sacramentos y sin sacramentos no hay Cristo en la Tierra.

Por eso también en cualquier persecución, los cristianos siempre han tratado de proteger a sus pastores.

Como en la persecución de la Iglesia Católica en Inglaterra, en tiempos de Enrique VIII.

Y especialmente de su hija, Isabel I.

Santa Margaret Clitherog, que es conocida como la Perla de York, es un bonito ejemplo.

Se casó con un hombre importante de York y pronto se convirtió al catolicismo en plena persecución.

Tenían tres hijos pequeños.

Y Margaret se encargaba de esconder sacerdotes católicos y organizar sacramentos clandestinamente.

Bueno, pues en 1580.