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By Jose Brage Meditaciones diarias
1828. Conmover a Dios con nuestra penitencia (EDITADA)

1828. Conmover a Dios con nuestra penitencia (EDITADA)

3/12/2025 · 20:04
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Description of 1828. Conmover a Dios con nuestra penitencia (EDITADA)

Meditación en el miércoles de la I semana de Cuaresma. La primera lectura nos presenta la escena del profeta Jonás llamando a la conversión de los habitantes de Nínive mientras recorre su ciudad. «Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor», dice la Escritura. Nosotros tenemos la llamada apremiante de Cristo desde la Cruz, que nos invita a la conversión y a la penitencia. Que no merezcamos el reproche de Jesús en el Evangelio: «Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».

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Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos Señor Dios nuestro en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes.

Te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mi Inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí. En nuestro viaje hacia el Padre, que es la cuaresma, hoy tenemos una nueva estación, un nuevo hito y nos va a servir para ello, para meditarlo, la primera lectura de la misa de hoy, que está tomada del profeta Jonás.

El Señor dirigió la palabra a Jonás, ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive, allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré. Nínive era una ciudad llena de pecado que Dios decidió destruir y entonces le intentó mandar a Jonás, pero Jonás huyó, se metió en aquel barco, le tiraron, la ballena se lo comió y entonces ahora estamos ya en la segunda y definitiva llamada de Dios a predicar a Nínive.

Jonás se puso en marcha hacia Nínive, siguiendo la orden del Señor.

Nínive era una ciudad inmensa, hacían falta tres días para recorrerla y por tanto inmenso era el número de sus pecados. Jonás empezó a recorrer la ciudad el primer día proclamando dentro de 40 días Nínive será arrasada.

Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sallal, es decir, de saco, desde el más importante al menor.

La noticia llegó a oídos del rey de Nínive, que se levantó de su trono, se despojó del manto real, se cubrió con rudo sallal y se sentó sobre el polvo.

Una manifestación realmente humilde de este rey. Después ordenó proclamar en Nínive este anuncio de parte del rey y de sus ministros, que hombres y animales, ganado mayor y menor, no coman nada, que no pasten ni beban agua, que hombres y animales se cubran con rudo sallal e invoquen a Dios con ardor, que cada cual se convierta de su mal camino y abandone la violencia.

Quién sabe si Dios cambiará y se compadecerá, se arrepentirá de su violenta ira y no nos destruirá. Vio Dios su comportamiento, como había abandonado el mal camino y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles, así que no la ejecutó.

Y de este modo se salva Nínive. Dios se conmueve ante la penitencia de los ninivitas. Y Dios siempre nos envía a alguien como a Jonás para darnos la oportunidad de convertirnos y hacer penitencia. Alguien que puede quizás no ser agradable escuchar, porque quien bien te quiere te hará llorar, dice ese refrán.

Alguien que quizás nos dice verdades como puños y nos anima a cambiar de vida, pero son palabras verdaderas portadoras de salvación. Cuando nos dice un amigo, una madre, un ponente de una charla conferencia, un sacerdote en su homilía, el papa, cuando todas estas personas nos dicen, no te puedes conformar con lo que eres y cómo eres. Tienes que cambiar.

Puedes dar mucho más de ti. Estás haciendo mal con aquella conducta.

Tienes que esforzarte un poco más para crecer en esto.

Tienes que pensar más en los demás. O alguien que nos hace ver que estamos equivocados, que necesitamos cambiar, convertirnos, dejar de hacer algo que hacíamos habitualmente o empezar algo que no hacíamos nunca. Todo eso es la conversión y es muy propio de la cuaresma. Señor, conviérteme para que me convierta.

Ojalá que sepamos acoger esos enviados de Dios con fe, con fe, como los ninivitas, y convertirnos. Los ninivitas proclamaron uno y uno y se vistieron con rudo sallal desde el más importante al menor. Incluso su rey, que ordena también ayunar, y además dice, cada cual se convierta de su mal camino, con la esperanza de conmover a Dios.

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