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By Jose Brage Meditaciones diarias
1870. Dos ciegos caminantes del alba (EDITADA)

1870. Dos ciegos caminantes del alba (EDITADA)

4/23/2025 · 19:50
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Description of 1870. Dos ciegos caminantes del alba (EDITADA)

Meditación sobre el Evangelio del miércoles de la Octava de Pascua: los discípulos de Emaús. Les pudo la impaciencia y Jesús va a buscarlos en el camino a su tierra. Cómo sale al encuentro de cada hombre en ese camino que empezó en el Edén. Necesidad de ser pacientes y tener esperanza.

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Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda intercede por mí.

Te hemos pedido Señor perdón de nuestros pecados y de una manera especial te quiero pedir perdón hoy por tantas veces como abandono mi lucha por ser mejor, mi lucha por seguirte de cerca, por ser fiel, quizás por desánimo, quizás por impaciencia. Hoy tenemos el Evangelio en el que se nos recoge la aparición de Jesucristo resucitado a los discípulos de Emaús.

Después de que las mujeres fueran al sepulcro en aquella madrugada llena de sorpresas y volvieran anunciando a los once que la tumba de Jesús estaba vacía y no sé qué cosa extraña de unos ángeles, después de que Pedro y Juan fueran a la tumba y comprobaron que efectivamente tal y como decían las mujeres estaba vacía, pero antes de que María Magdalena regresara con sus manos llenas de luz tras abrazar al resucitado y soltar el anuncio explosivo a bocajarro, he visto al Señor y ha dicho esto, antes en medio de esas dos cosas Cleofás y su amigo abandonaron.

Aquel mismo día, el primero de la mañana de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos 60 estadios. Iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. ¿Qué había pasado en el alma de aquellos hombres? Los últimos tres años habían supuesto en su vida un vuelco que se imaginaban que era para siempre.

Habían empezado a seguir a Jesucristo, una fuerza poderosísima les atraía como como un imán, estaban fascinados por su poder y por el amor que brotaba del corazón de ese hombre. Eran guiados por esa misteriosa fuerza que removía su alma y que les hizo como progresar en amistad y en amor a Dios.

Estaban capturados por la belleza de su doctrina pero también por la fuerza de los milagros que hacía. En definitiva se veían como cegados, deslumbrados, fascinados totalmente por Jesucristo.

Pasaron días sin comer, noches sin dormir, largos trechos de camino sin apenas descanso pero nada de eso les importaba porque eran esclavos de un hombre que parecía a Dios, esclavos voluntarios y además se daban cuenta que servían a una promesa que era la promesa anunciada a sus padres y a los padres de sus padres por tantas generaciones. El Mesías, el reino ya está aquí.

Cuando Jesús entró en la Ciudad Santa, aclamado por las multitudes como el rey de Israel, pues ellos se entusiasmaron y vieron que ya empezaba a realizarse aquel reino. Es cierto que ahora cuando entre ellos dos lo hablaban, recapacitaban, se daban cuenta de algo que no fueron capaces de reconocer entonces, aunque sí se dieron cuenta y es que Jesús en todo eso parecía triste. Su mirada no era la mirada de un Mesías triunfante sino de la mirada de un padre preocupado por sus hijos.

Hubo un día que el maestro se detuvo y se echó a llorar mirando a Jerusalén.

Dominus Flevit, esa iglesia que lo conmemora. No querían entender porque sus ilusiones parecían cumplirse. Pero claro, la caída fue terrible.

Cuando le sacaron de la cama en una noche para decirles que habían arrestado al maestro, no podían creérselo. Luego lo vieron desde su casa pasar conducido por los guardias en un silencio absoluto. Jesús también callaba.

No oponía resistencia alguna.

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