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By Jose Brage Meditaciones diarias
1830. Vete primero a reconciliarte con tu hermano

1830. Vete primero a reconciliarte con tu hermano

3/14/2025 · 21:00
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Meditación en el viernes de la I semana de cuaresma. El Evangelio de hoy recoge un fragmento del Sermón de la Montaña, donde el Señor dice: «si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda». Nosotros, hemos de poner en el centro de nuestras prácticas cuaresmales la caridad al prójimo, manifestada en las obras de misericordia corporales y espirituales.

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Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos libranos Señor Dios nuestro en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mi Inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí.

El título de esta meditación lo he sacado Señor del evangelio de la misa de hoy. Vete primero a reconciliarte con tu hermano. Y quiero decir con esto, lo quieres decir tú que nos lo dices, la necesidad de poner la caridad con los demás en el centro de nuestro modo de vivir la cuaresma. Toda la vida en realidad, pero ahora de una manera especial las prácticas cuaresmales.

Este es el tema. Y el evangelio completo dice así, en aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos, no matarás y el que mate será redo de juicio. Pero yo os digo, todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado.

Y si uno llama a su hermano imbécil, tendrá que comparecer ante el sanedrín.

Y si lo llama necio, merece la condena de la jeena del fuego.

Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano. Y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Este evangelio recoge una parte del sermón de la montaña que tú, Señor, pronunciaste para enseñarnos a vivir bien en esta vida y alcanzar la santidad y el cielo.

El sermón de la montaña es el nuevo etos o hizos del cristiano, la nueva ética, la nueva moral. Y la iglesia nos propone estas palabras tomadas de ese sermón de la montaña en este primer viernes de cuaresma como una ayuda a la conversión en la caridad. Lo primero que llama la atención, Señor, es tu radicalidad. Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Es decir, que tú, Señor, no relativizas la ley de Dios, la ley judía, que es lo que sucede cuando se pone en su lugar, por ejemplo, el capricho de cada uno.

Tú no haces eso. Tampoco la recortas ni suavizas, sino que la llevas hasta sus últimas consecuencias, poniendo en su centro, no la norma, sino lo más exigente que hay, la fe y el amor, y el amor, la caridad. Así, por ejemplo, aunque es igual con todos los mandamientos, no te conformas con el no matar del quinto mandamiento, sino que pides mucho más. Afirmas, todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. E incluso, si uno llama a su hermano imbécil y se lo llama necio, merece la condena.

Tú, Señor, que eras comprensivo con las miserias humanas de todo tipo, tú que perdonaste al buen ladrón y a la mujer pecadora, a la hora de hablar de la caridad, del amor a los demás, eres súper exigente.

Me viene a la memoria aquello que se cuenta de un monje de un monasterio que falleció, pues otro monje del monasterio, al que estaba muy unido, con el que le unía una amistad entrañable de muchísimos años, y entonces, pues este monje que quedó en la tierra pidió al señor ver una última vez y despedirse de su amigo, que había muerto mientras él estaba fuera, ¿no? Y se le apareció, al parecer, su amigo, cuentan, de noche, y estuvieron un rato de charla, y cuando se despedía, su amigo, el que estaba en el cielo, le dice, y recuérdame, enganito, que en el cielo se hila muy fino, con la finura de la caridad, que es lo más exigente que hay, hasta el punto de que el señor llega a decir estas palabras, por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, es decir, que no has vivido bien con él la caridad, deja allí tu ofrenda sobre el altar,

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