201. Cultura de muerte a la carta

Hola, ¿qué tal estás? Un año más llegamos al único día del año sin misa, sin campanas, sin cantos. Viernes Santo, día de luto. En otras ocasiones hemos dedicado el episodio a realizar un viacrucis informativo, es decir, a explorar la actualidad eclesial al paso de las 14 estaciones. Hoy vamos a recorrer un camino distinto.

Viernes Santo es un día que se relaciona con la muerte. A día de hoy también es fácil decir que se trata de un tiempo de espera que anticipa la Pascua. Sin embargo, al pensar en el primer Viernes Santo de la historia, no es difícil darse cuenta de que en ese momento no había espera alguna, al menos para la mayoría.

Tan solo muerte, tristeza, angustia, pérdida, incertidumbre e incomprensión. Te prevengo, este episodio va a traer consigo una cierta agitación emocional. Y es que vamos a adentrarnos en algunos aspectos de nuestra sociedad que causan dolor profundo a muy distintos niveles. Así que, será necesario despojarse de la mayor cantidad de prejuicios posible antes de comenzar para que el corazón no esté todo el rato discutiendo con el cerebro y pueda ser posible el entendimiento.

Empezamos. Soy José Antonio y te doy la bienvenida al ducentésimo primer episodio, el podcast de Vida Nueva. No es por supuesto la primera vez que hablamos de la muerte. Acuérdate por ejemplo del episodio 178 donde trajimos a primer plano el tema del tanatoturismo o del 124 donde nos acercábamos a la vivencia del duelo tras la pérdida de alguien querido o cercano.

La aproximación de hoy comienza con un viaje. En concreto, nos vamos a desplazar hasta Montenegro.

Una curiosidad del país es que en la pequeña localidad de Perast hay una isla artificial que data de 1452. En ese año, dos hermanos pescadores de la familia Martésic se encontraron un icono de la Virgen María tirado en un arrecife. Se lo llevaron a casa, pero de algún modo misterioso el icono regresó al arrecife y los hermanos entendieron que la Virgen prefería estar allí.

Así que desde ese instante comenzaron a tirar piedras al fondo del mar hasta que consiguieron crear una isla artificial y sobre ella se erigió una iglesia que todavía perdura. Lo mismo que sigue existiendo la tradición de lanzar piedras al agua. Dicha costumbre se llama fascinada. Pero la tradición e historia de Montenegro es mucho más diversa y compleja que esa anécdota concreta.

Mucho antes de la época actual, en la región de los Balcanes que comparten Montenegro y Kosovo y donde también hay otras muchas fronteras, la sociedad no estaba dividida en un binomio de género masculino y femenino. Existía un tercer reconocimiento legal, el de las vírgenes juradas.

Mujeres que eran legalmente reconocidas como hombres a cambio del compromiso de comportarse socialmente como tales, lo que implicaba reunirse en el bar con ellos a beber, fumar y compartir vivencias. Debido a que la sociedad de Montenegro estaba centrada en el varón, las mujeres no podían disponer de los bienes ni administrarlos, así que la figura de vírgenes juradas permitía que muchas familias sin hijos no viesen sus bienes requisados por otras personas con descendencia masculina. Al fallecer el padre, una de las hijas podía asumir ese papel y todo empezaba por comenzar a vestirse como lo hacían los hombres de la época. Se sabe a ciencia cierta que este fenómeno data como mínimo del año 1855, pero la investigación sugiere que proviene incluso de antes del siglo XV.

¿Qué relación puede tener el registro histórico de Montenegro con la muerte? Es sencillo. En una sociedad patrilineal con preeminencia de los varones sobre las mujeres, el aborto selectivo se convirtió en una práctica habitual. Interrumpir el embarazo si se tenía sospecha o confirmación de que la persona por nacer iba a ser una mujer fue algo que se insertó en el inventario.