
2036.bis. Dejar obrar a Dios (NUEVA)

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Meditación en el Aniversario de la Canonización de San Josemaría, ocurrida en Roma el 6 de octubre de 2002. Su vida y escritos serán siempre la referencia constante para la vida de los hijos de Dios en el Opus Dei. Siguiendo unas palabras del entonces Cardenal Ratzinger, meditamos en como la santidad es dejar obrar a Dios.
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Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, libranos Señor, Dios nuestro, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes, te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, intercede por mí. Hemos empezado nuestro rato de oración acudiendo a la intercesión de Santa María Virgen, San José, los Ángeles y también, Señor, hoy en este día tan señalado, acudimos a la intercesión de nuestro Padre para hacer con fruto este rato de oración.
Recuerdo que don Álvaro, cuando fue, o el padre de don Javier, no me acuerdo muy bien si fue en la beatificación o la canonización, pero creo que fue en la beatificación con don Álvaro, dijo que había pensado introducir en la oración introductoria la invocación a nuestro Padre también, pero que había pensado que mejor dejarla como estaba, como la había rezado nuestro Padre y que nosotros personalmente, antes de cada rato de oración, de medio de formación, podíamos invocar a la intercesión de nuestro Padre.
Pues eso hacemos, Señor, y te damos gracias de todo corazón, gracias a Dios, gracias a Dios, por este día tan grande. Qué suerte tenemos tener un Padre, un Padre Santo, con total certeza. Como todos los hombres, como todos nosotros, pues tuvo que luchar contra sus defectos, evidentemente que los tuvo, como todos los hombres, pero una persona santa.
Al final, un santo al que podemos interceder, un santo que es ejemplo de vida. El otro día estaba con una persona que había pertenecido a un movimiento de la iglesia, y entonces esta pobre persona estaba como desconcertada, desconcertada ante los defectos o las miserias humanas del propio fundador del movimiento.
No sabía cómo interpretar a alguien que era como un padre para ella y desconcertada. Pues nosotros, Señor, tenemos esta suerte que te agradecemos.
Un amigo me contaba, después de una conversión muy profunda, que entraba en la página web de la obra y veía esos vídeos cortos que hay sobre nuestro Padre, y decía, bueno, es que es un crack, o sea, San José María es un crack, es un santazo. Veo los vídeos y después me encuentro con más ganas de amar a Dios, de tratarle, de ser buena persona. A fuerza un santo, ¿no? Se nota que es un santo. Por eso nuestro Padre acercaba a la gente a Dios, nos llevaba a Dios y basta ver una película de nuestro Padre para que uno como que se esponje por dentro, ¿no? Y se centre verdaderamente en lo esencial, en Dios.
Y nuestro Padre, este gran santo, en el año 64, en una meditación, decía, me desperté anoche y como coloco habitualmente sobre la mesilla de noche un blog, tomé unas notas para que me sirvieran de guión, porque el día siguiente tenía la meditación. ¿Y en qué pensé, hijos míos? Pensé en vosotros, en mí no suelo detenerme. Alguna vez sí me viene el egoísmo y pienso en mí, y creedme que entonces lo paso muy mal, pero ordinariamente sois sólo vosotros el tema de mi vida, vuestra lealtad, vuestra alegría.
Es realmente, para imaginarse la escena, ¿no? Nuestro Padre intentando dormir, pero despertándose, desvelándose. A las más jóvenes esto les puede sorprender, pero llega un momento en que esto es habitual, ¿no? Y te despiertas no sé cuántas veces, ¿no? Pues, ¿y qué hace nuestro Padre? Pues no se enfada, sino que coge una libreta, empieza a anotar ideas para sus hijos y empieza a reizar por sus hijos y sus hijas. Así estuvo siempre nuestro Padre, pensando en sus hijas, que son, o sus hijos, el tema de su vida. Ojalá, Señor, fuera el tema de mi vida también.
















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