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By Jose Brage Meditaciones diarias
1833. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso

1833. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso

3/17/2025 · 25:26
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Meditación en el lunes de la II semana de Cuaresma sobre los textos de la Misa de hoy. La oración colecta reza: «Oh, Dios, que nos mandaste mortificar nuestro cuerpo como remedio espiritual, concédenos abstenernos de todo pecado y que nuestros corazones sean capaces de cumplir los mandamientos de tu amor». Para ello necesitamos practicar la misericordia, tal y como Jesús nos anima en el Evangelio de hoy.

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Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí.

Hoy nos acogemos de una manera especial a San José, nuestro Padre y Señor, maestro de oración, para que nos enseñe hoy y siempre a ser cada vez almas de una oración más profunda. Y es muy bonita la oración colecta de la misa de hoy.

Dice así, oh Dios que nos mandaste mortificar nuestro cuerpo como remedio espiritual, concédenos abstenernos de todo pecado y que nuestros corazones sean capaces de cumplir los mandamientos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, amén. Aquí en esta oración se resume un poco todo el sentido de la cuaresma.

Empieza con una afirmación, diríamos que filosófica, no? Oh Dios que nos mandaste mortificar nuestro cuerpo como remedio espiritual, es decir, es un acto de fe en la existencia del cuerpo y del alma y de la íntima conexión entre uno y otro. Lo que hacemos con el cuerpo afecta a nuestra alma y lo que hacemos con el alma afecta a nuestro cuerpo, ¿verdad? Pero luego dice, purificarnos no sólo del pecado, por medio de esa mortificación del cuerpo, para purificarnos no sólo del pecado, sino de la tendencia a él para purificar nuestro corazón. Concédenos abstenernos de todo pecado y que nuestros corazones, para que nuestro corazón, Señor, no se sienta atraído por cosas que no se debería sentir atraído.

Lo mismo que el cuerpo sirve para expresar el corazón y el alma, pues cuando estamos contentos sonreímos, cuando queremos a una persona expresamos cariño con el cuerpo, por medio de caricias, por un abrazo, por todas las manifestaciones de ternura, un beso, incluso entre personas casadas, ¿verdad?, ese abrazo conyugal, pues todo eso expresa lo que tiene el corazón, lo que tiene el alma.

También al revés, ¿no? Cuando uno está enfadado, pues la cara admite, o adquiere una expresión de rabia, quizás golpeamos o intentamos manipular con desprecio a una persona, etcétera, ¿no? Es decir, que lo que el cuerpo nos sirve para expresar lo que tenemos en el corazón. Pero también ocurre al revés, y es que a través del cuerpo alimentamos el corazón.

Lo que hacemos con el cuerpo afecta a nuestro corazón y, por tanto, a través del cuerpo somos capaces de convertir, de convertir al corazón. Somos capaces de educar nuestra sensibilidad afectiva, espiritual, y ese es el sentido de la mortificación corporal tan propia de la cuaresma.

Por ejemplo, el ayuno y la excelencia. Educar nuestra alma, convertir nuestro corazón, llenarlos de un agradecimiento a Dios Padre, de una preocupación constante por nuestros hermanos, de una conciencia clarísima de nuestra limitación de criaturas y de la necesidad de corregir tantas cosas en nosotros que no van, que no son buenas. ¿Y todo esto con qué objeto? ¿A qué se dirige? Pues nos dice también la oración al amor, a hacernos capaces de amar con obras.

Que nuestros corazones, decíamos, sean capaces de cumplir los mandamientos de tu amor. Obras, por tanto, amorosas, llenas de amor. En último término, no es la mortificación corporal negación, sino afirmación gozosa, porque nos sirve a cumplir los mandamientos del amor de Dios Padre por mí, con gozo de hijo. Es verdad que puede empezar la mortificación corporal adquiriendo la forma de una privación o de una negación, pero luego se dirige a hacernos capaces de aquel amarás. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón.

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