
1802. El don del sacerdocio en la Obra

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Meditación predicada en un Centro de la Obra el 14 de febrero, aniversario de las mujeres en el Opus Dei, y de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. San Josemaría buscó incansablemente poder tener sacerdotes que procedieran de los laicos del Opus Dei, y vio la solución jurídica tal día como hoy de 1943. Meditamos sobre los sacerdotes en la Obra.
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Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, libran al Señor Dios
nuestro, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Señor mío y Dios
mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con
profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia
para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José,
mi Padre Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí". Y es siempre necesario
vencer un poco del rechazo interior a hablar con palabras laudatorias de lo que
uno mismo es o a lo que uno mismo pertenece. Y es que yo querría hablar
pues de ese segundo aniversario que se cumplió y el de los sacerdotes de
la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Recuerdo en el Vázquez de Prada, creo
recordar, o quizás en otro libro, cómo se recoge un recuerdo de
Jacinta Arriba en septiembre de 1960. Nuestro Padre tuvo una tertulia en
Madrid, Jacinta Arribas, perdón con S, y una numeraria auxiliar le preguntó a
nuestro Padre, Padre, ¿vendrá a nuestro centro de estudios? Y la respuesta de
nuestro Padre fue esta, dice, yo quisiera teneros cerca a todos, pero para eso
tendría que tener el don de bilocación. Eso se estudia en ascética, es el don de
estar en varios sitios a la vez. Y por ahora no es necesario. Teniendo a vuestras
directoras me tenéis a mí. Tenéis a vuestros hermanos sacerdotes que os
atienden, así que prácticamente me tenéis siempre con vosotras. Y es que los
sacerdotes en la obra y en cualquier institución de la iglesia, pues ayudan,
completamente en la obra, ayudan al Padre y son como las manos del Padre para
hacernos llegar pues su atención, su cariño,
sus desvelos por nosotros. Eso que se dice en los estatutos de la obra, que el
Padre impende, superimpende, ¿no? Se gastará y desgastará por sus hijos.
No sé si habéis pensado alguna vez la suerte que es tener sacerdotes en la
obra, ¿no? Imaginaros que nosotros en la obra y en las labores apostólicas, pues
tuviéramos sacerdotes buenos, santos, estupendos, pero que no tuvieran nuestro
espíritu ni que tuvieran pues esa dedicación a nuestras labores.
Tendríamos que vivir siempre en un hay, ¿no? Pues no puedo, en fin, con imprevistos,
Bueno, sería un lío, ¿no? Verdaderamente sería un completo lío y nuestro
Padre, que sentía eso mismo, notó esa necesidad de sacerdotes para la
expansión de la obra, para el formar a la gente que iba viniendo, pues empezó a
buscar ayuda con diversos sacerdotes. Ya tenemos noticia de esos intentos
fallidos de los primeros sacerdotes que se vincularon a él, porque al final tuvo
que limitarlos a la administración de sacramentos y a las funciones puramente
eclesiásticas, porque aquellos sacerdotes santos y buenos, pues como no tenían la vocación a la
obra, pues se metían en cosas que no les competían,
contradecían cosas que decía nuestro Padre y creaban pues un poco de
desconcierto y hubo pues algunos sucesos amargos. Dice nuestro Padre que todo fue
así hasta que como no acertaban a entender lo que el Señor nos pedía,
especialmente en el apostolado específico de la sección femenina, dos
o tres de ellos llegaron a ser como mi corona de espinas, porque desorientaban
y sembraban confusión, pronto tuve que prescindir de su ayuda. Y así pues
ocurrió en 1935, aun siendo sacerdotes muy buenos, pues tuvo que prescindir de
ellos y llamar a algunos otros sacerdotes amigos para pues las
ceremonias litúrgicas, decir la santa misa, confesar a los de casa, etcétera.
Nuestro Padre sabía que la solución
tenía que provenir de los fieles laicos. Ya en 1930 lo escribía, los socios
sacerdotes han de salir de los socios laicos. Y poco antes había dejado como
salir un suspiro en sus apuntes íntimos que decía, qué primor de hombre de Dios
veo que serán, refiriéndose pues a esos sacerdotes.
Y en 1930 también, otro apunte íntimo, nuestro Padre decía, Dios iluminará a su
hora. ¿Qué es? Es un apunte.