2032. Los Ángeles Custodios (EDITADA)

Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos libranos Señor Dios nuestro en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí.

Estoy seguro que casi todos nosotros tenemos como recuerdo de nuestras primeras oraciones a nuestra madre enseñándonos aquello de cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me la guardan, ángel de mi guarda, dulce compañía, etcétera, etcétera. Detrás de eso por una parte está una realidad pero por otra el deseo de los padres y de las madres de proteger a sus hijos.

Algunos padres se pueden permitir el poner un guardaespaldas a sus hijos o un chofer pero Dios que es el Padre con mayúscula no se conforma con eso sino que nos pone a cada uno de nosotros un ángel, ni más ni menos, las criaturas más poderosas que existen. Hoy en la fiesta de los santos ángeles custodios estamos precisamente celebrando eso y el evangelio vuelve a ser el mismo que leímos en la fiesta de los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael, ese evangelio que termina con esta afirmación de Jesucristo. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre Celestial. O sea que cada uno de nosotros tiene un ángel, un ángel de la guarda, un ángel custodio.

El mismo Señor nos lo dice. La existencia, dice el Catecismo, de seres espirituales no corporales que la Escritura Sagrada llama habitualmente ángeles es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la tradición. Es verdad que a los ángeles no podemos conocerlos a través de los sentidos ordinariamente, es algo que ellos se hagan presentes de algún modo especial, pero sí podemos conocerle con el alma, con ese otro sentido de la fe.

El otro día a las niñas del colegio en la homilía les hablaba de esto y les decía, mirad, nosotros ahora aquí estamos rodeados de ondas de radio, muchas ondas de radio distinto, la onda de radio de Kiss FM, de Rock FM, de los 40 principales, de Onda 0, etcétera, etcétera, y aunque no las vemos, aunque no las oímos, aunque no las tocamos, están aquí.

Y para demostraroslo os voy a hacer un experimento. Entonces sacaba un receptor de radio y empezaba a sintonizar cada una de esas emisores y sonaban, efectivamente. Nosotros tenemos un ángel de la guarda y el hecho de que no lo podamos ver, palpar, tocar, no demuestra más que es que una cosa, que es un ser espiritual, no corpóreo. En cuanto que criaturas puramente espirituales tienen inteligencia y voluntad, dice el Catecismo. Por tanto se puede hablar con ellos y se les puede conmover, se les puede pedir cosas. Son criaturas personales e inmortales, una persona que nos acompañará para siempre, también en el cielo.

Por eso, Señor, te pedimos que nos concedas esa fe firme que nos permita abrirnos a la trascendencia a esos seres espirituales y dialogar con ellos. Los ángeles superan en perfección a todas las criaturas visibles. Ninguna se le puede comparar en potencia, capacidad, luz... Por eso Dios ha querido encomendarles algunas de las más importantes misiones asignadas a los seres creados, aunque no la más importante que se la asignó a nuestra Madre la Virgen, Reina de los Ángeles, el ser madre de Dios. Y por eso los ángeles manifiestan de una manera vivísima la gloria de Dios. Daniel, el profeta Daniel, en el libro de Daniel, los contempló así.

Un hombre vestido de lino, ceñidos los lomos de oro puro, su cuerpo era como de crisólito, su rostro como el aspecto del relámpago, sus ojos como antorcha de fuego, sus brazos y sus brazos de oro.