
1928. Identificar nuestro corazón con el de Cristo

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Meditación en el viernes de la XI semana del Tiempo Ordinario. Jesús nos dice en el Evangelio de hoy: «Haceos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón». Eso se logra con el amor, queriendo a los demás, porque es lo único que pervivirá en el Cielo. A eso se dirige el esfuerzo de lograr tener los mismos sentimientos que Cristo. Esta meditación es la segunda meditación de un retiro predicado en un Centro del Opus Dei, y continuación de "Confiar en el corazón de Jesús".
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Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos libramos Señor Dios nuestro en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes.
Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí.
Dice Santa Teresa de Jesús en las moradas que contemplar estos ojos tan hermosos y mansos y benignos del Señor, que parece que no lo podía sufrir mi corazón, esto ha sido toda mi vida.
No sé, nosotros podemos pensar, y yo qué, yo y nosotros, mi vida es contemplar pues eso, los rostros, los ojos hermosos y mansos y benignos, o sea esos ojos que reflejan el corazón de Cristo, el amor de Cristo por mí, puedo decir que eso es toda mi vida, en eso paso yo mi... porque es muy difícil no corresponder, resistirse, no caer rendido a un amor intenso y desinteresado y apasionado.
Tenemos aquel libro que es todo un clásico de Stefan Sveig, de la piedad peligrosa, o la impaciencia del corazón, la segunda edición, pero donde es como que es difícil resistirse a un amor así, un amor así que se entrega sin reservas y parece el Señor que es imposible que quede sin respuesta, que permanezca vacío, estéril, que no se cumpla lo de San Juan de la Cruz, donde no hay amor pon amor y sacarás amor.
Entonces contemplar el amor de Dios por nosotros es evidentemente la manera de que brote en nosotros ese amor de correspondencia a Dios y a los demás.
¿Quién es capaz de despreciar un amor así que se nos entrega como un don? ¿Dónde podríamos encontrar mayor felicidad que en esa entrega mutua? Recuerdo una vez una persona que me decía que había oído hablar de cómo Jesús se esconde en los injustamente apresados. No sé en qué circunstancias, no lo sé esta persona, pero si me acuerdo de lo que decía, decía que le había servido para hacer esta oración, Jesús no te escondas en la cárcel, escóndete en mi corazón.
Se manifiesta ese deseo de corresponder al amor de Dios, de tenerlo siempre con nosotros, el Señor. Y San Pablo animaba a los filipenses a tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, que es una tarea que dura toda la vida.
Es una tarea, Señor, enormemente ilusionante ser como Tú, ser como Jesús, tener su mismo corazón manso y humilde, servicial, compasivo, en fin, todas las cosas que podamos hemos contemplado algunas en la anterior meditación.
Quien es sencillo, por ejemplo, no esconde sus intenciones, ya que no tiene por qué ocultarlas.
Como el Señor, que se muestra claramente, muestra su amor a todo el mundo, incluso a Judas.
Busca siempre y positivamente la voluntad de Dios y el bien de los demás.
El corazón íntegro rechaza como ajenos los sentimientos retorcidos, la crítica recelosa, la pedantería, las expresiones enigmáticas, me gusta mucho esto, las expresiones enigmáticas para hacersela interesante, los dobles sentidos, los rodeos y la exageración.
Todo lo rebuscado, lo aparatoso, lo extraordinario y lo llamativo contradice el estilo de vida sobre y discreto del discípulo de Cristo.
Fijaros, ya estas palabras, tener los mismos sentimientos que Cristo, pues es rechazar los sentimientos retorcidos, la crítica recelosa, la pedantería, las expresiones enigmáticas, los dobles sentidos, los rodeos y la exageración, lo aparatoso, lo rebuscado, lo extraordinario, lo llamativo.
Nuestro Padre, por el contrario, animaba y decía que a Él le gustaba el aire libre y el agua clara, que todo lo complicado le repugnaba.
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