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By ojo de agua - ambiente educati EL LIBRO DE LAS MARAVILLAS - NATHANIEL HAWTHORNE
18 Cumbre pelada. Introducción a "LaQuimera"

18 Cumbre pelada. Introducción a "LaQuimera"

3/1/2025 · 06:27
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El último mito que completa “El libro de las maravillas” es la historia del joven Belerofonte en busca de Pegaso, el caballo alado, para luchar contra la monstruosa Quimera.

El mito confronta a sus personajes con grandes peligros, así como aliados inesperados y, con frecuencia, encantados en una metáfora de las dificultades, acontecimientos y lances en que consiste el camino de la vida y que nos hacen crecer y madurar.

Un personaje discreto, pero significativo de esta leyenda que os presentamos hoy es el niño que, a diferencia del anciano, de la muchacha o del hombre maduro, ofrece pistas y apoyo al protagonista de la historia al apoyar firmemente la creencia en la magia de la vida.

Solo el chico apoya la búsqueda de Belerofonte; los demás o no creen en el encanto de la vida o creyeron alguna vez, pero ya lo han olvidado.

Sirva esta historia para recordarnos el valor de escuchar la voz de los niños que, en tantas ocasiones, nos ofrecen esperanza, armonía y a los que, con frecuencia, miramos con la condescendencia de quien ya ha atravesado el camino, pero ha olvidado sus detalles menos visibles.

Sin duda alguna, los niños tienen mucho que aprender en el camino de la vida y nosotros, como adultos, tenemos mucho que aportarles. No obstante, si como adultos hemos madurado suficientemente, nos daremos cuenta de que también nosotros tenemos mucho que aprender de los niños.

Aprender a discriminar en ese camino de ida y vuelta, de acompañarnos y aprender juntos, de enseñar pero saber desentrañar los mensajes muchas veces velados, silenciosos, ocultos, que la infancia nos entrega. Aprender a no desecharlos porque la sociedad en que vivimos detente valores tan contrapuesto, en ocasiones, a los que manifiesta la infancia inocente. Aprender a rescatar la frescura de nuestra propia infancia.

En nuestra perspectiva, debemos continuar creyendo en la magia, el encanto y el misterio de la vida y continuar ofreciendo a los niños un entorno social cercano y acorde a los valores más elevados que podamos ofrecer.

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Por cortesía de Ojo de Agua Ambiente Educativo, os presentamos el Libro de las Maravillas de Nathaniel Hawthorne, Alba Editorial.

Cumbre pelada, introducción a la quimera, monte arriba, por la ladera cubierta de bosque iban Eustace Bright y sus compañeros.

Los árboles no estaban aún completamente cubiertos de hojas, pero ya tenían bastantes para dar una sombra ligera, mientras que el sol los inundaba de una luz verde.

Había rocas cubiertas de musgo, medio escondidas entre las pardas hojas secas.

Había troncos de árbol casi podridos, tumbados a lo largo, en el mismo sitio en que se habían derrumbado.

Había arbustos secos arrancados de raíz por los vientos de invierno y que estaban desparramados por el suelo.

Pero aunque todas esas cosas parecían viejas, el aspecto del bosque era de vida nueva.

Por allí, por donde se mirase, se encontraba algo fresco y verde que estaba brotando, preparándose apresuradamente para el verano.

Por fin, la gente joven alcanzó el límite superior del bosque y los excursionistas llegaron casi a la misma cumbre de la colina.

No era un pico, ni una gran cima redondeada, sino una planicie, o mejor dicho, una meseta bastante ancha.

En ella había una casa y un cobertizo a cierta distancia.

La casa era el hogar de una familia solitaria y a veces las nubes, de las cuales caía la lluvia o la nieve sobre el valle, estaban por debajo de aquella casa sola y desamparada.

En el punto más alto de la colina había un montón de piedras en cuyo centro estaba clavado un gran mástil que sostenía una banderita.

Eustace condujo allí a los niños y les dijo que mirasen en derredor y viesen la gran porción de hermoso mundo que podían abarcar de una ojeada.

Y a medida que miraban, parecía que se les iban agrandando los ojos.

Allí se veía al sur la altísima montaña que formaba generalmente el centro del paisaje, pero que parecía haberse hundido y ahora había pasado a ser miembro de una gran serie de elevaciones.

Detrás de ella, la sierra, que desde la casa parecía lejana y no muy alta, había crecido y se había elevado.

El hermoso lago se veía con todas sus pequeñas encenadas y no estaba solo.

Había más allá otros tres que abrían sus ojos azules al sol.

Varias aldeas blancas, cada una con su campanario, estaban desparramadas en la lejanía.

Había tantas granjas con sus parcelas de bosque, pastos y tierras de labranza que los niños apenas podían hacer sitio en sus cerebros para recibir tantos objetos distintos.

Allí estaba también Tanglewood, que hasta entonces les había parecido lo más importante del mundo.

Ahora ocupaba tan poco terreno que buscándolo no lo encontraban y su vista iba mucho más allá de donde en realidad se encontraba.

Blancas y algodonosas nubes colgaban en el aire y lanzaban oscuras y movedizas sombras aquí y allá sobre el paisaje.

Pero a cada instante la luz del sol brillaba precisamente donde acababa de estar la sombra y la sombra se marchaba a otra parte.

Al oeste había otra serie de montañas azules.

En aquella colina, dijo Eustace a los niños, había un lugar donde unos cuantos holandeses viejos jugaban eternamente a los bolos y donde un individuo muy vago llamado Rip Van Winkle se había quedado dormido y había pasado durmiendo veinte años de un tirón.

Los niños pidieron con afán a Eustace que les contase todo lo que supiera de un caso tan maravilloso.

Pero el estudiante replicó que ese cuento ya estaba contado hacía mucho tiempo y mucho mejor de lo que pudiera contarlo él, y que nadie en el mundo tenía derecho a cambiar una sola palabra de él hasta que fuera tan antiguo como la cabeza de la gorgona, las tres manzanas de oro y el resto de esas milagrosas leyendas.

Pero, al menos mientras estamos descansando aquí, dijo Pimpinela mirando a su alrededor, bien puedes contarnos una de esas historias que tú te inventas.

Sí, primo Eustace, exclamó siempre viva, te aconsejo que nos cuentes aquí un caso

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