
2040. Un okupa muy peligroso (EDITADA)

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Meditación sobre el Evangelio del viernes de la semana XXVII del Tiempo Ordinario. Jesús es acusado de echar a los demonios con el poder del Príncipe de los demonios, y se defiende apelando al principio de unidad: "todo reino dividido contra sí mismo será destruido". Y cuenta la parábola del demonio que vuelve a la casa de la que fue echado. Al demonio no le gustan los desahucios. Es un okupa muy peligroso.
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Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, libranos Señor Dios nuestro, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.
Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, intercede por mí. Cuando me he puesto a leer el Evangelio de hoy, Señor, me ha ocurrido lo que a veces nos ocurre en nuestra oración y no debemos preocuparnos por ello y es que cogemos el Evangelio, lo leemos y no nos dice nada o nos dice poco.
Nos parece que es imposible sacar de ahí nada para nosotros en ese momento y si nos encomendamos al Espíritu Santo y pues procuramos insistir y esforzarnos un poco, pues entonces vemos que poco a poco van saliendo cosas. A lo mejor no es una cosa fascinante, increíble, nunca pensada, pero vemos que poco a poco nos sirve para hacer oración, aunque sea una oración humilde que el Señor no desprecia.
Uno de los rasgos del Mesías anunciado por los profetas es su poder de expulsar demonios. Resulta, por ejemplo, Isaías lo predijo, ¿no? Resulta muy difícil para nosotros, hombres de la era cristiana, caer en la cuenta de hasta qué punto el diablo señoreaba el mundo antes de que nuestro Señor Jesucristo viniera a derrotarlo.
Ahora evidentemente el diablo está muy sujeto y eso que muchas veces vemos su acción históricamente también y a veces en sucesos concretos, de que el diablo estaba pues muy activo. Pues estas cosas tan terribles que han pasado en la iglesia, por ejemplo, de abusos de menores, pues es una cosa demoníaca o vemos como el azote que supuso para los pobres ciudadanos de Rusia la llegada al poder de Stalin y las decenas y decenas de millones de personas muertos en los campos de concentración, ciudadanos nobles del país que habían luchado en la guerra contra los alemanes, por ejemplo, ¿no? Pues dices, bueno, el diablo está ahí, ¿no? O los campos de exterminio de Auschwitz, o sea, realmente la acción del diablo la vemos, ¿no? Vemos que hay cosas que superan un poco el mal normal, vamos a decirlo así.
Pero repito, ¿no? Antes de la venida de nuestro Señor Jesucristo, pues el diablo campaba un poco más a sus anchas en este mundo porque tu Señor lo derrotaste y lo tienes mucho más sujeto con la gracia que inunda el mundo, con la acción del Espíritu Santo, con la luz que desprenden tus agrarios en tantas partes, la Eucaristía que se renueva, la confesión, todos los sacramentos, ¿no? Es un caudal imponente de gracias que va como purificando el mundo.
Pero nos viene bien esta consideración para meternos en el Evangelio, porque el Evangelio de hoy dice, en aquel tiempo, habiendo expulsado Jesús a un demonio, algunos dentro de la multitud dijeron, por arte de Bercebú, el príncipe de los demonios, echa éste los demonios. Era una acusación burda, una disculpa para no tener que creer y permanecer en sus esquemas, para no tener que cambiar.
Es una acusación, Señor, muy frecuente y hipócrita, que consiste en ver intenciones torcidas en aquellos que hacen el bien. Como no queremos admitir el bien que esas personas hacen, le presuponemos intenciones torcidas, que son fruto de nuestra desconfianza y de nuestros prejuicios, ¿no? Se acerca cariñosamente. ¿Qué me va a pedir? Pensamos. O aquello que me contó una vez un chico que fue a un centro universitario a estudiar con un amigo y entonces se encontró con una serie de gente que le preguntaba, se interesaba por ello.
Oye, ¿qué estudias? Oye, pues tal, hombre, ¿de dónde vives? Hombre, pues tal, cual, no sé qué, ¿qué tal te va? ¿Qué deporte te gusta? ¿Qué aficiones tienes? Y entonces él me contaba, este chico, que el primer día que fue pensó, uy, qué raro, tanto interés, tanto interés por mí, seguro que me están intentando trincarme para algo. Pero luego fueron pasando los días y los días, él siguió yendo a estudiar y notó que ese interés por él no decaía, pero tampoco le pedían nada a cambio. Y entonces llegó un día en que se hizo esta pregunta, ¿y si fuera verdad? ¿y si fuera verdad?

















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