
1796. Mi tiempo, para los demás

Description of 1796. Mi tiempo, para los demás
Meditación en el sábado de la IV semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio nos presenta una escena en la que la gente obliga a Jesús a cambiar los planes de descanso que había previsto con los Doce, porque «no tenían tiempo ni para comer». Pero Jesús reacciona con compasión, y al ver a las multitudes se olvida de sus planes, y «se puso a enseñarles muchas cosas». Nosotros también hemos de aprender a ser generosos con nuestro tiempo. Nuestro tiempo no es para nosotros, sino para Dios y los demás.
¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/874295
This content is generated from the locution of the audio so it may contain errors.
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios
nuestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes,
te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para
hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi Padre y
Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí. El evangelio de hoy sábado es
continuación de la escena que veíamos hace apenas dos días, cuando Jesús envió
a los doce a predicar, lo recordarás, lo comentamos, sin alforja, ni dinero, ni
nada, tan sólo con un bastón para apoyarse, que representa quizás la
oración, Señor, pero los mandó de dos en dos y se recoge que tuvieron un éxito
arrollador. Señor, hasta los demonios se nos sometían en tu nombre, tal, etcétera, ¿no?
Entonces, en aquel tiempo, dice Marcos en el evangelio de hoy, y en aquel tiempo es
el regreso de esos discípulos a Jesús, los apóstoles volvieron a reunirse con
Jesús y le contaron todo lo que había hecho y enseñado, como hemos de hacer tú
y yo tantas veces en nuestra oración, contarte a ti, Jesús, todo lo que hemos
hecho y enseñado en tu nombre, Señor, pues he visto esta amiga, este amigo, le
da este consejo, me lo ha agradecido, ojalá le sirva, etcétera. Él les dijo, venid
vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco, y es eso lo que
estamos haciendo ahora, lo que hacemos siempre que nos apartamos y buscamos un
lugar y un momento adecuados, en silencio, recogidos, para estar, Señor, a solas
contigo, para orar, para hacer oración, que es descansar un poco contigo de la
vida, de esa vida tan exigente que todos tenemos.
La oración debe ser para cada uno de nosotros un descanso, no una obligación,
sino algo grato que añoramos poder experimentar, como los discípulos
estarían contentísimos de que tú, Señor, les dijeras, venid vosotros a solas a un
lugar desierto a descansar un poco. Es la vida de oración, esa vida que queremos
tener, y por eso nos vamos contigo a solas, Señor, y por eso mismo hacemos un
curso de retiro o unos ejercicios espirituales, un retiro mensual, nos vamos
a solas contigo para descansar un poco, Señor, concédeme ver siempre la oración
como un descanso, como un descanso, como algo grato. Sigue diciendo el Evangelio y
como explicando por qué eran tantos los que iban y venían que no encontraban
tiempo ni para comer. Parece que está describiendo nuestra
vida, especialmente la de un padre o una madre de familia numerosa, quizás,
eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer.
Es algo habitual, el propio Marcos lo ha dicho en otra ocasión.
Y sigue diciendo el Evangelio que, de acuerdo con ese plan, se fueron en barca
a solas a un lugar desierto. Muchos los vieron, sin embargo, marcharse y los
reconocieron. Entonces, de todas las aldeas, fueron corriendo por tierra a
aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se
compadeció de ella. Ese corazón compasivo, afectuoso de nuestro Señor.
Señor, ¿qué hubiera sentido yo? A lo mejor hubiera sentido fastidio. ¡Qué
pesadez! Estos tíos no me dejan tranquilo.
Qué distintos somos a veces tú y yo, Señor.
Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, aunque les
fastidiaba el plan. Porque andaban como ovejas que no tienen
pastor. Y entonces cambia de planes y se puso a enseñarles muchas cosas, en vez
de estar a solas con los discípulos. Nosotros los cristianos somos discípulos
de Cristo. Hemos de vivir su vida, pisar donde pisó, tener sus mismos
sentimientos, como nos dice San Pablo. Y los sentimientos de Cristo son estos.
Vio una multitud que le cambiaba los planes previstos y se compadeció de
ella, y no encontraban tiempo ni para comer. Con ese olvido de sí.
Hay un misil conocido, el Tomahawk, un misil norteamericano, que es un misil que
tiene muchos toques.