
1875. No man left behind (EDITADA)

Description of 1875. No man left behind (EDITADA)
Meditación sobre la primera lectura del lunes de la II semana de Pascua. Los discípulos no se van a Galilea, a pesar de las instrucciones del ángel, hasta haber recuperado a Tomás. Tampoco nosotros podemos dejar a nadie atrás, olvidarnos de ellos, por muy empeñados que estén en dejar al Señor. Siempre podemos rezar por ellos y brindarles nuestra amistad.
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Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia.
Le adoramos a Señor, también presente en nuestra alma en gracia, que somos templos del Espíritu Santo y a través de Él están todas las personas divinas.
Te adoro con profunda reverencia y en las almas de los demás.
Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.
Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí.
Hemos dicho en esta oración introductoria que en nuestra alma en gracia está el Espíritu Santo y luego he añadido que también en las almas de los demás.
Por eso nosotros no adoramos a ningún ser humano, pero sí adoramos a lo divino que hay en todo ser humano.
Nos sometemos gustosamente para servir a los demás porque hay ese chispazo divino en ellos y para hacerlo estamos sirviendo al mismo Dios.
El Evangelio de hoy y el de mañana también nos hablan de Nicodemo y su encuentro nocturno con el Señor.
Así que había pensado dejarlo ese comentario para mañana.
En cambio hoy querría fijarme en una cosa de estos días que hemos vivido en la taba de Pascua que ayer terminó.
Porque creo que es una enseñanza muy importante pero que no aparece a primera vista.
Hemos visto como el domingo de resurrección dos ángeles se aparecen a las mujeres y después de mostrarles el sepulcro vacío, Magdalena entre ellas, les ordenan ir a los apóstoles y decirles que vayan a Galilea, que verán al Señor allí.
Y las mujeres van y se lo dicen a los 11 apóstoles reunidos en el cenáculo.
Luego María Magdalena vuelve al sepulcro, el Señor se le aparece y le vuelve a dar ese encargo de anunciar estas cosas.
Y María lo hizo.
Que vayan a Galilea.
Y finalmente el mismo Jesús se desaparece de noche, les muestra sus llagas, les tranquiliza, les desea la paz, come con ellos pescado, les reprocha su incredulidad y les da una serie de instrucciones.
También les envía el Espíritu Santo.
Dice el Evangelio de ayer que sopló sobre ellos y les dijo recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados les son perdonados.
La maravillosa, la fantástica institución del sacramento del perdón de los pecados que también tuvo lugar en ese Evangelio de ayer, domingo de la misericordia.
Bueno, finalmente, ¿qué hacen los discípulos después de ese día tan intenso, con tantos mensajes de ir a Galilea, allí veréis al Señor? Pues no hacen nada.
No se van a Galilea, a pesar de que era una indicación precisa.
¿Por qué? ¿Por qué no se fueron a Galilea los apóstoles? Pues yo pienso que porque Tomás no estaba con ellos, como vimos ayer.
Les faltaba uno.
Ya habían perdido a Judas y no estaban dispuestos a perder a otro.
Y toda esa semana, entre el primer domingo y el segundo domingo, que fue ayer, lo pasarán, aunque no se dice nada en el Evangelio, recuperando, buscando y atrayendo de nuevo a Tomás.
Hasta que, como vimos ayer, el Señor se les aparece a todos, juntos, estando ya Tomás, a los once.
Y entonces sí, después de aquella aparición, ya pueden irse todos a Galilea, con el equipo completo.
No man left behind.
Con ese lema de los, bueno, uno de los dos, de los varios lemas, ¿no?, de los marines americanos.
Ni un hombre se deja atrás.
Es un gesto bello.
Nosotros, Señor, tampoco podemos dejar a nadie atrás.
No podemos razonar.
Bueno, ya es mayor para saber lo que hace.
Allá él.
No, no, no, no.
Es maravilloso que el Papa Francisco, con tanta fuerza, nos ha dicho varias veces, ¿no? Parafraseando la pregunta de Caín al mismo Dios.
¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? Pues sí, decía el Papa.
Sí, somos el guardián de cada uno de nuestros hermanos.
Las personas que Dios ha puesto a nuestro lado, nos las ha puesto para cuidar.
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