
1831. Amad a vuestros enemigos

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Meditación en el sábado de la I semana de Cuaresma. En el Evangelio de hoy, tomado del Sermón de la Montaña, Jesús nos propone: «Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen». Ese mensaje está en el centro del mandamiento del amor. No se trata sólo de amar a nuestros amigos, sino de amar a todos los hombres, porque todos son hijos de Dios. Incluso, a los enemigos. Y el camino que Jesús nos indica es rezar por ellos.
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Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.
Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí. Recuerdo que hace ya algunos años, un chico que se convirtió al cristianismo, se bautizó con 31 años, pues un poco antes de bautizarse, le di a leer el Evangelio de Mateo para que conociera a nuestro Señor Jesucristo.
Y me impresionó mucho lo que me comentó cuando se lo leo yo en apenas una semana. Me dijo, me ha impresionado mucho porque sólo habla de amor. Es verdad que Jesús es duro y exigente, pero son palabras que no te puedes quedar para ti. No son simples palabras, porque hablan de algo muy profundo, hablan del amor. A veces nosotros no nos damos cuenta y sin embargo ese fuego del amor sigue estando ahí bajo las cenizas de cada palabra del Evangelio. Son palabras Señor las tuyas que esperan quien las haga vida, quien las enarbole como una bandera en su vida.
Y concretamente el sermón de la montaña que recogen los evangelios de estos días es una revolución. Porque tú, Señor, empiezas atacando el núcleo mismo del corazón humano. Derribas de su trono al egoísmo y pones en su lugar el amor. Y lo haces radicalmente. Y por eso empiezas por el amor más absurdo. El amor a quienes menos lo merecen. El amor a los enemigos.
Dice el evangelio de hoy. Habéis oído que se dijo amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos que hace salir su sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos y pecadores. Porque si amáis a los que os aman qué recompensa tendréis. No hacen eso también los publicanos.
Y si saludáis solamente a vuestros hermanos ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso también los paganos? Por eso sed vosotros perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto. El día que estas palabras fueron pronunciadas por primera vez en la historia de la humanidad se inició la revolución más radical. La única verdadera llamada a transformar los corazones humanos. Una revolución apenas empezada en algunos corazones y a ratos pero con cuánto fruto a lo largo de los siglos.
Porque alguien puede pensar ¿pero tan nuevo es este mandato del Señor? Pues sí porque fíjate es cierto que hay un instintivo amor a los que llevan la propia sangre. A mis padres, a mis hermanos, a mis tíos.
Hay también como una tolerancia de justa convivencia hacia los vecinos o compatriotas. Bueno perdonamos cosas. En el mundo antiguo los extranjeros siempre han visto, han sido vistos mejor dicho con desconfianza. Si acaso con un poco de compasión pero jamás se ha predicado amor a los enemigos y mucho menos jamás ha habido quien convierta este amor a los enemigos en el epicentro de su mensaje y contraseña de sus seguidores como hizo Jesús. Si vamos a la tradición judía pues este mensaje se fue preparando en el éxodo.
Se dice ojo por ojo y diente por diente que nos puede parecer muy cruel pero que en realidad era un avance moral, era una incitación a no sobrepasarse en la justicia. Si alguien te hacía algo no hacerle más que lo que tú le habías hecho. Luego más adelante casi al final del antiguo testamento en los proverbios se dice si el que te odia tiene hambre dale pan que comer. Como dando a entender que hay necesidades básicas que están por encima de lo que uno siente.
Y luego el gran rabino de los tiempos.