#130 WH40k "El Precio del Imperio: Astronomicón, Navegantes y el Trono Dorado de Terra."

Bienvenidos a todos viajeros del Inmaterium, vuestro podcast de audiorelatos de ciencia ficción oscura, de un universo de horror en el que sólo hay guerra. De la mano del Corintio, desde la Torre Sombría, último refugio de la humanidad, frente al asedio de los corruptos dioses del caos, de las blasfemias de herejes, traidores y senos, recorreremos historias de leyendas, veremos arder la última iglesia de Terra, seremos testigos del día en que Horus mató al emperador, acompañaremos a los fantasmas de Gaunt por los mundos de Shabbat, esto y mucho más, aquí, siempre vigilantes, siempre en las sombras, victoria o muerte.

Estamos en el cuadragésimo primer milenio. Durante más de cien siglos, el emperador de la humanidad ha permanecido inmóvil sobre el trono dorado de Terra. Es el amo de la humanidad por la voluntad de los dioses, y señor de un millón de mundos gracias al poder de sus ejércitos inautables. Es un cadáver putrefacto que se retuerce, invisible, impregnado de poder de la edad oscura de la tecnología. Es el señor carroñero del imperio, señor quien muere mil almas cada día, para quien se bebe la sangre y se devora la carne, sangre y carne humana. Eso es de lo que está hecho el imperio.

Ser humano en tales tiempos es ser uno entre miles de millones, es vivir bajo el régimen más cruel y sangriento imaginable. Y esta, esta es la historia de esos tiempos donde no hay esperanza, tan solo matanzas. Y esa es la frase que se repite en las entrañas del imperio, como un maldito mantra, como una útil mentira, porque en el centro de esa oscuridad hay algo más, algo inmóvil, radiante, un punto fijo donde todo converge.

Nadie habla demasiado de él y sin embargo todo gira a su alrededor. Lo llaman el trono dorado, pero no hay oro que oculte lo que realmente contiene. Tan solo huesos, máquinas y sangre, junto a una promesa olvidada. Ya que hubo un tiempo en el que el emperador caminaba entre los hombres, con voz y forma y con un propósito. No era un dios, era un proyecto y el trono entonces no era una prisión ni un altar, era una herramienta, una llave, una arquitectura del futuro.

Pero algo se rompió en contra de la misma voluntad de aquello que alguna vez fue humano y los despojos ya no hablan ni guían ni sueñan, tan solo aguantan, encerrados en una máquina de la era oscura de la tecnología. Hay quienes dicen que lo que queda ahí sentado no es un dios ni un hombre, que su forma está tan corrompida que mirar directamente al trono sin preparación destroza la mente. Hay quienes lo comparan con el corazón de un reactor, radiando poder pero matando todo lo que se le acerca.

Otros, los que se han atrevido a buscar más allá, hablan de un artefacto que no fue construido sino ensamblado a partir de algo más antiguo, más oscuro, más alienígena. Una puerta adolme en una ruina necrona, una entrada forzada al reino de la tierra.