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By ojo de agua - ambiente educati EL LIBRO DE LAS MARAVILLAS - NATHANIEL HAWTHORNE
15 La ladera de la colina. Introducción a "El cántaro milagroso"

15 La ladera de la colina. Introducción a "El cántaro milagroso"

2/2/2025 · 04:25
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Description of 15 La ladera de la colina. Introducción a "El cántaro milagroso"

El cántaro milagroso nos habla de la alineación del universo con la virtud a través de la historia de dos ancianos, Filemon y Baucis, que representan la hospitalidad, la amabilidad, la sencilllez, la generosidad, el amor sólido y la conciencia de pertenencia a la tierra.

Un hermosa historia del poeta romano Ovidio, narrada originalmente en Las Metamorfosis y reinterpretada con delicadeza con su peculiar estilo Nathaniel Hawthorne.

Una historia que, al leerla a nuestras hijas, las inspiraba a ellas y nos conmovía a nosotros.

¿Qué deseo escogerías si los dioses estuvieran en disposición de concedértelo?

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Por cortesía de Ojo de Agua Ambiente Educativo, os presentamos el Libro de las Maravillas
de Nathaniel Hawthorne, Alba Editorial.
La ladera de la colina introducciona el cántaro milagroso.
¿Dónde y cómo piensan ustedes que volvemos a encontrar a los niños?
No ya en invierno, sino en el alegre mes de mayo.
No ya en el cuarto de jugar de Tanglewood, ni junto a la lumbre, sino a media ladera de
una enorme colina, o más bien montaña, pues casi podemos atreverlos a llamarla así.
Habían salido de casa con el valeroso propósito de subir esta alta colina hasta la pelada
cumbre.
Claro que no era tan alta como el Chimborazo o el Mont Blanc.
De todos modos, era más alta que miles de collados o que millones de toperas.
Y en relación con los cortos pasos de los niños pequeños, se la podía considerar
como montaña verdaderamente respetable.
¿Iba con ellos el Primo Eustace?
De eso pueden estar ustedes seguros.
Porque de no ser así, ¿cómo iba el libro a adelantar un solo paso?
Estaba ahora en sus vacaciones de primavera y tenía más o menos el mismo aspecto que
cuando le vimos hace cuatro o cinco meses, solo que si se le miraba muy de cerca se podía
advertir sobre el labio superior un asomo de bigote muy cómico.
Dejando aparte esta señal de madura virilidad, pueden seguir considerando a Eustace tan chiquillo
como cuando lo conocieron por primera vez.
Seguía tan alegre, tan divertido, tan de buen humor, tan ligero de pies y de ingenio
como siempre.
Y continuaba siendo el favorito de los niños, como lo había sido siempre.
Esta expedición a la montaña había sido idea suya.
Durante todo el camino, cuesta arriba, había ido animando a los mayores con su alegre voz
y cuando los pequeños se cansaban, los llevaba a cuestas por turno.
De este modo habían pasado ya los huertos y los prados de la parte baja de la colina
y habían llegado al bosque que trepa hacia la cumbre pelada.
El mes de mayo había sido esta vez mejor que de costumbre y era el día más agradable
que pudiera desear un corazón de hombre o de niño.
Monte arriba, los niños se iban encontrando una infinidad de violetas azules, blancas
y algunas tan doradas como si las hubiese tocado el mismo Midas.
Las margaritas blancas cubrían las praderas.
En la linde del bosque había columbinas rojo pálido, tan modestas que a toda costa
querían esconderse del sol, geranios silvestres y mil flores blancas del fresal silvestre.
Pero no malgastemos nuestras valiosas páginas hablando tontamente de la primavera y de sus
flores.
Hay algo me parece más interesante de qué tratar.
Si miráis al grupo de niños, veréis que están todos reunidos en torno a gustas, que
sentando en un árbol caído parece a punto de comenzar un cuento.
El caso es que los más jóvenes de la tropa han considerado que hay demasiados pasos para
medir la altura de la colina y por lo tanto el primo de gustas ha decidido dejarlos en
ese mismo sitio, a mitad de camino, esperando que el grupo de mayores termine la ascensión
y vuelva a buscarlos.
Y como se quejan un poco, porque no les gusta que los dejen atrás, les reparten las cuantas
manzanas que sacan del bolsillo y les propone contarles un cuento muy bonito, con lo cual
vuelven a alegrarse y transformar sus miradas ofendidas en la más radiante de las sonrisas.
En cuanto al cuento, yo que estaba escondido detrás de unas matas lo pude oír y os lo
contaré en las páginas siguientes.
El libro de las maravillas, de Nathaniel Hawthorne.
Colección Primeros Clásicos.
Alba Editorial.

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