179 - Crying Freeman (1995)

¡Oh! M-Studios presenta...

Me llamo Shimasaki.

Soy señor de 26.000 súbditos y dirigente de la sociedad Hakushin.

El 4 de agosto, en San Francisco, murió mi hijo.

Fue una muerte injusta a manos de un asesino.

Una mujer que vive en esta ciudad presenció el asesinato.

Se llama Emu Ohara.

El hombre que asesinó a mi hijo está aquí, en su ciudad.

Ha regresado para matar a la testigo simplemente porque ella le dio la cara.

Este es su código.

Pertenece a la antigua secta de los guerreros chinos llamada Los Hijos de los Dragones.

Él es su ejecutor.

Siempre va solo, pero es muy hábil.

No necesita a nadie.

Hay películas que pasan sin hacer ruido en su estreno y con el paso de los años se convierten en pequeñas joyas que solo algunos cinéfilos recuerdan con cariño.

Crying Freeman, de 1995, es precisamente una de ellas.

Dirigida por el debutante Christoph Ganz, que años más tarde firmaría el Pacto de los Lobos, en 2001, y Silent Hill, en 2006, y protagonizada por un jovencísimo Marda Cascos, la cinta intentó algo muy atrevido para su época, adaptar a imagen real un popular manga japonés cuando el término live-action ni siquiera era de un, digamos, uso común en Occidente.

¿Qué tal? Soy Iñaki Lobo Sánchez.

Esta vez he rebuscado en mi estantería para seguir explotando una de esas películas que fuese un gran bombazo en taquilla, un blockbuster tremendo que me quitase la espinita esa que tenía del anterior programa, donde dejé a Godzilla a medio camino entre el fracaso comercial que supuso esa adaptación del 98 de la que hablamos y también las ganas de convertirse en ese gran éxito que se esperaba de la película.

Sin embargo, resulta que ojeando mis títulos topé con esta gran película y pensé que ya tendré tiempo de reivindicar otra gran producción, pues hay películas hechas con mucha voluntad artística que merecen un potente foco para quienes no se acuerdan de ellas y también los que están por descubrirla.

En este caso, en estos términos, Crying Freeman, Los paraísos perdidos, fue una adaptación inesperada de un manga japonés.

En ella se mezclaban elementos de thriller, el cine de acción, el melodrama y la estética visual del cómic y todo con un resultado tan fascinante como irregular.

Sin embargo, más allá del producto final, lo verdaderamente revelador es lo que ocurrió detrás de las cámaras.

Un rodaje lleno de desafíos técnicos, decisiones arriesgadas y momentos tan humanos como cinematográficos.

Hoy propongo un viaje a través de esas anécdotas y curiosidades que dan vida a las películas desde su cocina interna.

Porque a veces, las lágrimas que se vierten fuera del plano son tan significativas como las que vemos en pantalla.

No lo voy a alargar más.

Aquí, ahora mismo, enciendo la alarma de spoilers y comenzamos el programa número 179 de La Fricoteca.

Las raíces de los hijos de los dragones son profundas y se remontan a épocas lejanas.

Hace 14 siglos, los manchúes derrocaron al emperador chino e instituyeron el reinado del terror.

Entonces, 108 monjes budistas se sublevaron.

Los manchúes mataron a todos los monjes, salvo cinco.

Estos se salvaron y fundaron la sociedad de los hijos de los dragones, convirtiéndose en los defensores del pueblo chino, combatiendo la injusticia y la opresión.

A su lado tienen un asesino, Freeman.

Según la leyenda, el dragón da su aliento a ese hombre, haciéndolo inmortal.