202. Franciscus

El fallecimiento del Papa Francisco nos tomó a todo el mundo por sorpresa. Desde que el Cardenal Farrell hiciera el anuncio oficial el pasado lunes, las redacciones de los medios de comunicación de todo el planeta han estado hirviendo de actividad. La cantidad de noticias, detalles, curiosidades y comentarios que han sido emitidos y publicados ha alcanzado el punto de infoxicación, de intoxicación por exceso de información.

Como ya sucedió tras el fallecimiento de Benedicto XVI? En ese sentido, ¿cómo poder aportar algo de contenido que no contribuya a la saturación emocional e informativa de estos días atrás? ¿Es posible acaso que le dediquemos un episodio a la figura de quien siempre se presentó como el Obispo de Roma sin que ello aporte al cansancio mediático? Durante los próximos 30 minutos me esforzaré para que así sea. Te invito a acompañarme.

Soy José Antonio y te doy la bienvenida al 200º episodio de Vida Nueva.

Hoy mis primeras palabras no han sido preguntarte qué tal estás. Estás aquí conmigo, así que te interesa la figura del difunto pontífice. Y doy por hecho que no te cuentas entre quienes rezaban para que este momento llegase con prontitud. Así que asumo que la noticia del fallecimiento de Francisco te ha afectado a las emociones de un modo u otro.

Cuando yo me enteré, me quedé un buen rato en silencio frente a la pantalla que me había proporcionado la información, atascado dentro de mi pensamiento en ese fragmento del Evangelio de Juan sobre la muerte de Lázaro, cuando Jesús se conmueve profundamente al ver el llanto de María.

Sin Francisco al frente de la iglesia, sentía que era como si hubiera perdido un amigo, y las lágrimas que se han sucedido después, derramadas por tantos millones de personas alrededor del mundo, también me han conmovido. En las últimas horas ha saltado a primer plano el nombre de la monja Geneviève Janine Gros de las Hermanitas de Jesús por colocarse a rezar y llorar frente al ataúd que contiene los restos mortales de Francisco.

Muchos medios de comunicación se hacen la misma pregunta. ¿Quién es la monja rebelde que se saltó el protocolo? Pero a veces la pregunta lo es todo. Y quizás habría estado más afinada si alguien se hubiera planteado. ¿Por qué lloraba la mujer que se plantó frente al ataúd de Francisco? Quizás en un momento tan reciente del duelo pueda parecer fuera de lugar preguntarse por el por qué de unas lágrimas. Sin embargo, desde mi punto de vista, sí importa.

Piensa, por ejemplo, en una víctima de abuso que pudiera conocer el fallecimiento de su agresor sin que se hubiera hecho justicia. Habría lágrimas de impotencia, muy distintas de las de alegría por compartir la mesa del banquete celestial o de las de la pena por la pérdida de alguien muy querido. Yo creo que sí que tiene importancia adentrarse en los porqués. Por concretarlo de algún modo, el periodista italiano Salvatore Cernuchio, hablando con Vida Nueva, explica lo que ha significado Francisco en su contexto personal de esta manera. Ha sido un papa que ha iniciado procesos y nuevos dinamismos, que ha abierto puertas que difícilmente se cerrarán.

Un papa que muchas veces nos hizo saltar de la silla por gestos y declaraciones y que mostró una humanidad desbordante enseñándonos un método en el cuidado y la cercanía. En mi corazón llevo y llevaré las muchas charlas, las confesiones, las bromas, la escucha atenta a mis dificultades, los helados que compartimos juntos, los huevos de pascua enviados en un sobre para mis hijos, las llamadas repentinas, la cercanía a la familia.

Puede que un par de horas antes hubiera telefoneado a un presidente, recibido a un cardenal y grabado un mensaje de vídeo, pero aún así encontró media hora para reunirse conmigo. Y en ese momento me hizo sentir único y especial. Lo mismo hacía con todos los que se reunían con él en privado. Tal vez esta fuera su mayor virtud.