204. Sada Abe, la Gueisha Asesina. La pasión que borró un nombre. (LLDLL)
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VIII
1905: Nace Sada Abe en Kanda, Tokio, en una familia de clase media acomodada. Su padre, Shigeyoshi Abe, era fabricante de tatamis. De los ocho hijos, solo cuatro sobrevivieron. Su madre la protegía y mimaba en exceso.
Su hermano mayor, Shintaro Abe, huye tras robar los ahorros familiares, lo que marca el honor del clan. Su hermana mayor, Teruko Abe, es obligada por su padre a trabajar en un burdel como castigo por su promiscuidad.
Sada Abe a los 14 años, es violada por Sakuragi Ken, un estudiante de la Universidad de Keio. El trauma la vuelve inestable.
Con 17 años, su familia la vende a una casa de geishas en Yokohama. Su formación fracasa y termina derivando en prostitución. Contrae sífilis y queda atrapada en un ciclo de dependencia de amantes ricos.
Trabaja en el distrito de prostitución licenciada de Tobita (Osaka). Tras la muerte de su madre en 1933, regresa a Tokio.
Conoce a Kinnosuke Kasahara, empresario dueño de una compañía de taxis en Tokio. La convierte en su amante oficial, pero su intensidad sexual lo abruma. La abandona en pocos meses.
En Nagoya, inicia una relación con Gorō Ōmiya, profesor y banquero con aspiraciones políticas. La relación es insatisfactoria y regresa a Tokio.
Comienza a trabajar en el restaurante Yoshidaya. Allí conoce a su dueño, Kichizō Ishida, mujeriego experimentado. Inician una relación marcada por la obsesión y prácticas de asfixia erótica.
Tras días de sexo y encierro, Sada hace algo inimaginable.
Es arrestada en Tokio con el macabro paquete en su poder. Su calma desconcierta a los agentes.
25 de noviembre de 1936: Inicia el juicio. Sada se declara culpable y confiesa:
“Lo amaba tanto, lo quería solo para mí. Si lo mataba, ninguna otra mujer lo tendría”.
Es condenada a 6 años de prisión (la fiscalía pedía 10). Su historia provoca una auténtica “Sada mania” en Japón.
Sale en libertad. Trabaja en bares y cabarets como atracción morbosa. Más tarde intenta desaparecer, cambiando su nombre varias veces.
Publica sus memorias por entregas en una revista.
Entre 1950 y 1960 desaparece del ojo público. Rechaza entrevistas y ofertas de cine.
La fecha exacta de su muerte es desconocida. Se cree que murió en secreto, en el anonimato, probablemente después de los años 70.
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El agente más joven abrió el bolso de tela. Sus dedos, habituados a encontrar pistolas o drogas, se paralizaron al tocar el paquete envuelto en periódico. Al desenvolverlo, su rostro perdió todo el color. Dios mío, lo soltó como si le hubiera quemado la mano. El oficial veterano lo recogió del suelo. Al ver su contenido, su expresión de dureza se quebró por completo.
Se llevó una mano a la boca conteniendo una arcada. La mirada de ambos se clavó ensada a A.B.
Ella, de pie, en su kimono impecable, los miraba con una calma sobrenatural. Incluso esbozaba una leve sonrisa, como si el horror mudo que veía en sus caras le resultara profundamente familiar.
Lo que aquel paquete contenía era tan inimaginable que ninguno de los dos agentes podía pronunciar su nombre en voz alta. Era la prueba de una obsesión que había traspasado todos los límites. Buenas noches, mis lunáticos.
De nuevo por fin me encuentro ante ustedes para narraros una historia que no muchos conocéis, que os va a desconcertar a otros y que, por cierto, es de decir que es una historia para mayores de edad, por su violencia y sobre todo por su contenido sexual. ¿Estáis ya preparados? Comenzamos entonces a leer con los ojos cerrados. Mi nombre es José Manuel Rodríguez y da comienzo La llamada de la luna. ¿Te gusta el terror? Las leyendas. Los enigmas. Viajar y soñar. Contado de forma diferente. La llamada de la luna. ¿Dónde podrás leer? Con los ojos cerrados.
Con José Manuel Rodríguez. La pasión que borró un nombre. En el mundo enigmático de las geishas japonesas, tras el refinamiento y la elegancia cultural, se ocultan algunas historias perturbadoras que han sacudido a la sociedad japonesa. Estas mujeres, que representaban la cúspide del arte y la cultura nipona, protagonizaron algunos de los casos más oscuros de Japón. Tokio, final de la era Taisha. Una mujer que debió pasar desapercibida sería titular de prensa.
Su vida, desde la infancia hasta su acto más importante, está marcada por pérdidas, ofensas y extrañas relaciones. Esta es la historia de Sada Abe, o Abe Sada, como también se le llama, quien nace en 1905 en una familia de clase media acomodada en el barrio de Kanda, Tokio.
Era la segunda más joven de ocho hermanos, pero cuatro de ellos morirían pronto. Y tal vez por ello, para su madre, era la niña de sus ojos. La más mimada y tal vez la más querida. Sada tenía una gracia particular, una sonrisa para su edad que desconcertaba a los mayores. Desde sus primeros años albergaba una fascinación por la imagen romántica de las geishas. La familia era típica de su época, sin nada alarmante que sugiriera algo fuera de ello, al menos en los primeros años.
El padre era fabricante de tatamis, lo que jamás pasaron ninguna necesidad. Pero todo comenzó a atorcerse en la familia Abe.
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