17-04-2025 Jueves Santo 2025 - 10 Minutos con Jesús

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, en mí, que me ves, que me oyes.

Te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto hoy, jueves santo, este rato de oración contigo.

Madre mía inmaculada, madre del amor hermoso, virgen dolorosa, hoy quiero acompañarte a ti especialmente en este día santo.

Vamos tú y yo de la mano de María a dejar volar la imaginación y el corazón, dejando lo libre que recorra las calles, y trasladémonos con ella, con María, a la Jerusalén del año treinta y tres, justo el día antes de la fiesta de Pascua.

Cierra los ojos, si quieres, y permíteme a mí dejar volar mi imaginación, y consiénteme algunas licencias en mi oración personal, que espero te ayude.

Hoy voy con nuestra madre a preparar la cena de la Pascua, me lo ha pedido ella.

Voy cargaico de cosas, bueno ella también, creo que llevamos todo lo necesario, la lechuga, otras hierbas amargas, no me gustan mucho, pero es la tradición, huevos, vinagre y los frutos para hacer el jaroset, unas bolitas de frutos amasados con grasa, un pelotazo de calorías.

Ah, y el vino, el vino no puede faltar, me dice María que no compremos el de Caná, porque no era muy bueno, porque el bueno era el de su hijo, compramos uno que nos han asegurado que es muy bueno, que viene de Sefarad, los romanos creo que la llaman Hispania.

Lo curioso es que no llevamos el cordero, dice madre que no será necesario, cosas de su hijo, que raro, aunque algunos también celebran la Pascua así, sin cordero, bueno no me importa, hoy quiero conseguir estar cerca de Jesús, algo me dará él para comer.

Yo voy feliz pensando en mis tonterías, como ves, y caigo en la cuenta de que a madre algo le pasa, no tiene el brillo en los ojos de otras veces.

Madre, ¿estás bien? Sí, dice ella, solo un poco agobiada por todos los preparativos, quiero que salga todo muy bien.

Llegamos a la casa de la madre de Marcos, ella nos ha dejado la parte de arriba, una estancia grande y agradable, yo pongo los lechos estos, los triclinia, para que podamos comer tumbados, como solemos hacer, apoyados en el codo izquierdo.

Madre me ha contado que Jesús estuvo haciendo hace poco unos bancos pequeñitos de madera y unas mesas altas para un oficial romano, que decía que se comía mejor así, sentado.

Están locos estos romanos.

Después de unas horas llega Jesús.

Madre, ha llegado tu hijo y todo lo demás.

Saludo a Juan, me llevo muy bien con él, yo creo que me dejará estar a su lado, y así como él estará a la derecha de Jesús, yo también estaré cerca.

En una de las veces que salgo, tú, Jesús, me agarras por los hombros.

Me quedo parado, me quedo un poco sorprendido.

Siempre que te me acercas con esos ojos, se me aflojan las canillas.

Salado, ¿sabes lo mucho que te quiero? me dice.

Sí, Jesús, bueno, sí, sí, lo sé.

No creo, no te haces a la idea.

Mira, pase lo que pase, aunque hoy o estos días parezca que todo se viene abajo, que todo es noche, que yo o mi Padre del Cielo parezca que nos hemos alejado, sigue por favor confiando en mí, sigue confiando en mi amor.

Nunca, nunca te dejaré solo, eres lo más precioso que tengo.

Sufrirás, y yo más, por verte así.

Pero ten por seguro que no me habré separado de tu lado.

Iré a mi Padre y he pedido para que os guarde en su nombre.

Sé valiente, resiste, ¿de acuerdo? Y me das un beso en la frente.

Me recordó mucho a mi madre, me he quedado helado.

Veo que va hablando conmigo.