

Description of 2035. ¡Auméntanos la fe!
Meditación en el domingo XXVII (C) del Tiempo Ordinario. En el Evangelio los apóstoles piden a Jesús que les aumente la fe, y Él excita ese deseo diciéndoles: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: "Arráncate de raíz y plántate en el mar", y os obedecería ». Meditamos sobre la fe, que es la certeza en al amor que Dios nos tiene.
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Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos, Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmoculada, San José, mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí.
Hoy, domingo 27 del tiempo ordinario, la oración colecta trae esta petición tan bonita al Señor. Dice, Dios todopoderoso y eterno, que desbordas con la abundancia de tu amor los méritos y los deseos de los que te suplican. El Señor desborda con las cosas que nos concede, la gracia de Dios, la fuerza que nos da, las cosas buenas que pone en nuestra disposición. Desborda los méritos, lo que nosotros merecemos y los deseos.
Incluso nos da más de lo que podríamos haber soñado. Nos ha hecho hijos de Dios, por ejemplo. Bueno, Dios todopoderoso y eterno, que desbordas con la abundancia de tu amor, la abundancia del amor de Dios, los méritos y los deseos de los que te suplican. Derrama sobre nosotros tu misericordia, para que perdones lo que pesa en la conciencia y nos concedas aún aquello que la oración no menciona.
Es una petición fantástica, ¿no? Le pedimos que derrame su misericordia sobre nosotros para que nos perdone aquello que tú y yo sabemos y que nos pesa en la conciencia. A veces es una cosa gorda y a veces es una cosa pequeña. Es como si el Señor nos dijera, hijo mío, hijo mío, acude a la confesión. Quítate ese peso, que yo no quiero que vayas con jorobado por la vida. Yo no quiero que vayas con una mochila a las espaldas por la vida. Quítate aquello que pesa en tu conciencia.
Y le pedimos también que su misericordia nos conceda aún aquello que la oración no menciona. O sea, aquello, Señor, que yo ni siquiera sé que te debo pedir. O aquello que ni siquiera me atrevo a pedir. Aquello que tú, que eres mi padre y me conoces mejor que nadie, sabes que me conviene aunque yo no me dé cuenta. Pues eso también se lo pedimos al Señor.
Es una oración realmente fantástica. ¿Qué hacemos ahora al comienzo de nuestra oración? Y luego, como siempre hacemos, volvemos nuestros ojos pues a las lecturas de la misa de hoy y concretamente al Evangelio que está tomado de San Lucas. Empieza así. En aquel tiempo los apóstoles le dijeron al Señor, aumentanos la fe.
Nosotros ahora se lo decimos al Señor. Señor, aumentame la fe. Aumentanos la fe en plural. No solamente para nosotros, para todos. El Señor dijo, si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera, arráncate de raíz y plántate en el mar y os obedecería. O sea, el Señor responde a esa petición excitando su deseo, poniéndoles por delante la eficacia maravillosa que tiene un hombre o una mujer llenos de fe.
Si tuvierais fe como un granito de mostaza, o sea, como la pequeña, la más pequeña de las simientes de los árboles, ¿no? El granito de mostaza que es nada, una pepita diminuta. Pues si tuviéramos fe como un granito de mostaza, le diríamos a una morera, arráncate de raíz y plántate en el mar y nos obedecería.
Todo lo podríamos, Señor. Qué importante, Señor. Concédenos una fe abundante. Porque la fe es necesaria para hacer la voluntad de Dios, es necesaria para hacer cosas grandes, es necesario para ver milagros. Recuerdo haber oído al que fuera el rector de la Universidad de la Santa Cruz de Roma, Mariano Faccio, que, bueno, tenían que empezar la cuarta facultad de esa universidad, era en comunicación institucional, esa facultad, y entonces pues el prelado del Opus Dei, don Javier Echevarría, le dijo que empezara a pensar para ponerla en marcha, pues dos meses después. Y entonces él, pues efectivamente, se puso a pensar y no tenían profesores, no tenían programa, no tenían alumnos, y le dijo, pues bueno, vamos a empezar.
















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