
16-04-2025 Miércoles Santo 2025 - 10 Minutos con Jesús

Description of 16-04-2025 Miércoles Santo 2025 - 10 Minutos con Jesús
** Ponte en presencia de Dios. Trata de hablar con Él.
** 10 minutos son 10 minutos aunque te puedas distraer. Llega hasta el final.
** Sé constante. El Espíritu Santo actúa “a fuego lento” y requiere constancia.
Audios de 10 minutos que te ayudan a rezar.
Un pasaje del Evangelio, una idea, una anécdota y un sacerdote que te habla y habla al Señor invitándote a compartir tu intimidad con Dios.
Busca tu momento, piensa que estás con Él y dale al play.
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Señor mí, Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, interceded por mí.
Comenzamos nuestros 10 minutos con Jesús en este miércoles santo y entramos directamente en el Evangelio, en el año 33, un miércoles antes de la Pascua, en Betania, la casa de Lázaro. Me despierta Juan, los demás duermen. Sin hacer ruido salimos del cuarto y de la casa. El cielo está entre gris y azulado.
El frescor de la mañana me despabila un poco. Jesús ora muy de madrugada como es su costumbre. A nosotros nos dice que no hace falta que madruguemos tanto, que podemos orar después de desayunar, por ejemplo. Pero es que tengo, desde que llegamos a Betania, un mal presentimiento. Estoy incómodo. Se respira un no sé qué en el ambiente que no me gusta. Por eso le he pedido a Juan que me despierte para ir a orar junto al maestro todas las mañanas.
Este adolescente que parece un niño está pendiente de Jesús más que el resto. Juan es como una brújula que siempre está orientada hacia el norte, hacia el Señor. Caminamos unos pasos detrás de Jesús, hablamos en susurros. Juan me confía que está cumpliendo el encargo que recibió de María, la madre de Jesús, después de las bodas de Cana. ¿Encargo? ¿Qué encargo? A lo que Juan responde, María me dijo, Juan, no te separes nunca de él y acompaña a mi hijo como yo lo haría, pase lo que pase, hasta que nos volvamos a encontrar. Y me lo dijo con una mirada y una voz que, te aseguro, se me han quedado clavadas en el corazón. Y me repitió, pase lo que pase, Juan.
María, madre de Jesús, quiero acompañar a tu hijo todos los días de mi vida, pase lo que pase, a pesar de los pesares. Madre, ayúdame. Madre, ayúdanos. Después de la oración, volvemos con Jesús a casa de Lázaro. El desayuno ya está empezado.
Nos llega el recado de que Simón el leproso invita al Señor, a sus discípulos y a la familia de Lázaro, a un banquete en su casa. Jesús acepta la invitación. Marta respira un poco aliviada porque no tiene que cocinar. A María, mientras pueda estar con Jesús, le parece todo bien. Y Lázaro pide a sus hermanas que vayan a comprar algo para llevar al banquete. Dicho lo cual, pienso que hoy no nos moveremos de Betania. La invitación es al mediodía y Jesús no es de los que apuran, por lo que no creo que hagamos nada. Simplemente estaremos por aquí.
A Jesús le gusta llegar siempre a los sitios con unos minutos de adelanto. Él, que podría permitirse el lujo de llegar al banquete unos minutos tarde, porque ahora Jesús está en boca de todos y Jesús es famoso. Peligrosamente famoso, pienso yo, pero famoso al fin y al cabo. La mañana discurre tranquila. Paseamos con Jesús por el pueblo. La conversación del Señor, su serenidad, su sonrisa, es como un bálsamo para mi alma agitada. Todos estamos un poco agitados. Entre nosotros doce, hay distintas posturas. Algunos piensan que el momento de la victoria de Jesús y su proclamación como Mesías es inminente.
Están dispuestos incluso a la lucha. Otros no lo ven tan claro, porque saben que los fariseos son muy poderosos. En fin, hay otros, entre los que me encuentro, que no sabemos qué pensar y estamos asustados. Es la hora del banquete. Llegamos a la casa de Simón. Nos sale al encuentro. Su cara ni me suena, la verdad. Jesús ha curado a tanta gente en estos tres años que es imposible acordarse. Me llama la atención la piel que tiene. Parece la de un niño recién nacido. Nos hace pasar a la sala, mientras nos ofrece agua perfumada para las manos. Jesús ocupa los divanes centrales junto a Simón, Pedro y Lázaro.
Juan, como siempre, se las apaña para estar muy cerca. Me dispongo a elegir sitio cuando me vienen a la cabeza las palabras de Jesús, sobre los que siempre eligen los primeros puestos, para parecer importantes. A mí eso, la verdad, me da igual. Yo solo quiero estar lo más cerca posible de Jesús y he aprendido a elegir el último sitio, con tal de que vea a Jesús y oiga sus palabras. Es la única condición que le pongo a los sitios. El banquete discurre normalmente. Las mujeres, entre ellas Marta y María, van sirviéndonos las distintas fuentes.
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