
Description of 17 La ladera de la colina. Después del cuento.
El cántaro milagroso nos habla de la alineación del universo con la virtud a través de la historia de dos ancianos, Filemon y Baucis, que representan la hospitalidad, la amabilidad, la sencilllez, la generosidad, el amor sólido y la conciencia de pertenencia a la tierra.
Un hermosa historia del poeta romano Ovidio, narrada originalmente en Las Metamorfosis y reinterpretada con delicadeza con su peculiar estilo Nathaniel Hawthorne.
Una historia que, al leerla a nuestras hijas, las inspiraba a ellas y nos conmovía a nosotros.
¿Qué deseo escogerías si los dioses estuvieran en disposición de concedértelo?
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Por cortesía de Ojo de Agua Ambiente Educativo, os presentamos El Libro de las Maravillas
de Nathaniel Hawthorne, Alba Editorial.
LA LADERA DE LA COLINA DESPUÉS DEL CUENTO
¿Cuánto cabía en el cántaro?
Preguntó Arándano.
Dos cuartillos escasos, respondió el estudiante, pero podías estar sacando leche de él hasta
llenar una artesa.
La verdad es que manaba sin cesar, y no se secaba ni en pleno verano, lo cual no le sucede
a ese arroyito que ahora corre haciendo tanto ruido vaya abajo.
¿Y dónde está ahora el cántaro?
Preguntó el niño.
Se rompió, siento decirlo, pero es verdad.
Hace unos veinticinco mil años, respondió el primo Eustace.
Lo arreglaron lo mejor posible, pero aunque siguió sirviendo para contener leche, ya
nunca volvió a llenarse solo.
Así que ya no tenía más mérito que cualquier otro cántaro viejo y rajado.
¿Qué lástima?
exclamaron al mismo tiempo todos los chiquillos.
El respetable perro Ben había acompañado a las excursionistas, así como también un
perrillo pequeño de Terranova que respondía al nombre de Bruin y que era negro como un
oso.
Como Ben era el de más edad y el de costumbres más serias, el primo Eustace le rogó respetuosamente
que se quedase con los pequeños para guardarlos de todo mal.
En cuanto al negro Bruin, que era un cachorrillo, el estudiante juzgó más prudente llevarlo
consigo por temor a que en sus turbulentes juegos con los otros chiquillos los echase
a rodar por la colina abajo.
Aconsejó entonces a Mimosa, Arándano, Zanahoria y Flor de Limón que se estuviesen quietos
y sentaditos en el sitio donde los dejaban.
El estudiante, con siempre viva y los demás niños algo mayores, empezó a subir y pronto
se perdieron todos de vista entre los árboles.