🧪 Dmitri Mendeléyev: el genio que soñó la tabla periódica (y estandarizó el vodka) 🍸🧠

Bienvenidos, curiosas mentes del presente, a otro episodio de Entrevistas Científicas Imposibles.

El único podcast donde resucitamos, sin violar ninguna ley física, creemos, a las mentes más brillantes de la historia de la ciencia, para preguntarles lo que nunca pudieron responder en vida.

Hoy viajamos al corazón del imperio ruso, a las profundidades de un laboratorio lleno de tubos, pesas y… sueños elementales.

Porque sí, nuestro invitado de hoy soñaba con la química, literalmente.

Él ordenó el caos, predijo lo invisible y dejó huecos en su tabla que el tiempo y los laboratorios acabaron llenando.

Un genio apasionado de mente metódica pero con un ego, digamos que más inflamable que el sodio en agua, hoy nos acompaña el hombre que puso orden en la materia y un poco de vodka en la ciencia, Dmitri Ivanovich Mendeleev.

Advertencia para oyentes sensibles, Dmitri puede responder con frases largas, miradas fulminantes y un ocasional shtozaglupost.

¿Qué tontería es esta? Está en su carácter y en su tabla, así que acomódense, saquen su tabla periódica y prepárense para una entrevista cargada de ciencia, anécdotas y reacciones, químicas y verbales.

Comienza ahora la conversación imposible con Dmitri Mendeleev.

Dmitri Ivanovich, bienvenido.

Gracias joven.

¿Qué sitio más curioso este? Si le parece vamos a empezar por el principio, su pasado, cuéntenos, ¿cómo era crecer en la helada Siberia siendo el decimo séptimo hijo de una familia rusa? Viloholodno, hacía frío, y con tantos hermanos, si no destacabas, te convertías en abrigo.

Mi madre decía, tú no vas a ser normal, tú vas a ser necesario.

Y tenía razón, yo no quería jugar con muñecos, yo pesaba piedras.

Ya empezaba a clasificar elementos antes de saber leer, ¿y cómo fue su educación? Me metí en la universidad de San Petersburgo, como un cohete.

La terminé en dos años, tenía prisa y muchas ideas.

Mis compañeros salían de fiesta, yo me quedaba ordenando sustancias por densidad.

Vecelo, ¿verdad? Divertido, ¿verdad? Lo suyo era una obsesión, ¿cuándo se le ocurrió eso de ordenar los elementos? No se me ocurrió, se me soñó.

Dormí sobre una mesa llena de fichas de elementos, y al despertar la tabla estaba allí, como un regalo del universo.

Aunque claro, yo mejoré el envoltorio.

Soñar con química, a mí solo me pasa después de comer mucho queso, ¿y cómo reaccionaron los otros científicos cuando presentó su tabla? Algunos me aplaudieron, otros se rieron, uno dijo que yo era un loco con un peine para peinar átomos.

Push me utza, bre me anamo eis torone, que rían, el tiempo está de mi lado.

Y lo estuvo, predijo elementos que aún no existían, eso fue como tirar penaltis a ciegas, y meter todos.

Exactamente, por eso dije, no es que la tabla esté bien, es que el universo se está acomodando a mí.

Una última del pasado, ¿cómo era su laboratorio, ordenado como su tabla, o más bien una trinchera química? Ordenado, cada cosa tenía su lugar, pero también había explosiones accidentales.

La ciencia no avanza sin que salte alguna válvula, y a veces algún mechón de pelo.

Así era Dmitri Mendeleev en el siglo XIX, un huracán de inteligencia con bata de laboratorio, una balanza en la mano y un ego más pesado que el uranio.

Prepárense que esto apenas comienza.

Dmitri Ivanovich, ya sabemos que usted soñó la tabla periódica y que su bigote tenía más personalidad que muchos catedráticos, pero háblenos de su manera de trabajar.

¿Era usted de los que escriben ordenadamente en un cuaderno, o del tipo que lo anota todo en servilletas? Ambos.

La inspiración no avisa.

Una vez escribí fórmulas en la pared de mi laboratorio, otra vez en la manga de mi abrigo.

Lo importante era capturar el orden escondido del universo, no el papel.