2039. Confianza en Dios (EDITADA)

Por la señal de la santa cruz de nuestros enemigos, díbranos Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia.

Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.

Madre mía inmaculada, San José, mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí.

Comienza el Evangelio de hoy diciendo que en aquel tiempo y aquel tiempo pues era el contexto de las enseñanzas sobre la oración de nuestro Señor Jesucristo.

Ayer veíamos aquellas palabras tuyas, Señor, cuando recéis, orad así, Padre Nuestro.

O Padre, el Nuestro no aparecía en el Evangelio de ayer.

Y era tu respuesta a la pregunta de enséñanos a orar.

Bueno, pues hoy, en ese contexto justo a continuación, en aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos, suponed que alguno de vosotros tiene un amigo y viene durante la medianoche y le dice, amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.

Y desde dentro aquel le responde, no me molestes, la puerta ya está cerrada, mis niños y yo estamos acostados, no puedo levantarme para dártelos.

Os digo que si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su oportunidad se levantará y le dará cuanto necesite.

Nos viene bien, Señor, meternos en esta escena pensando en esta parábola que tú nos cuentas, pensando en una aldea de Palestina del siglo I.

No hay tiendas, ni VIPs, ni ultramarinos, ni nada.

El ama de casa cuece antes de la salida del sol el pan para la familia y se sabe en el pueblo quién tiene todavía pan de noche.

Tres tortas de pan son una comida todavía hoy suficiente para muchas personas en el mundo.

Además, la hospitalidad en Oriente es una cuestión de honor.

Es muy difícil que no se preste hospitalidad a quien lo necesita y si no se hace pues se deshonra a la propia casa.

Por eso este amigo acude de noche y dice, amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle, es como si le dijera por favor, ayúdame, sé que tienes pan, que te ha quedado algo de pan, a mí no me queda nada, no puedo quedar mal con este amigo que busca hospitalidad en mi casa.

Por otra parte, percibimos la irritación del vecino.

La puerta ya está cerrada con cerrojo, que es esa barra de hierro que se pasa por unas argollas colocadas en los batientes, ¿no? Quitarlo pues es laborioso, hace mucho ruido, más de noche, que no se tiene luz apenas.

La gente además se acuesta muy pronto en Oriente, quizás tenían exclusivamente una lámpara de aceite, los niños, sus hijos, están acostados en esa casa, en una pieza única, en la estera de la planta, como de la litera o de la planta alta, es seguro que se despertarán y voy a saber cuánto tiempo tardarán en dormirse, en fin, el no puedo, el no puedo levantarme a dártelos, es en realidad un déjame en paz, no quiero, no me des, no seas pesado, búscate la vida de otra manera.

Nosotros tendemos a pensar, señor, que puesto que Lucas incluye esta parábola en tu catequesis de la oración, pues estás hablando de la perseverancia en la oración, pero quizás esto sea secundario en la parábola.

Un gran estudioso de las parábolas, Jaquín Juáremías, dice que para comprender esta parábola hay que partir del supone que alguno de vosotros que a veces se traduce también ¿quién de vosotros? de tal manera que sería como si tú señor dijeras ¿os podéis imaginar que uno de vosotros tiene un amigo y va a medianoche a él y le dice amigo mío préstame por favor tres panes porque un amigo mío ha llegado de viaje a mi casa y no tengo que ponerle y supone que desde dentro él os responde no me molestes ¿os lo podéis imaginar? ¿os imagináis algo así? y la contestación para aquellos que no lo saben